lunes, 23 de diciembre de 2024

Descubren por qué los nervios afectan el estómago

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Un estudio realizado en la Universidad Kyushu de Japón explica que las bacterias pueden influir en nuestro estado de ánimo.

Se sabe desde hace siglos que la manera en que nos sentimos afecta el estómago. Basta pensar en la sensación general antes de un examen o una situación de estrés. Pero ahora la comunidad médica está comenzando a aceptar un viejo y controvertido concepto: que las bacterias alojadas en el intestino son una mano invisible que altera el cerebro. O sea, que tienen el poder de influir en nuestro estado de ánimo.

El estudio (que no es ni cerca el primero pero sí añade mucha documentación) demuestra que el intestino puede influir en nuestro pensamiento, conducta y hasta bienestar mental. El estado de nuestras entrañas podría, entonces, moldear la forma en que interactuamos con el mundo exterior.

¿Del intestino al cerebro?

El tracto gastrointestinal (TG) contiene unos 500 millones de neuronas, tantas como las que hay en la médula espinal. Llamado el “segundo cerebro” por Michael Gershon, M.D., aloja el sistema nervioso entérico (ENS, por sus siglas inglesas). El ENS contiene muchos de los mismos neurotransmisores que el cerebro, incluyendo 95% de serotonina, el neurotransmisor que nos hace “sentir bien”, además de neuronas y proteínas. El intestino tiene una “mente” propia y puede ser tan poderoso como el que está alojado en la cabeza.

Lo que conecta el sistema nervioso central (SNC) con el ENS es el nervio llamado vago, una calle de doble vía entre el cerebro y el abdomen. Muchas señales no viajan del cerebro al intestino sino del intestino a la cabeza.

El vago

Bajo la influencia de los gérmenes

Todos nacemos con un intestino impoluto. La colonización durante el nacimiento y los primeros días programan nuestras respuestas al estrés y hasta pueden influir en la conducta de la persona.

En 2004, Nobuyuki Sudo, Ph.D., y un grupo de colegas en la Universidad Kyushu de Japón descubrieron que introduciendo bacterias en ratones con un intestino estéril alteraba la química del cerebro y la conducta. Vieron que los ratones libres de gérmenes eran más ansiosos y que agregando un químico determinado lograban calmarlos y bajar los niveles de la hormona del estrés.

En los siguientes 10 años, la comunidad médica siguió investigando. En un estudio de 2013 varios neurocientistas descubrieron que alterando la composición bacterial de ratones que exhibían una determinada conducta, lograban cambios profundos en esa conducta.

En Ontario, en la Universidad McMaster, el gastroenterólogo encontró que las bacterias dañinas pueden aumentar la ansiedad mientras que las bacterias benéficas la reducen. Y así, una serie de otros estudios van avanzando con la teoría que dice que los microbios del intestino le hablan al cerebro usando sus propios neurotransmisores.

De la multitud de estudios científicos que se sucedieron en los últimos cinco años se desprende, entonces, que no es impensable que en un futuro no muy lejano la medicina trate el intestino para tratar el cerebro.

 

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