En síntesis, la lógica es ésta: el nacimiento de Internet como distribuidora de contenidos fue absolutamente revolucionario. Fue así que las marcas se volcaron con todo su entusiasmo al canal para comercializar sus productos. De ese modo, con la ilusión del infinito alcance del aviso digital, la red se superpobló de mensajes. Todos buscando clics, todos buscando alcance, todos buscando ventas. Se hizo un abuso tan grande del medio que los consumidores se hartaron y dijeron basta. Por eso buscan los bloqueadores: para ver lo que quieren ver sin la incomodidad de un aviso que se lo demore.
Al limitar tanto ruido es posible que haya mayores posibilidades para que la señal de un anunciante llegue a su destino y cree una gran oportunidad para dejar una impresión más fuerte y más duradera.