Ahora que la contracción del crédito amenaza convertirse en una depresión global, los directivos de empresas tienen dos posibilidades. La primera es “invertir en la recesión”, o sea, hacerle frente a la tormenta buscando oportunidades de encontrar activos a buen precio que las ayuden a crecer y crear valor futuro para sus accionistas. Esto lo hacen muy pocos.
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La segunda, la que elige la mayoría, es quedarse quietos, no invertir y hasta desprenderse de activos. </p>
<p>La investigación que realizaron Mehrdad Baghai, Sven Smit, y S. Patrick Viguerie indica que aunque muchos ejecutivos conocen y dicen respetar la máxima “invierta en una depresión”, pocos lo hacen. Para al libro que publicaron recientemente, “La granularidad del crecimiento”, crearon una base de datos de aproximadamente unas 200 compañías y descompusieron las fuentes de crecimiento más importantes (impulso del mercado, fusiones, y ganancias por acciones) no sólo para cada compañía sino también para segmentos de mercado. Luego identificaron los segmentos que habían experimentado alzas o bajas y miraron las estrategias que habían adoptado las empresas durante esos períodos. Finalmente, computaron los retornos totales que recibieron los accionistas de cada compañía para poder comparar el desempeño entre fuentes de crecimiento, segmentos y estrategias. </p>
<p>Se destacaron dos conjuntos de resultados. Primero, de los posibles movimientos estratégicos que pueden hacer las compañías para crecer en una depresión – desprendimientos, adquisiciones, inversiones para ganar participación en el mercado—una eficaz estrategia de adquisición (definida como crecimiento mediante fusiones y adquisiciones a una tasa más alta que 75% de empresas colegas) creó importante valor para los accionistas. Durante un período de bonanza, por otra parte, los desprendimientos crearon un poco más de valor que las adquisiciones. </p>
<p>Segundo, las empresas que se comportan de modo contraproducente. Las empresas hacen muchas menos adquisiciones en tiempos de baja que de crecimiento económico. Además, también se desprenden de activos en esos momentos difíciles. </p>
<p> Todo esto se entiende, dicen los autores. Cuando los ingresos bajan y los márgenes se achican, la gerencia naturalmente cambia el rumbo y se dedica a recortar costos y mantener las ganancias. La compañía protege su balance, pero ése es un método que conduce a postergar el crecimiento y las inversiones no prioritarias, al encajonamiento de lar grandes adquisiciones y la venta de activos. Muchas empresas se congelan: 60% de las comprendidas en el estudio no hizo movimientos de ningún tipo. </p>
<p>Pero hay otras que actúan de modo diferente. Son las que ven los tiempos de recesión como el momento para hacer adquisiciones. Se abalanzan con avidez a las oportunidades que crea la recesión. </p>
<p>Los autores no sugieren que todas las empresas deberían salir de compras en depresión y ajustarse el cinturón en la bonanza. Tampoco ignoran que algunas organizaciones no están en posición financiera como para aprovechar las oportunidades que presenta la recesión. Pero sí dicen que hay gran cantidad de empresas saludables que harían bien en tratar de contrarrestar esa natural tendencia a la inmovilidad, que en definitiva termina dañando a los accionistas. La inversión contra-cíclica, como la llaman, puede separar a los ganadores de los perdedores. </p>
Ventajas de la inversión contra-cíclica
En un trabajo realizado para la consultora McKensey, tres investigadores aconsejas, a las empresas que están en buenas condiciones, no dejar de invertir durante una recesión. Lo llaman estrategia inteligente de adquisiciones.