<p>Los grandes directores ejecutivos, líderes de líderes, se caracterizan por liberar el stress de maneras creativas. Guy Laliberte, la cabeza detrás del espectáculo Cirque du Solei, fue el primer hombre en Canadá en convertirse en astronauta privado. El caso de Steven Appleton, CEO de Micron Technology, es diferente por su desenlace trágico: el director ejecutivo encontró la muerte el mes pasado mientras piloteaba un pequeño avión.</p>
<p>Como en la película Mi Novia Polly, donde el personaje de Ben Stiller debía asegurar a un empresario con hobbies peligrosos, la muerte de Appleton abre el debate: ¿deberían los directorios limitar las actividades extra-profesionales de sus cabezas de compañía? ¿Hay una línea claramente demarcada entre la vida profesional y la privada?</p>
<p>La vida del CEO impacta directamente en el éxito de la empresa. Algunos pesos pesados de diferentes industrias ven como una responsabilidad adicional monitorear sus pasatiempos. William M Mower, socio de Maslon Edelman Borman & Brand, dijo recientemente que la tragedia de Micron debe ser una alerta para los directorios de todas las empresas y que deberían divulgar las actividades riesgosas para conocimiento de sus accionistas.</p>
<p>Bill McCracken, director ejecutivo de CA Technologies, está de acuerdo. Como CEO piensa que las responsabilidades con la empresa no terminan a las 6 de la tarde sino que trascienden la vida profesional. “Cuando uno se convierte en líder- dice- pierde parte de tus libertades”. Otro CEO, Jim Hagedorn de Scotts Miracle Gro, coincide también en que los directorios deberían controlar los pasatiempos cuando son riesgosos.</p>
<p>Tener un plan de sucesión ordenado podría ser una solución. En caso de muerte accidental se pueden minimizar los daños si la empresa cuenta con una estrategia de crisis. Micron Technology tuvo suerte: un día después de la muerte de Appleton Mark Durcan asumió como su reemplazo.</p>
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La delgada línea entre los negocios y la vida personal
La muerte accidental del CEO de Micron Technology, Steve Appleton, en un avión que él mismo piloteaba abrió el debate: ¿hasta qué punto tienen derecho los directorios a opinar sobre qué pueden y qué no pueden hacer los directores ejecutivos en su tiempo libre?