La revista The Atlantic publicó la historia de una niña de 14 años, Claire, que no estaba segura de ser mujer. Tenía dificultad para hacer amigas y la dominaban la ansiedad y la depresión. Tenía la sensación de que en ella algo andaba mal. Era consciente de que atravesaba una edad difícil pero sentía que había algo más que eso.
Comenzó a mirar en YouTube videos hechos por jóvenes “transgénero”, jóvenes que realizaron su transición al otro género. Se fascinó con uno de un “transmuchacho”, que se había hecho un tratamiento de testosterona y se había sometido a dos mastectomías para surgir como un saludable y feliz muchacho.
A partir de ese momento Claire supuso que la infelicidad y la profunda sensación de insatisfacción que sentía era porque debía ser un muchacho y no una chica.
Al cabo de un tiempo lo habló con sus padres y les confesó su deseo de hacer “la transición”, con tratamientos e intervención médica. Comenzó entonces el período del psicoanálisis hasta que la terapeuta admitió el problema de la disforia de género (insatisfacción con el género) y la refirió a un especialista en identidad de género. Ya Claire estaba en plena adolescencia.
Los padres, reacios a comenzar ese proceso, se informaron en internet sobre disforia de género. La madre, doctora en farmacología, encontró una explicación según la cual su hija respondía a los criterios clínicos de la disforia de género: no se sentía mujer, claramente quería ser varón y eso la deprimía profundamente. Sin embargo, sentía que eso no era todo. “Los psicólogos saben que la adolescencia está plagada de incertidumbres y de búsqueda de identidad, y eso no se está teniendo en cuenta”.
La mayor parte de los documentos encontrados en Internet le decían que si su hija dice que es trans, es trans; si dice que quiere hormonas, necesita hormonas y si quiere cirugía, necesita cirugía. Tenía que apoyarla.
La familia comenzó una vida de más actividades todos juntos, más juegos de mesa todos juntos, más televisión todos juntos.. Le dijeron qu sobre la base de lo que se habían informado en sus investigaciones era posible que sus sentimientos sobre género cambiaran con el tiempo y le aconsejaron que comenzara a escribir un diario íntimo en la esperanza de que hurgara en lo profundo de sus sentimientos. Claire les siguió la corriente aunque su frustración iba en aumento. De pronto, algo cambió. En su diario ella escribió el momento justo en que se dio cuenta de que no era un varón. Fue un día en que se miró al espejo tratando de posar como chico y seguía sintiéndose mal, seguía deprimida. “Tal vez esa no sea la respuesta”, se dijo. “Tal vez sea otra cosa”. Le tomó algún tiempo llegar a la conclusión de que era, definitivamente, una chica.
Claire, hoy, dice que tal vez su convencimiento de ser un varón surgió de una visión rígida de los roles de género que había internalizado. Al no encajar bien en el estereotipo de mujer, pensó que era un varón.