“Nunca llores en el trabajo” es el consejo. Aunque también seguro se ha escuchado respecto a cualquier actividad. Ni en la universidad, ni en el deporte ni en una cita ni en ningún lugar es admisible quebrarse en llanto ante una dificultad. Es cierto, pero ¿es un consejo realista? ¿es posible no ceder ante las presiones de la vida diaria?Cuando el jefe nos pide que rehagamos el trabajo que nos costó todo un fin de semana terminar, cuando a nadie le gusta nuestra presentación, cuando los equipos de la oficina no funcionan y terminamos estallando, ¿qué queda por hacer? Realmente no es la pregunta más importante. No se trata de qué pasó sino de qué hacer con lo que pasó. No estamos condenados a ser, por siempre, el empleado que lloró cuando el jefe le dijo que no vuelva a llegar tarde. A continuación, algunos consejos para lidiar con ésta situación.
Reconocer que uno es humano
Sí, es vergonzoso. Pero tener emociones es básicamente lo que hacemos los humanos. Más allá del comportamiento inadecuado en el lugar de trabajo, ningún empleador espera que sus trabajadores sean robots. No sirve de nada regañase, ¿cómo esperamos que el resto del grupo de trabajo lo olvide si ni siquiera nosotros mismos podemos?
Entender qué pasó
El primer paso para solucionar cualquier problema es entenderlo. Si no sabemos que nos ocurrió no hay forma de arreglarlo, y en lo que a emociones concierne la causa puede ser difícil de localizar. Por ejemplo, no es lo mismo tener un exabrupto una vez por un problema específico que ser conocido como el empleado loco que vive gritando y haciendo problemas. Sí somos ese empleado tenemos un problema. Si en cambio sabemos que no fue porque nos rechazaron un proyecto que quebramos sino porque tenemos un problema familiar o un problema económico es el momento perfecto para pedir disculpas y explicar la situación. También puede ser algo simple como el tráfico. Si sabemos que el tráfico nos afecta emocionalmente hay que controlarlo: salir más temprano, escuchar la radio, tomar otra ruta.
Pedir disculpas
Hay que disculparse con todos los involucrados en el incidente en cuestión. Acercarse a todos individualmente o en grupo y pedir las disculpas correspondientes es actuar profesionalmente y por lo tanto demostrar que podemos ser profesionales aunque tengamos errores. También es una buena oportunidad para entablar vínculos con los compañeros de trabajo, como por ejemplo contar qué fue lo que nos hizo estallar y demostrar, una vez más, que somos humanos y nadie está a salvo de sus propias emociones.