¿Recuerda cuando con cada compra que se hacía con American Express en Estados Unidos se contribuía a la restauración de la Estatua de la Libertad? Tal vez, no (por ese entonces, corría el año 1984), pero eso se llamaba marketing social.
¿Ha visto el aviso de Maxwell House en el que no aparece una sola imagen de granos de café, filtros o un miembro de familia, con ojos llorosos, que reciba a alguien con una taza de café humeante?
Ese anuncio forma parte de una campaña de conciencia general sobre el Entorno del Género Humano. Lo único que los televidentes ven del anunciante es una lata de café con pinceles en remojo. Eso es marketing social.
El marketing social cobra otras formas. IBM otorgará hasta US$ 2 millones a escuelas regionales o estatales a fin de resolver problemas del sistema educativo, en especial, de programación de matemática y ciencia.
Para adjudicarse la subvención, la comunidad debe encontrarse en localidades donde opere IBM. Además, debe aceptar el uso de la tecnología de la compañía en cualquier programación resultante.
En países en vías de desarrollo, Johnson & Johnson se agrupó con Unicef con el propósito de iniciar el Programa Mundial de Supervivencia del Niño. J&J dona sus productos a Unicef y, a cambio, obtiene brand awareness en esos países.
Con el dinero que, de lo contrario, habría invertido en esos productos, Unicef financia programas nuevos.
Por otro lado, Foot Locker patrocina un programa de reuso. Entregue un calzado deportivo viejo a Foot Locker y la empresa lo reciclará para producir el material que protege los campos de deporte.
Estos son ejemplos de empresas que se benefician en pos de una causa justa. Sin lugar a dudas, este marketing funciona.
Según un estudio sobre la actitud del consumidor respecto del marketing social realizado por Cone Communications y Ropert Starch Worldwide, 84% de los encuestados tenía una imagen positiva de las empresas que apostaban activamente a un mundo mejor.
Alrededor de 66% sostuvo que cambiaría de marca si la empresa estuviera vinculada a una causa que admirara.
Y en familias con ingresos por encima de US$ 50.000, el porcentaje de consumidores dispuestos a cambiar de marca trepó a 82%, incluso en el caso de que la empresa patrocinadora ofreciera productos más costosos.
En este siglo más amable y gentil que comienza, en el cual el materialismo dará paso a la espiritualidad y la preocupación por los valores humanos adquirirá más importancia que los ingresos, el marketing social será una forma mediante la cual las empresas puedan alcanzar a los clientes mientras apuestan a un mundo mejor.
¿Recuerda cuando con cada compra que se hacía con American Express en Estados Unidos se contribuía a la restauración de la Estatua de la Libertad? Tal vez, no (por ese entonces, corría el año 1984), pero eso se llamaba marketing social.
¿Ha visto el aviso de Maxwell House en el que no aparece una sola imagen de granos de café, filtros o un miembro de familia, con ojos llorosos, que reciba a alguien con una taza de café humeante?
Ese anuncio forma parte de una campaña de conciencia general sobre el Entorno del Género Humano. Lo único que los televidentes ven del anunciante es una lata de café con pinceles en remojo. Eso es marketing social.
El marketing social cobra otras formas. IBM otorgará hasta US$ 2 millones a escuelas regionales o estatales a fin de resolver problemas del sistema educativo, en especial, de programación de matemática y ciencia.
Para adjudicarse la subvención, la comunidad debe encontrarse en localidades donde opere IBM. Además, debe aceptar el uso de la tecnología de la compañía en cualquier programación resultante.
En países en vías de desarrollo, Johnson & Johnson se agrupó con Unicef con el propósito de iniciar el Programa Mundial de Supervivencia del Niño. J&J dona sus productos a Unicef y, a cambio, obtiene brand awareness en esos países.
Con el dinero que, de lo contrario, habría invertido en esos productos, Unicef financia programas nuevos.
Por otro lado, Foot Locker patrocina un programa de reuso. Entregue un calzado deportivo viejo a Foot Locker y la empresa lo reciclará para producir el material que protege los campos de deporte.
Estos son ejemplos de empresas que se benefician en pos de una causa justa. Sin lugar a dudas, este marketing funciona.
Según un estudio sobre la actitud del consumidor respecto del marketing social realizado por Cone Communications y Ropert Starch Worldwide, 84% de los encuestados tenía una imagen positiva de las empresas que apostaban activamente a un mundo mejor.
Alrededor de 66% sostuvo que cambiaría de marca si la empresa estuviera vinculada a una causa que admirara.
Y en familias con ingresos por encima de US$ 50.000, el porcentaje de consumidores dispuestos a cambiar de marca trepó a 82%, incluso en el caso de que la empresa patrocinadora ofreciera productos más costosos.
En este siglo más amable y gentil que comienza, en el cual el materialismo dará paso a la espiritualidad y la preocupación por los valores humanos adquirirá más importancia que los ingresos, el marketing social será una forma mediante la cual las empresas puedan alcanzar a los clientes mientras apuestan a un mundo mejor.