jueves, 26 de diciembre de 2024

Marketing; efectos colaterales de una mala caricatura

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El boicot musulmán a productos daneses, provocado por una caricatura poco afortunada de Mahoma, ha creado confusión. Esencialmente, con marcas de otros orígenes.

En primer lugar, el boicot y la fatwá paralela -un decreto que permite matar blasfemos y ya siembra violencia en Europa occidental- no han sido declaradas por entidad o autoridad única alguna. Como ocurre en el judaísmo y las iglesias o sectas protestantes, el Islam carece del esquema jerárquico que el catolicismo –romano, oriental- heredó de Bizancio. Ya ni siquiera hay un califa, antigua cabeza de la Sunná.

En segundo término, boicot y fatwá implican hoy también a Francia, donde el dibujo tuvo amplia difusión, y sus productos. Por el contrario, gobierno y medios norteamericanos han adoptado una actitud “ortodoxa” contra la caricatura. Pero casi todo Occidente rechaza el boicot comercial, porque –se sabe- los mercados más intocables que la liberta de prensa (como resaltan los ejemplos de MSN, Google y Yahoo en Internet).

En resumen, el boicot ha sido declarado por varios estados, organizaciones y religiosos musulmanes, sin muchos detalles. En teoría, alcanza al periódico “Jyllands-Posten”, sus avisadores y toda marca danesa. Pero ocurre que está afectado a marcas suecas, noruegas, finesas, holandesas, etc. Por ejemplo, abarca Zinder, del grupo italiano Ferrero Rocher, y Nido, de la suiza Nestlé.

En cuanto a la fatwá, su principal promotor es el grupo terrorista libanés Hezbol-lá. Pero su móvil es de otro tipo: trata de compensar el fracaso de la espectacular fatwá de 1988 contra el parsí indio Salmán Rushdie. En su caso, por la excelente novela “Versículos satánicos” (su traducciòn castellana no es recomendable). La obra alude a cinco suras coránicas donde se menciona al-Lat, la diosa madre mediterránea cuidadosamente borrada o enmascarada en la literatura religiosa judía (Lilit, una demonio), cristiana (dos de las tres Marías) y musulmana.

Más acá de cuestiones de marcas y marketing, la caricatura no es gran cosa (en general, ni europeos ni norteamericanos son tan buenos como los argentinos en estos menesteres). Pero, eso sí, implica una blasfemia, porque afecta al profeta fundador del Islam. Entonces, sería como ridiculizar a Moisés –algo bastante frecuente- o a Jesucristo (algo raro). Parte del problema se debe a que ningún sector del Islam tiene “papa”, usual objeto de caricaturas y chistes cristianos. Tampoco existe un solo estado confesional, como lo es Israel en el judaísmo.

En un plano diferente, ni empresas ni entidades privadas occidentales -tampoco el VAticano- han ensayado siquiera explicaciones. Verbigracia, una muy obvia: la ofensa partió de un país luterano, no católico romano ni oriental. Eso es claro para musulmanes que viven en Alemania (turcos étnicos, en su mayoría), países escandinavos, Francia, Holanda y Gran Bretaña. No para el resto del Islam.

En primer lugar, el boicot y la fatwá paralela -un decreto que permite matar blasfemos y ya siembra violencia en Europa occidental- no han sido declaradas por entidad o autoridad única alguna. Como ocurre en el judaísmo y las iglesias o sectas protestantes, el Islam carece del esquema jerárquico que el catolicismo –romano, oriental- heredó de Bizancio. Ya ni siquiera hay un califa, antigua cabeza de la Sunná.

En segundo término, boicot y fatwá implican hoy también a Francia, donde el dibujo tuvo amplia difusión, y sus productos. Por el contrario, gobierno y medios norteamericanos han adoptado una actitud “ortodoxa” contra la caricatura. Pero casi todo Occidente rechaza el boicot comercial, porque –se sabe- los mercados más intocables que la liberta de prensa (como resaltan los ejemplos de MSN, Google y Yahoo en Internet).

En resumen, el boicot ha sido declarado por varios estados, organizaciones y religiosos musulmanes, sin muchos detalles. En teoría, alcanza al periódico “Jyllands-Posten”, sus avisadores y toda marca danesa. Pero ocurre que está afectado a marcas suecas, noruegas, finesas, holandesas, etc. Por ejemplo, abarca Zinder, del grupo italiano Ferrero Rocher, y Nido, de la suiza Nestlé.

En cuanto a la fatwá, su principal promotor es el grupo terrorista libanés Hezbol-lá. Pero su móvil es de otro tipo: trata de compensar el fracaso de la espectacular fatwá de 1988 contra el parsí indio Salmán Rushdie. En su caso, por la excelente novela “Versículos satánicos” (su traducciòn castellana no es recomendable). La obra alude a cinco suras coránicas donde se menciona al-Lat, la diosa madre mediterránea cuidadosamente borrada o enmascarada en la literatura religiosa judía (Lilit, una demonio), cristiana (dos de las tres Marías) y musulmana.

Más acá de cuestiones de marcas y marketing, la caricatura no es gran cosa (en general, ni europeos ni norteamericanos son tan buenos como los argentinos en estos menesteres). Pero, eso sí, implica una blasfemia, porque afecta al profeta fundador del Islam. Entonces, sería como ridiculizar a Moisés –algo bastante frecuente- o a Jesucristo (algo raro). Parte del problema se debe a que ningún sector del Islam tiene “papa”, usual objeto de caricaturas y chistes cristianos. Tampoco existe un solo estado confesional, como lo es Israel en el judaísmo.

En un plano diferente, ni empresas ni entidades privadas occidentales -tampoco el VAticano- han ensayado siquiera explicaciones. Verbigracia, una muy obvia: la ofensa partió de un país luterano, no católico romano ni oriental. Eso es claro para musulmanes que viven en Alemania (turcos étnicos, en su mayoría), países escandinavos, Francia, Holanda y Gran Bretaña. No para el resto del Islam.

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