Durante este año, la pandemia nos forzó a una vida online 24/7 para poder sobrevivir y mantener a flote nuestra vida social y laboral, con el consecuente hartazgo de las pantallas, recuerda Mariela Mociulsky, directora de la consultora Trendsity.
Una de las tensiones que aparecieron tiene que ver con las “ausencias” en los espacios virtuales, una planteo casi filosófico pero relevante.
En las empresas, si en la “normalidad” las excusas para no estar presente en reuniones laborales tenían que ver con transporte, médicos o trámites hoy se renuevan los motivos, con excusas desde insólitas a realistas pero todas propias de un nuevo registro y modalidad de vida que híper exige: problemas de conexión.
O de luz, pedidos que llegan del supermercado o delivery o bien hijos, familia o mascotas que reclaman atención en momentos de reuniones.
Capítulo aparte merece lo que pasa en educación. Más allá de la realidad de muchos alumnos -que no pueden acceder a sus clases por falta de infraestructura tecnológica personal o de su contexto- los que sí pueden esgrimen en muchos casos problemas con la cámara, imágenes que se congelan, inconvenientes con el audio o todo tipo de situaciones técnicas con la que se excusan de las clases online.
¿Por qué es importante esta nueva tensión? Porque probablemente lo que venga en los próximos meses tenga que ver con una realidad mixta entre lo presencial y lo virtual. Si uno considera que los regímenes de teletrabajo y tele-educación estarán presentes -al menos parte del tiempo- es central entender cómo será una nueva convivencia de registros on y offline.
En todos los casos, se trata de pensar que no se puede pasar automáticamente los formatos y modalidades de un registro al otro. Por ejemplo, contemplar duración, poner foco, evitar la cámara si no fuera necesario. Se trata de repensar las diferencias que aparecen en uno y otro y poder diseñar nuevos espacios a medida de las necesidades y demandas del mundo online.