Sentado en su silla de cuero en la sala de conferencias de la consultora Oxford Partners, Alejandro Mascó está en su elemento. Parece imposible imaginarlo tomando los hábitos, estudiando en el seminario para convertirse en cura, pero así empieza su primer libro, “Entre generaciones: no te quedes afuera del futuro†de editorial Temas. Allí, entre relatos personales, estadísticas locales autogeneradas, escenas de películas y claves en forma de decálogos, Mascó explica cómo la convivencia entre generaciones no es solo posible sino necesaria. Para las organizaciones, sí, pero también para la vida personal.
“Hace tiempo que tenía ganas de escribir un libro para poder compartir ciertas experiencias y know how que fui profundizando en mi carrera y creo que sirve no solamente para entender los desafíos que enfrentan las empresas sino también la sociedad, el país y el mundo. En este sentido, el libro no apunta solamente a ayudar en los negocios. La tecnología generó un cambio tan importante en la manera de pensar, de comunicarse, que hemos sido, y seguimos siendo, impactados. Hay que entender que el mundo es diferente y abrir la cabeza para entender cómo cada uno puede sumar complementariamente y no a través de la confrontación innecesariaâ€.
El proceso fue arduo para Mascó que, a pesar de escribir ficción desde pequeño en su tiempo libre, nunca había sentido con tanta fuerza la frustración de la página en blanco y los tiempos veloces de los editores. Primero armó un temario que sirvió como una estructura para comenzar a escribir, aunque después lo fue modificando. Después de cuatro meses, camino a casa, se iluminó con un final literario. “Quería apurarme a llegar y ponerme rápido a escribir antes de que se me olvidera la ideaâ€, confiesa emocionado.
El resultado es un trabajo de 175 páginas muy fácil de leer, con escenas de películas famosas como “Toy Story 3†y “La red social†que son el puntapié didáctico para “meterse†en los desafíos que enfrenta cada generación. Además, abre la puerta a su vida personal con la franqueza de una autobiografía y, a un día del lanzamiento oficial de su libro en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA), ya decidió sentarse a escribir otro. Ahora, como autor publicado, tiene los anticuerpos necesarios para resistir el proceso.
Otra manera de hacer las cosas
“En vez de pensar que un joven de la generación Y que pide un viernes de verano en una entrevista es un chanta, habría que cambiar el enfoque. Siempre posicionamos nuestra manera de ver las cosas como la correcta y ese es un error. Pero para lograr esta convivencia hay que romper paradigmas; estas ideas preconcebidas que tenemos para darle espacio a alternativas enriquecedoras. Eso, por supuesto, genera resquemor en las personas. Una cierta resistencia al cambio que es natural. Pero cuando se logra, es algo que genera mucha libido, una sensación de satisfacción por haber logrado mostrar una manera diferente de hacer las cosas. Se rompen paradigmas para propiciar una gestión de valorâ€, explica.
Así es que el libro de Mascó no se queda en el enfoque académico que tantas veces se reproduce en los libros de management sino que va a lo práctico: explica cómo es cada generación y cómo generar un vínculo con ella. De alguna manera, para el autor, la diferencia es un diamante en bruto cuyo valor está escondido y debe pulirse con valentía y dedicación.
“Escribir sobre las diversas generaciones y su interacción en el ámbito del trabajo es abrir un espacio de discusión y conocimiento con el objetivo de buscar soluciones para situaciones con las que empleados y gerentes conviven a diario, experiencias que eran vistas pasivamente, vividas y sufridas, pero no interpeladas o enfrentadas desde el área de Capital Humano y por lo tanto, aparecen todavía frecuentemente irresueltasâ€, escribe Mascó en la introducción de su libro.
La economía de las emociones
Uno de los elementos más disruptivos que trajo la Generación Y a las organizaciones tiene que ver con la expresión de las emociones. Esto trastornó mucho a los Baby Boomers y a la Generación X para quienes la constante fue el sacrificio en pos de la estabilidad; de alguna manera, para ellos, la procesión va por dentro.
“Hay que entender que las organizaciones están compuestas por personas que tienen emociones todo el tiempo. Para llevar adelante proyectos hay que tener en cuenta los estados de ánimo, la voluntad, los deseos, pero parece que si se habla de estas cuestiones, se demuestra debilidad. Lo que se ve es que la Generación Y pone por primera vez en el tapete la expresión de sus necesidades y eso generó una patada al tableroâ€, comenta Mascó.
Querer vestirse informalmente los viernes o tener acceso a las redes sociales son demandas de un nuevo grupo de personas que, de a poco, se están haciendo cargo de las empresas. El cambio, entonces, viene con la fuerza de un tsunami, para aquellos que estén preparados y para los que no.
“La Generación Y empujó a pensar el trabajo en términos de calidad de vida. Quienes trabajábamos en los 90 queríamos hacer un balance entre la vida laboral y la personal. Nuestro objetivo era lograr entablar lazos sociales fuera de la empresa. Eso hoy no existe más. Las personas quieren tener una buena vida todo el día; disfrutar, dentro de lo posible, de cada cosa que hacen. Las limitaciones entre el tiempo libre y el laboral dejaron de existir. Si les llega un correo al teléfono a las 10 de la noche, lo leen y lo contestan. Eso antes era impensable. Pero de la misma manera pretenderán trabajar remotamente desde sus casas si hay paro de subtes y eso también es comprensible y entra dentro de su lógica de trabajoâ€, explica.
Siempre siendo respetuosos de la cultura corporativa de las empresas, es importante entender que es tiempo de cambiar. “Estamos dentro de un proceso; una transición. Solo que ahora los tiempos son más cortos; las evoluciones más rápidas. Si en una empresa prohiben Facebook, por ejemplo, porque consideran que baja la productividad, hay cosas que todavía no están entendiendo. Pensar que una persona no trabaja porque tiene Facebook es anacrónico; es una herramienta de conectividad y trabajo. El que no quiere trabajar, no trabaja nunca, no necesita a una red social como excusa y, mientras tanto, las organizaciones se pierden de todo el potencial que brinda la herramienta y de empleados menos frustrados que no van a tener que mirar el teléfono cada dos minutos para chequear qué está pasandoâ€.
Bajar los niveles de resistencia
Si se trata de cambiar, que sea de a poco. Para Mascó la clave está en trabajar la resistencia. Apela a experiencias personales para dar a entender que este no es un proceso fácil, ni siquiera para aquellos especializados en los Recursos Humanos y la psicología del trabajo.
“Los de más de 30 vamos aprendiendo a modificarnos y a modificar a los otros de la mejor manera. Si descubro que alguien más sabe hacer algo mejor que yo, al principio pongo resistencia, pero al final siempre conviene preguntar cómo lo hizo y aprender de eso. O sigue generando bronca y dolor de estómago que alguien de menor de rango pueda hacer algo mejor o se aprende y se evolucionaâ€, explica.
Aunque aceptar las propias limitaciones no es sencillo, es un ejercicio que, cada vez más, están haciendo todas las organizaciones. “Quienes se resistan se van a quedar afuera. La generación Y impulsa cambios porque entiende de manera diferente la gerencia de las personas. Eso obliga a los demás a adaptar herramientas y comportamientos. Deben hacerlo sí o síâ€.