<p>Pero, como era habitual durante mucho tiempo fuera de Estados Unidos, Gran Bretaña y otros émulos del modelo anglosajón, hoy algunas economías centrales juegan a la innovación y arman estructuras de ese tipo. El ímpetu proviene de dos frentes: sectores tan activos como energía, combustibles, ambiente o salud pública y áreas desantendidas por la iniciativa privada (inclusive industria y tecnología).</p><p>Por supuesto, las políticas en materia de innovación recién se perfilan en EE.UU. y el impulso deriva de Barack Obama, sus planes y estímulos. Así, el presupuesto 2009/10 –se ejecuta desde octubre próximo- ordena al buró de análisis económico (BEA) “desarrollar estadísticas para evaluar especialmente el papel de la innovación”. El nuevo director de tecnología, un hindú llamado Anish Chopra (detalle sugestivo) plantear “plataformas innovadoras” que generen crecimiento. Al revés de los años treinta, falta un John Maynard Keynes inspirador. Timothy Geithner (hacienda) o Lawrence Summers (asesor presidencial) distan de su nivel.</p><p>Obviamente, muchos se preguntan cuál sería el papel del estado en la creación de actividades y empleos, en un mundo de tecnologías en avance. No ya necesariamente en una “economía global” atada al sector financiero. En efecto, proliferan debates como uno reciente en la escuela de negocios de Harvard, conducido por John Kao, otro oriental, experto en innovaciones a gran escala. Hubo participantes de EE.UU., Gran Bretaña, Australia –modelo anglosajón-, Chile, Finlandia, Noruega, Japón e India, esto es modelos mixtos.</p><p>Algunos expositores abordaron temas tan ambiciosos como cambios climáticos, geoingeniería o gestión de recursos hídricos. Otros prefirieron ejemplos prácticos de innovación y marcos políticos o sociales, amén de cuestiones tan concretas como educación, incentivos sectoriales, flujos demográficos, investigación y desarrollo.</p><p>En general, los participantes coincidieron en que –si es preciso innovar con criterios amplios, “debiera hacerse de forma más diáfana que en el pasado, especialmente –señalaba Kao- en lo industrial. A menudo, estas acciones se centran en compañías con vínculos gubernamentales. Si, por el contrario, se proponen políticas amplias, el papel del estado será como promotor, desarrollador u orquestador de proyectos, sin mando directo”.</p><p> </p>
<p>Finlandia, por ejemplo, tiene desde hace mucho planteos extensivos de innovación e invierte en áreas tan diversas como educación o redes nacionales de alta velocidad que conectar usuarios en parajes remotos. Nokia y sus ubicuos celulares se benefician de esta política.</p>
<p>Japón en un caso demográficamente opuesto. Pero el papel de las telecomunicaciones privadas es similar. Australia, un continente medio vacío (22 millones de habitantes en 8.000.000 km2), “trata de promover industrias asociadas a climas contrastantes y desiertos tanto físicos como humanos”, apuntaba Terence Cutler, experto en innovación selectiva. “Por ejemplo, se fomentan cereales o algodón resistentes a sequías”.</p>
<p>Por último, el gobierno indio y los propios industriales financian investigaciones y desarrollo de productos o servicios que invierte el flujo de innovación, tradicionalmente de países ricos a países en desenvolvimiento. Un ejemplo claro es el coche de bajo precio Lak (Nano), que Tata exporta a medio mundo. India, pese a su pasado como colonia británica y a retener el inglés como lengua franca, nunca adopto el modelo capitalista anglosajón, hoy en retroceso global.</p>