“Me equivoqué, actué como un estúpido”, había confesado este fin de semana el nieto del extinto Giovanni Agnelli, tras abandonar la sala de terapia intensiva. Nadie lo decía en voz alta, pero su aptitud como manager empresario quedaba en tela de juicio. Entretanto, el lunes reveló a la justicia que él mismo había comprado drogas a un minorista de San Salvario, un elegante suburbio turinés.
“Fui un imbécil y exageré con las drogas”, admitió ante un fiscal. Ahora está fuera de peligro, pero no de la causa judicial. Tampoco está claro el papel de Margherita Agnelli, madre de “Lapo” –un sobrenombre poco explicable- ni de otros allegados. Menos claro resulta todavía que, pese a ese problema y su escaso talento ejecutivo, JPE ocupase un cargo casi a la par de Luca Montezemolo, verdadero poder detrás del trono, y Sergio Marchionne, director gerente.
Tampoco parece fácil promover la marca Fiat desde la institución donde se aloja la modelo Kate Moss, protagonista de reciente escándalo con drogas y fotos. Gente del sector cree que se trata, apenas, de maquillar una situación poco agraciada para la imagen del grupo. “Por suerte, no lleva el apellido Agnelli”, decían funcionarios de Confindustria.
Sin duda, “una sobredosis de cocaína estuvo a punto de matarlo”, había confirmado este domingo el médico especialista Giuseppe Spina. En ese momento, se esfumaban los intentos iniciales de enterrar el asunto. No tanto por sus ribetes personales, cuanto por el escepticismo en torno de JPE y su capacidad como heredero del clan. Era, en cierto modo, un asunto de management.
Tampoco ayudó que, durante la fatídica noche del domingo 9 al lunes 10, estuviese acompañado por tres travestis. Desde el miércoles, por otra parte, la madre y el padre, Alain –un escritor inglés de módico talento-, buscaban ya la forma de substraerlo al escrutinio público durante el tratamiento de desintoxicación y abandono de la adicción. Pero precisaban autorización de un juez italiano para sacarlos del país.
Recién el sábado, Maria Agnelli (viuda de Giovanni, abuela de Lapo) visitó la clínica donde seguía internado el todavía ejecutivo del holding. Para entonces, un juez ya había interrogado a Patrizia, Cinzia y Bianca, los travestis que lo acompañaban. Los tres ratificaron las deposiciones en sede policial: Lapo llevaba la droga y la consumió casi del todo.
Entonces, dos salieron a comprar más. De vuelta en casa de Patrizia, Lapo volvió a agotarla y ahí se produjo el colapso. “Estaba fuera de control y se excedió extraordinariamente”, señalaron los tres. Naturalmente, policía y justicia abrieron cuatro sumarios por tenencia y abuso de estupefacientes. Días después, el fiscal Maurizio Laudi les exigió a los cuatro explicar cómo y dónde habían obtenido tanta cocaína.
Entretanto, se barajan nuevas opciones institucionales. La primera sería darle licencia a Elkann por tiempo indefinido. De todas formas, su relevancia no es grande, como demuestra el escaso efecto bursátil del asunto. Sea como fuere, Montezemolo y Marchionne tienen otro serio problema entre manos: encontrar en la actual generación de los Agnelli alguien capaz de llevar el manto, aunque sea simbólico.
“Me equivoqué, actué como un estúpido”, había confesado este fin de semana el nieto del extinto Giovanni Agnelli, tras abandonar la sala de terapia intensiva. Nadie lo decía en voz alta, pero su aptitud como manager empresario quedaba en tela de juicio. Entretanto, el lunes reveló a la justicia que él mismo había comprado drogas a un minorista de San Salvario, un elegante suburbio turinés.
“Fui un imbécil y exageré con las drogas”, admitió ante un fiscal. Ahora está fuera de peligro, pero no de la causa judicial. Tampoco está claro el papel de Margherita Agnelli, madre de “Lapo” –un sobrenombre poco explicable- ni de otros allegados. Menos claro resulta todavía que, pese a ese problema y su escaso talento ejecutivo, JPE ocupase un cargo casi a la par de Luca Montezemolo, verdadero poder detrás del trono, y Sergio Marchionne, director gerente.
Tampoco parece fácil promover la marca Fiat desde la institución donde se aloja la modelo Kate Moss, protagonista de reciente escándalo con drogas y fotos. Gente del sector cree que se trata, apenas, de maquillar una situación poco agraciada para la imagen del grupo. “Por suerte, no lleva el apellido Agnelli”, decían funcionarios de Confindustria.
Sin duda, “una sobredosis de cocaína estuvo a punto de matarlo”, había confirmado este domingo el médico especialista Giuseppe Spina. En ese momento, se esfumaban los intentos iniciales de enterrar el asunto. No tanto por sus ribetes personales, cuanto por el escepticismo en torno de JPE y su capacidad como heredero del clan. Era, en cierto modo, un asunto de management.
Tampoco ayudó que, durante la fatídica noche del domingo 9 al lunes 10, estuviese acompañado por tres travestis. Desde el miércoles, por otra parte, la madre y el padre, Alain –un escritor inglés de módico talento-, buscaban ya la forma de substraerlo al escrutinio público durante el tratamiento de desintoxicación y abandono de la adicción. Pero precisaban autorización de un juez italiano para sacarlos del país.
Recién el sábado, Maria Agnelli (viuda de Giovanni, abuela de Lapo) visitó la clínica donde seguía internado el todavía ejecutivo del holding. Para entonces, un juez ya había interrogado a Patrizia, Cinzia y Bianca, los travestis que lo acompañaban. Los tres ratificaron las deposiciones en sede policial: Lapo llevaba la droga y la consumió casi del todo.
Entonces, dos salieron a comprar más. De vuelta en casa de Patrizia, Lapo volvió a agotarla y ahí se produjo el colapso. “Estaba fuera de control y se excedió extraordinariamente”, señalaron los tres. Naturalmente, policía y justicia abrieron cuatro sumarios por tenencia y abuso de estupefacientes. Días después, el fiscal Maurizio Laudi les exigió a los cuatro explicar cómo y dónde habían obtenido tanta cocaína.
Entretanto, se barajan nuevas opciones institucionales. La primera sería darle licencia a Elkann por tiempo indefinido. De todas formas, su relevancia no es grande, como demuestra el escaso efecto bursátil del asunto. Sea como fuere, Montezemolo y Marchionne tienen otro serio problema entre manos: encontrar en la actual generación de los Agnelli alguien capaz de llevar el manto, aunque sea simbólico.