Liderazgos para el día después

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La pandemia plantea al mundo enormes desafíos, y nos recuerda que hay muchas cosas fuera del control humano, entre ellas la naturaleza, que probablemente nos está haciendo llegar un mensaje.

Lo cierto es que la pandemia ha impactado tanto en la salud de las personas como de las economías en todo el mundo, que pasan hoy por un momento crítico. Vemos empresas en modo supervivencia, trabajadores perdiendo sus empleos y ciudadanos entrando en la pobreza, lo que deriva potencialmente en tensiones políticas y sociales. No son pocos quienes opinan que estamos frente a la crisis más desafiante que se vive desde la Segunda Guerra Mundial.

Para superar esta crisis inédita se requerirá mucho esfuerzo de todos, y especialmente un liderazgo que lo guíe y canalice adecuadamente. Y no se trata del liderazgo de una persona en particular, sino de cada uno de nosotros desde nuestro rol en la sociedad, ya sea que formemos parte de gobiernos, empresas, instituciones o como individuos en general.

Este momento es oportuno para hacer una pausa, pensar profundamente y actuar con decisión, para construir un mundo mejor a través de ese liderazgo, con una visión de comunidad y bajo una premisa de sostenibilidad.

Claramente el desafío para los líderes políticos, empresariales y para la sociedad en su conjunto será superar las urgencias de corto plazo, y al mismo tiempo mantener hoy esta visión estratégica de largo plazo.

Es tiempo de ejercer ese liderazgo poniendo intereses individuales de lado y pensando en el bien común, y especialmente en las próximas generaciones, buscando dejarles un mundo más sostenible, basado en principios de responsabilidad social, económica y ambiental.

El futuro de la energía reinicia ahora

La pandemia se irá, pero deberíamos intentar mantener vigentes los pocos “beneficios” que nos mostró como posibles, entre ellos un menor consumo de combustibles fósiles y una fuerte reducción en las emisiones de CO2.

La pregunta oportuna aquí es si podremos acelerar el camino hacia la necesaria y deseada transición energética luego de esta etapa, y la respuesta es que dependerá en gran medida de las políticas públicas en dirección hacia la descarbonización, del atractivo que generemos para los inversores y, sin duda alguna, del compromiso y presión que ejerza la sociedad.

Sería fundamental, por ejemplo, mantener en agenda la expansión de las energías renovables, promover la eficiencia energética y, por qué no, pensar ambiciosamente en los pasos siguientes, entre ellos el desarrollo de una economía basada en el hidrógeno, área en la que el país tiene un enorme potencial y poco camino andado.

Invertir hoy en tecnologías de energías limpias posibilitará, algún día, avanzar hacia dicha economía basada en el hidrogeno, y entonces la energía que recibamos de fuentes renovables no dependerá solamente de las condiciones climáticas. Claro que, hasta entonces, los sistemas energéticos deben ser suficientemente flexibles y contar con respaldo en momentos de poco viento o sol, garantizando un firme y constante suministro eléctrico. En esta transición, el uso de turbinas de gas flexibles, por ejemplo, es una opción razonable para cubrir rápidamente la demanda en dichos momentos, y lo más importante es que, a futuro, sus quemadores podrán utilizar combustibles sintéticos como el e-hidrogeno, conformándose un círculo virtuoso.

Por otro lado, para lograr una real optimización del sistema energético y minimizar las emisiones de dióxido de carbono, será clave un rediseño integral de dicho sistema energético, orientándolo hacia la electrificación total de los consumidores, sean ellos industrias, edificios, transportes u hogares.

Hoy las sociedades y sus líderes en todo el mundo están abocados inevitablemente a dar respuesta a las urgencias planteadas por la pandemia, pero sería importante no perder de vista que el cambio climático y la descarbonización seguirán siendo los mayores desafíos de la humanidad el día después de terminadas las cuarentenas.

Recordemos que alrededor de 850 millones de personas alrededor del mundo siguen viviendo sin acceso a la electricidad, y que, según diversos estudios, la demanda mundial de energía podría aumentar en alrededor de un 25 por ciento para el año 2040. Claramente si no actuamos prudentemente ahora, la cantidad de gases de efecto invernadero perjudiciales para el clima podría aumentar gravemente.

Por ello es de suma importancia que los planes de recuperación, crecimiento o estimulo que cada país diseñe para recomponer su economía contenga, como eje clave, la descarbonización a través de una adecuada estrategia de transición energética, por supuesto a la medida de cada realidad local.

Estos planes estimularían la economía, atrayendo inversiones y generando empleo en áreas tales como la energía eólica y solar, junto a la tecnología para la conversión de estas energías en hidrogeno y soluciones de almacenamiento.

Soy consciente que, en momentos de crisis como el actual, pensar y plantear estos temas puede sonar fantasioso. Pero también es posible soñar con que los libros de historia del futuro describan que hubo un antes y un después de la pandemia del 2020, y que como sociedad supimos aprovechar la oportunidad. Se abre la posibilidad de hacer un reset total sobre muchos aspectos de nuestros usos y costumbres. Como mencioné al principio, depende de nosotros como líderes hacerlo posible.

*Javier Pastorino, CEO de Siemens Energy para Argentina, Chile y Uruguay

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