Que la historia empresarial norteamericana está plagada de casos de rapiña, codicia y abuso no es novedad para nadie, especialmente desde principios de este siglo cuando el mundo asistió a los más sonados escándalos protagonizados por hasta entonces prestigiosos magnates. Un libro de reciente publicación da cuenta de las mayores compras, fusiones y tomas hostiles de empresas a manos de codiciosos e inescrupulosos personajes.
En efecto, el libro de John Weir Close, titulado “A Giant Cow-Tipping by Savages:’ The Boom, Bust and Boom Culture of M&A”, es una historia social de las fusiones y adquisiciones de nuestro tiempo donde los protagonistas no aparecen con su mejor perfil.
No aparecen compradores seriales como como Cisco o Johnson & Johnson. Close, fundador y editor de The M & A Diario , una prestigiosa newsletter con información de primera mano, se ocupa exclusivamente de los que considera saqueadores, sus banqueros y sus abogados. Juntos, desde principios de la década de 1970 cambiaron la faz de las fusiones y adquisiciones, que dejó de ser una actividad de caballeros para convertirse en una verdadera rapiña.
Los piratas que describe Close son, por lo menos, pintorescos. Aparece allí Robert Campeau, que procuraba mantenerse joven con inyecciones de neuronas de cordero nonato y cuyos asaltos al sector de las grandes tiendas norteamericanas terminó con la quiebra de los Federated Department Stores en 1990; también aparece Carl Icahn, quien supuestamente dijo: “Si quieres amor, comprar un perro,” y vació TWA, la gran aerolínea norteamericana: y Robert Maxwell, quien con su compra de Macmillan contribuyó al colapso de su imperio de medios y también a su suicidio.
Los subalternos de estos conquistadores llegaron, en algunos casos a ser tan ricos y famosos como sus maestros. Menciona entre estos a Michael Milken, el financista que contribuyó al desarrollo de los bonos basura; a Bruce Wasserstein, el rey de las fusiones y adquisiciones y al abogado Joe flom, pionero de las fusiones y adquisiones especializado en tomas hostiles.
Lo grave, dice Close, es que esta banda de delincuentes alteró para siempre el mundo empresarial del país. Todo esto sería poco más que la lectura salaz si la “banda de absorción” no había alterado permanentemente el mundo corporativo. Gracias a personajes como éstos muchas empresas no pudieron seguir existiendo. Ellos son los ancestros de los actuales accionistas activistas. No compran empresas que andan mal. Se meten en ellas y obligan a sus gerentes a levantar la apuesta”.
El libro también revela que la nueva generación, que incluye al activista Bill Ackman y al iconoclasta nuevo juez de Delaware Leo Strine, dominarán el nuevo e inminente stsunami de fusiones y adquisiciones.