Existe, en las grandes empresas, la mística de que el que viaja es importante. Entonces, hay que viajar. La pregunta del millón es si son siempre necesarios esos viajes de negocios.
¿Se imaginan decir: “No puedo asistir a esa reunión porque ese día debo estar en Barcelona por cuestiones de negocios”? Suena espectacular. Contestar mail diciendo “En este momento estoy en Londres en un seminario de tres días. Lo siento. Nos vemos a mi vuelta”.
Suena, realmente, que tenemos un trabajo muy importante. Pero ¿qué se aprende con esos viajes? El valor de esos viajes está, no tanto en lo que uno averigua sino en las relaciones que hace. Antes sí era importante viajar. Los colegas nos acercaban material mano a mano de una forma en que no se podía compartir fácilmente sin el viaje de por medio. Pero ahora que existe la teleconferencia, la videoconferencia, los programas en la nube que permiten que varias personas trabajen al unísono en el mismo proyecto el intercambio de información ha dejado de ser una motivación. La motivación está en hacer conectados, relaciones personales que luego van a ser los nexos para futuras negociaciones o solución de problemas
