sábado, 28 de diciembre de 2024

Una propiedad convertida en marca

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William Vanderbilt Cecil Senior heredó un elefante blanco: Biltmore House, una mansión de 250 habitaciones construida por su abuelo George Washington Vanderbilt que apenas funcionaba como atracción turística cuando Bill Cecil se hizo cargo en 1960.

En la actualidad, Biltmore es la pieza clave de un floreciente negocio de viajes y turismo. Con ingresos que rondan los US$ 50 millones y un valor de mercado estimado en US$ 125 millones, Biltmore Company no coloca a Cecil, de 70 años, en el mismo lugar que a su tatarabuelo el Comodoro Cornelius Vanderbilt ni su bisabuelo William Henry Vanderbilt, cada uno de ellos, el norteamericano más rico de su época. Pero tanto Bill Cecil como su hijo Bill Cecil Jr. de 40 años, que asumió como presidente de la compañía en 1995, continúan agregándole valor a una propiedad de 3.237 hectáreas cobijada por las montañas de Asheville, Carolina del Norte.

En la actualidad, la mansión Biltmore incluye un viñedo, varios restaurantes y un jardín de invierno recientemente restaurado. Este año se calcula que atraerá a 850.000 visitantes, la mayoría de los cuales pagará alrededor de US$ 29,95 por una visita que les permitirá contemplar un estilo de vida olvidado, testigo de una opulencia casi inimaginable. Casi todo en la propiedad fue cuidadosamente restaurado, experiencia que se planificó con una precisión digna del estilo Disney.

Los Cecils anunciaron recientemente que emprenderán un proyecto de US$ 31 millones que convertirá a la mansión en un hotel de 224 habitaciones durante el verano del año 2000, y que a su vez la transformará de una atracción diaria en un lugar de destino múltiple a la vez que elevará sus márgenes de ganancia en un 15%.

Terminada en 1895 con un costo de por lo menos US$ 5 millones -alrededor de US$ 90 millones actuales- Biltmore fue el símbolo de los años locos empequeñeciendo al Breakers de Rhode Island construido por Cornelius II, hermano de G.W. Vanderbilt y al más reciente, Xanadu, el castillo de los Hearst en San Simeon, California.

George Washington Vanderbilt recorrió el mundo para decorar este palacio y contrató al arquitecto del Central Park de Manhattan, Frederick Law Olmsted, para que se ocupara de la disposición de los jardines. Biltmore House tuvo la tecnología más moderna de su época, incluyendo dos ascensores, luz eléctrica y una pileta de agua climatizada. Pero el viejo George había destinado la mayor parte de su herencia al proyecto y la llegada del impuesto a las ganancias y la Gran Depresión se ocuparon del resto.

Los Cecils hicieron de Biltmore más que un destino turístico; convirtieron a la propiedad en un nombre de marca. Las ventas de sus productos fuera de la mansión representan casi la mitad de las 72.000 cajas vendidas por su bodega el año pasado.
El tema que están tratando en la actualidad: una licencia con un importante productor que colocaría el nombre de Biltmore a las azaleas que distribuye en los grandes centros comerciales. Esto daría un uso productivo a gran parte de la tierra de la propiedad.

Otro de los objetivos de Bill hijo es prolongar la estadía de los visitantes; de allí el proyecto del hotel. “Algunos grupos importantes nos dijeron que les gustaría que la mansión se convirtiera en una casa de huéspedes. El hotel se adaptaría a la topografía del lugar y gracias al relieve, sería posible ver la casa desde el hotel pero no el hotel desde la casa”.
Otra posibilidad sería un paseo educativo alrededor de la propiedad.

Para un futuro, los Cecils imaginan un segundo hotel y una cancha de golf en una parte de la propiedad que cruza el French Board River desde el sector que utiliza el turismo actualmente. Necesitarán un puente -costo: US$ 3,5 millones- para que los visitantes no tengan que utilizar un camino público para llegar allí. Nadie quiere romper el hechizo cuando se aleja de la mansión.

En la actualidad, Biltmore es la pieza clave de un floreciente negocio de viajes y turismo. Con ingresos que rondan los US$ 50 millones y un valor de mercado estimado en US$ 125 millones, Biltmore Company no coloca a Cecil, de 70 años, en el mismo lugar que a su tatarabuelo el Comodoro Cornelius Vanderbilt ni su bisabuelo William Henry Vanderbilt, cada uno de ellos, el norteamericano más rico de su época. Pero tanto Bill Cecil como su hijo Bill Cecil Jr. de 40 años, que asumió como presidente de la compañía en 1995, continúan agregándole valor a una propiedad de 3.237 hectáreas cobijada por las montañas de Asheville, Carolina del Norte.

En la actualidad, la mansión Biltmore incluye un viñedo, varios restaurantes y un jardín de invierno recientemente restaurado. Este año se calcula que atraerá a 850.000 visitantes, la mayoría de los cuales pagará alrededor de US$ 29,95 por una visita que les permitirá contemplar un estilo de vida olvidado, testigo de una opulencia casi inimaginable. Casi todo en la propiedad fue cuidadosamente restaurado, experiencia que se planificó con una precisión digna del estilo Disney.

Los Cecils anunciaron recientemente que emprenderán un proyecto de US$ 31 millones que convertirá a la mansión en un hotel de 224 habitaciones durante el verano del año 2000, y que a su vez la transformará de una atracción diaria en un lugar de destino múltiple a la vez que elevará sus márgenes de ganancia en un 15%.

Terminada en 1895 con un costo de por lo menos US$ 5 millones -alrededor de US$ 90 millones actuales- Biltmore fue el símbolo de los años locos empequeñeciendo al Breakers de Rhode Island construido por Cornelius II, hermano de G.W. Vanderbilt y al más reciente, Xanadu, el castillo de los Hearst en San Simeon, California.

George Washington Vanderbilt recorrió el mundo para decorar este palacio y contrató al arquitecto del Central Park de Manhattan, Frederick Law Olmsted, para que se ocupara de la disposición de los jardines. Biltmore House tuvo la tecnología más moderna de su época, incluyendo dos ascensores, luz eléctrica y una pileta de agua climatizada. Pero el viejo George había destinado la mayor parte de su herencia al proyecto y la llegada del impuesto a las ganancias y la Gran Depresión se ocuparon del resto.

Los Cecils hicieron de Biltmore más que un destino turístico; convirtieron a la propiedad en un nombre de marca. Las ventas de sus productos fuera de la mansión representan casi la mitad de las 72.000 cajas vendidas por su bodega el año pasado.
El tema que están tratando en la actualidad: una licencia con un importante productor que colocaría el nombre de Biltmore a las azaleas que distribuye en los grandes centros comerciales. Esto daría un uso productivo a gran parte de la tierra de la propiedad.

Otro de los objetivos de Bill hijo es prolongar la estadía de los visitantes; de allí el proyecto del hotel. “Algunos grupos importantes nos dijeron que les gustaría que la mansión se convirtiera en una casa de huéspedes. El hotel se adaptaría a la topografía del lugar y gracias al relieve, sería posible ver la casa desde el hotel pero no el hotel desde la casa”.
Otra posibilidad sería un paseo educativo alrededor de la propiedad.

Para un futuro, los Cecils imaginan un segundo hotel y una cancha de golf en una parte de la propiedad que cruza el French Board River desde el sector que utiliza el turismo actualmente. Necesitarán un puente -costo: US$ 3,5 millones- para que los visitantes no tengan que utilizar un camino público para llegar allí. Nadie quiere romper el hechizo cuando se aleja de la mansión.

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