jueves, 26 de diciembre de 2024

Medios acusados de repetir como loros conceptos alarmistas sobre supuesta epidemia de obesidad

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En primer lugar, en centros académicos se cuestiona seriamente la validez de las cifras que publican algunos organismos oficiales de Estados Unidos sobre el número de obesos y su aumento de peso en la última década.

Cuestionan la definición misma de “sobrepeso” y “obesidad”. Tal parece que atletas en el mejor de los estados físicos han introducido sus datos de altura, peso y edad en el sitio web del National Institute of Health y se enteraron de que quien no tenía sobrepeso orillaba ya la obesidad.

El índice de masa muscular es uno de los lineamientos para determinar el número de gordos que habitan los Estados Unidos, pero al usarlo en forma excluyente, los organismos oficiales llegan a conclusiones discutibles.

Pero estos científicos se preocupan por la ligereza con que los medios de difusión masiva se han prestado para difundir teorías apocalípticas en las que obesidad y muerte han llegado a ser casi sinónimos. Jeffrey Friedman, médico investigador y descubridor del gen de la leptina, opinó en el diario The New York Times que la supuesta epidemia de obesidad es un “mito dañino” que está “plagado de desinformación y datos falsos”. Cita como referencia un estudio del National Center for Health Statistics que sugiere que sólo los muy obesos están hoy mucho más gordos que en 1991. Él y otros expertos ponen también en duda la relación que hacen los organismos oficiales entre obesidad y muerte.

Según la publicación Harvard Health Policy Review, las estadísticas que afirman que la obesidad mata no están avaladas por evidencia concreta.

Pero, más allá de si es cierto o no que hay epidemia, la comunidad académica opina que esta preocupación por la validez de los datos debería al menos moderar un poco a los medios, que en su gran mayoría han adoptado una posición ciega y sensacionalista sobre los horrores de la epidemia.

Los informes simplifican la información de manera alarmante. No señalan, por ejemplo, que una enorme proporción de los gordos que mueren anualmente en Estados Unidos tienen muy bajos ingresos y carecen de cobertura médica. No se sabe, por tanto, si los mata la gordura o la falta de atención médica.

Sobre este tema Jonah Bloom opina en Advertising Age que la misma responsabilidad que deben mostrar las cadenas de comidas rápidas – cosa que ya hacen con una oferta mucho más diversificada –la deberían exhibir el gobierno y los medios. Deberían dar información completa para que la gente saque sus propias conclusiones y no presentar ciencia burda con soluciones simplificadas que sólo reflejan una tendencia cultural.

Cuestionan la definición misma de “sobrepeso” y “obesidad”. Tal parece que atletas en el mejor de los estados físicos han introducido sus datos de altura, peso y edad en el sitio web del National Institute of Health y se enteraron de que quien no tenía sobrepeso orillaba ya la obesidad.

El índice de masa muscular es uno de los lineamientos para determinar el número de gordos que habitan los Estados Unidos, pero al usarlo en forma excluyente, los organismos oficiales llegan a conclusiones discutibles.

Pero estos científicos se preocupan por la ligereza con que los medios de difusión masiva se han prestado para difundir teorías apocalípticas en las que obesidad y muerte han llegado a ser casi sinónimos. Jeffrey Friedman, médico investigador y descubridor del gen de la leptina, opinó en el diario The New York Times que la supuesta epidemia de obesidad es un “mito dañino” que está “plagado de desinformación y datos falsos”. Cita como referencia un estudio del National Center for Health Statistics que sugiere que sólo los muy obesos están hoy mucho más gordos que en 1991. Él y otros expertos ponen también en duda la relación que hacen los organismos oficiales entre obesidad y muerte.

Según la publicación Harvard Health Policy Review, las estadísticas que afirman que la obesidad mata no están avaladas por evidencia concreta.

Pero, más allá de si es cierto o no que hay epidemia, la comunidad académica opina que esta preocupación por la validez de los datos debería al menos moderar un poco a los medios, que en su gran mayoría han adoptado una posición ciega y sensacionalista sobre los horrores de la epidemia.

Los informes simplifican la información de manera alarmante. No señalan, por ejemplo, que una enorme proporción de los gordos que mueren anualmente en Estados Unidos tienen muy bajos ingresos y carecen de cobertura médica. No se sabe, por tanto, si los mata la gordura o la falta de atención médica.

Sobre este tema Jonah Bloom opina en Advertising Age que la misma responsabilidad que deben mostrar las cadenas de comidas rápidas – cosa que ya hacen con una oferta mucho más diversificada –la deberían exhibir el gobierno y los medios. Deberían dar información completa para que la gente saque sus propias conclusiones y no presentar ciencia burda con soluciones simplificadas que sólo reflejan una tendencia cultural.

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