La campaña por la reelección de Barack Obama en 2013 representó el punto culminante en el arte de apuntarle a los votantes mediante una combinación de Facebook y otros medios sociales, que apenas habían existido en la elección anterior, cuando se había usado el viejo método de apelar a las bases.
Pero ahora la valla está más alta. Jim Messina, jefe de campaña de Obama en 2012, dice que quienquiera que maneje las campañas presidenciales del 2016 deberá volver a empezar para incorporar los dispositivos móviles y las nuevas aplicaciones. “La evolución de tecnología está explotando tan rápidamente que hoy es posible hacer lo que en 2012 no pudimos: apuntar individualmente a las personas online”, dijo Messina. Hoy, hoy asesora a David Cameron en Gran Bretaña en estrategia digital para las elecciones generales del año próximo.
Entender la propensión a votar es “absolutamente importante”, dice Messina, “porque el problema para los demócratas en elecciones parlamentarias es siempre de asistencia a las urnas”.
Pero la revolución mayor se produjo en el arte y ciencia del “microtargeting”, que permite a las campañas apuntar directo a los votantes con mensajes personales en momentos y en medios donde existe la mayor posibilidad de que sean escuchados.
Los escépticos, sin embargo, cuestionan las posibilidades de éxito de este nuevo método y, sobre todo, temen fraudes y problemas de privacidad. Los consultores, que se han alzado con un valiosísimo negocio, ponen enorme interés en resaltar las virtudes del método a sus clientes, los políticos. Casi siempre cobran un porcentaje del gasto publicitario, lo cual les da un incentivo para organizar campañas cada vez más caras.
La intensidad con la cual las campañas políticas están aprovechando las últimas tecnologías para llegar a los votantes, no ha pasado desapercibida para Silicon Valley, que ya ha comenzado a acercarse a Washingtn.