Durante el primer trimestre de este año, la tasa de desempleo fue de 10,2% de la Población Económicamente Activa (PEA), alcanzando a más de 1,3 millones de personas en los 31 aglomerados urbanos donde se releva la Encuesta Permanente de Hogares (EPH). De esta manera, explica el último informe de la consultora Ecolatina, cayó 0,2 p.p. en relación con igual período del año pasado, cuando apenas comenzaban las restricciones ante la irrupción de la pandemia.
Sin embargo, producto de estas mismas restricciones, la tasa de actividad pasó de la zona de 47% -valores que había alcanzado en los primeros trimestres de 2019 y 2020- a 46,3% de la población de referencia. De este modo, la cantidad de participantes del mercado de trabajo se contrajo casi 1% i.a..
Si bien no todos los que se fueron del mercado de trabajo lo hicieron por la pérdida del empleo, la menor participación en el mismo también refleja una baja perspectiva de encontrar empleo, algo que resulta lógico en este contexto. Por este motivo, como la tasa de desempleo se calcula sobre quienes buscan activamente un trabajo, puede ser un indicador poco preciso en estos casos: podría haberse ubicado hasta 2 p.p. por encima si la PEA hubiera crecido más en línea al crecimiento poblacional.
Por el lado del empleo, se observó una contracción de 0,5% i.a. Esta dinámica fue muy heterogénea en su interior: los asalariados públicos crecieron más de 9% i.a. en la población de referencia, destacándose además el incremento en el cuentapropismo (+5,5% i.a.). Esta modalidad, también muy heterogénea a su interior, se fortaleció tras el fuerte deterioro en el empleo de los asalariados formales del sector privado (-1,5% i.a.), pero especialmente tras la pérdida de casi 12% de los puestos de trabajo informales.
Esto puede deberse al ingreso al mercado laboral de nuevas personas ante la caída de los ingresos familiares o bien a una reconversión de asalariados hacia el trabajo por cuenta propia ante la necesidad de generar ingresos.
Los próximos meses
En primer lugar, se debe recordar que las restricciones impuestas a partir de abril en distintos centros urbanos pueden haber interrumpido la recuperación del mercado de trabajo. Si bien estas distaron de ser tan fuertes como las de 2020, podría haber acrecentado la diferencia entre la tasa de desempleo con y sin inactivos. En la medida que las restricciones se relajen y la vacunación avance, esperamos que el empleo informal vuelva a los niveles pre-pandemia hacia el cierre del año representando más de la mitad de los empleos que se creen durante los próximos meses.
Esta dinámica podría eventualmente reducir la expansión del cuentapropismo, que parece ser una salida laboral para muchos trabajadores y familias en este contexto, considerando que el empleo formal crecerá lentamente a lo largo del año en los 31 aglomerados urbanos.
Por otro lado, contemplando que los asalariados formales (privados y públicos) representan cerca de la mitad del empleo, el efecto en los ingresos laborales de la reapertura de las paritarias, acorde a una inflación esperada mayor, se verá algo diluido. Apuntalar el consumo del resto de los ocupados -más asociados a los sectores de menores ingresos- descansará en la velocidad de la desaceleración de la inflación.
Conjuntamente, prevemos que el empleo -en todas sus modalidades- crezca alrededor de 6,5% en promedio este año, quedando más de 3% por debajo de 2019. Esta parcial recuperación sería mayor a la de la actividad económica a nivel agregado, en parte por el rezago en términos reales que los ingresos laborales presentarán durante buena parte del año, y en parte por la precarización del mercado de trabajo, ya que la recuperación estará liderada por los empleos no registrados.