Se llama Rose Marie Bravo, nació en Estados Unidos de padres italianos y fue criada en el Bronx. Los símbolos de la tradición social inglesa la tienen absolutamente sin cuidado. Fue presidenta de Saks Fifth Avenue en la década del ’90.
En 1997 fue contratada por Víctor Barnett, presidente del directorio de Burberry, y desde el primer momento en su cargo decidió que tenía que poner sus ojos en el competidor que tiene Burberry en el sector de ropa de lujo: Gucci.
En primer lugar, Bravo (como su apellido lo indica) tiene la audacia necesaria para ponerse al frente de un negocio con 155 años de trayectoria exitosa en un sector tan cruelmente democrático como la moda.
Su estrategia tiene varios aspectos. Uno de ellos es transformar la empresa de privada en pública: puso a la venta en bolsa 25% de las acciones de la compañía.
En el área de marketing, se propone remozar la imagen de la marca y ponerle sal y pimienta a los sobrios elementos que integran la línea de productos. Su objetivo es dar a la marca una imagen nueva, joven, informal y hasta atrevida. Cree que el tradicional diseño escocés en colores beige y rojo, elegante pero algo aburrido ya, debe aparecer en prendas menos sobrias.
Para dar que hablar a los comentaristas de moda, contrató a Roberto Menichetti y le encargó el diseño de una línea llamada Prosum e hizo que un equipo de diseño ideara productos más jóvenes para el tradicional escocés beige y rojo. Uno de ellos es la “mini-kilt” (la tradicional falda de los habitantes de Escocia). La campaña publicitaria de televisión muestra a Kate Moss que conversa tranquilamente con amigos enfundada en una atrevida mini-kilt hecha con el tradicional diseño escocés.
Burberry mantiene su prestigio, mantiene su imagen, pero los márgenes de venta se achican cada vez más en el continuado entorno recesivo que también afecta a Europa. Su competidor más serio es Gucchi.
Bravo sabe que la ropa es el renglón que menos márgenes de ganancia deja, y ése es justamente el renglón que forma el grueso del negocio de Burberry; por eso su intención es sacar el mayor rédito posible a los accesorios de cuero.
Bravo conoce a fondo el mundo del lujo, es una comerciante brillante y tiene excelentes capacidades de líder. Pero el factor más novedoso que aporta a la tradicional empresa es su personalidad ultra-americana. Muchos apuestan a que será capaz de liberar a Burberry de su reputación de proveedor de clásicos impermeables para hombres y sobrios cardigans para damas.
Se llama Rose Marie Bravo, nació en Estados Unidos de padres italianos y fue criada en el Bronx. Los símbolos de la tradición social inglesa la tienen absolutamente sin cuidado. Fue presidenta de Saks Fifth Avenue en la década del ’90.
En 1997 fue contratada por Víctor Barnett, presidente del directorio de Burberry, y desde el primer momento en su cargo decidió que tenía que poner sus ojos en el competidor que tiene Burberry en el sector de ropa de lujo: Gucci.
En primer lugar, Bravo (como su apellido lo indica) tiene la audacia necesaria para ponerse al frente de un negocio con 155 años de trayectoria exitosa en un sector tan cruelmente democrático como la moda.
Su estrategia tiene varios aspectos. Uno de ellos es transformar la empresa de privada en pública: puso a la venta en bolsa 25% de las acciones de la compañía.
En el área de marketing, se propone remozar la imagen de la marca y ponerle sal y pimienta a los sobrios elementos que integran la línea de productos. Su objetivo es dar a la marca una imagen nueva, joven, informal y hasta atrevida. Cree que el tradicional diseño escocés en colores beige y rojo, elegante pero algo aburrido ya, debe aparecer en prendas menos sobrias.
Para dar que hablar a los comentaristas de moda, contrató a Roberto Menichetti y le encargó el diseño de una línea llamada Prosum e hizo que un equipo de diseño ideara productos más jóvenes para el tradicional escocés beige y rojo. Uno de ellos es la “mini-kilt” (la tradicional falda de los habitantes de Escocia). La campaña publicitaria de televisión muestra a Kate Moss que conversa tranquilamente con amigos enfundada en una atrevida mini-kilt hecha con el tradicional diseño escocés.
Burberry mantiene su prestigio, mantiene su imagen, pero los márgenes de venta se achican cada vez más en el continuado entorno recesivo que también afecta a Europa. Su competidor más serio es Gucchi.
Bravo sabe que la ropa es el renglón que menos márgenes de ganancia deja, y ése es justamente el renglón que forma el grueso del negocio de Burberry; por eso su intención es sacar el mayor rédito posible a los accesorios de cuero.
Bravo conoce a fondo el mundo del lujo, es una comerciante brillante y tiene excelentes capacidades de líder. Pero el factor más novedoso que aporta a la tradicional empresa es su personalidad ultra-americana. Muchos apuestan a que será capaz de liberar a Burberry de su reputación de proveedor de clásicos impermeables para hombres y sobrios cardigans para damas.