Y si ese segundo en comando no es parte de la familia, su trabajo será doblemente difícil. Un sondeo reciente concluye que los CEO nombrados a dedo por los propietarios, basándose en la relación familiar, pueden no ser la opción indicada.
Según las conclusiones del estudio, los cargos directivos deben ser ocupados por expertos preparados en determinadas áreas y los herederos o familiares que no conocen el negocio deberían prepararse en áreas que ayuden a consolidar el éxito de su empresa.
Muchas veces la empresa familiar escoge un CEO en el exterior de la empresa para compensar las deficiencias de quien manda, aunque este objetivo sea inconfesable.
Eso significa que en la práctica, el CEO se va a ver obligado – por el bien de la empresa – a pasar por encima del criterio de su jefe. Pero tendrá que hacerlo con sutileza y nunca con criterio de sublevación. Los especialistas, recomiendan para esos casos adoptar una actitud de equipo y dar la sensación de que ha venido a darle una mano y no a desplazarlo.
Dos caminos
Algunos especialistas recomiendan hacer una labor de hormiga y, poco a poco, ir ganándose la confianza de ese superior, con el fin de que su opinión progresivamente pueda contar para la evolución de su área y de la empresa en general.
Cuando la incompetencia del número uno es muy marcada y también lo es su postura de desautorizar al número dos, las alternativas son dos: o bien aprender a manejarlo, o retirarse de una compañía, que, por su naturaleza familiar, muestra inclinación a favorecer al familiar, incompetente o no. A los dueños de negocios, los expertos les recomiendan: “Si su hermana se acerca y le pide que le dé a su hijo un puesto de trabajo, la respuesta debe ser no. Si es necesario, que el aspirante se abra camino con su empeño y trabajo constante, desde un cargo de poca responsabilidad en su empresa, pero como un obrero más. De lo contrario, su negocio va a estar mejor sin el pequeño sobrino”.