Según gente de la publicidad, Isenbeck lanzó la campaña una tapita propia más una de Quilmes a cambio de una botella de la marca alemana. O sea, previó una ofensiva, quizá conociendo la escasa proclividad al humor y la ironía en el foro.
Cuando, días atrás, prosperó una demanda de Quilmes y un juez vedó la mención explícita a la marca líder, ya estaba listo el plan B. Ahora, en vez de la tradicional marca, aunque con su diseño, Isenbeck desafía a “¡Pip!”. Fiel al viejo divorcio entre el castellano y los creativos publicitarios, la marca reza “Pip!”, sin abrir el signo de exclamación. Por supuesto, hay una segunda demanda en marcha,
Entretanto, Quilmes se embarcó en una campaña poco imaginativa y, a veces, difícil de entender. Por ejemplo ¿a quién se le ocurre que un grupo de porteños iría de tapas por España tomando una cerveza argentina? Primero, es un mensaje dirigido a gente adinerada –no cualquiera puede pagarse ese turismo-, grupo al cual no se orienta la Quilmes común. Segundo, las tapas van con vino o sidra, no con una bebida de cuño teutón.
Naturalmente, gente de Quilmes califica de infantil la contraofensiva de Isenbeck. A su vez, los de Warsteiner sostienen que, durante la primera campaña, las ventas aumentaron 40% sobre igual lapso de 2003. “A tall order”, dirían en Madison Avenue.
En tomo menos salpimentoso, el estudio jurídico que asesora a Isenbeck temía que la nueva campaña tuviese dificultades, pues, en la anterior, algunos canales de TV parecían haber sido presionados para no pasar el aviso “transgresor”. Curiosamente, algunos gurúes se veían molestos por la “agresión a Quilmes”.
Ahora bien, la campaña de Warsteiner contra Quilmes fue inmediatamente posterior al lanzamiento de una Isenbeck en apariencia orientada a jóvenes, franja donde no debiera promoverse su consumo. Es una mezcla de cerveza con jugo de naranja –no recomendable para paladares conservadores- y su “target” podría ser objeto de alguna campaña publicitaria irónica, si la cerveza dominante en plaza tuviese imaginación.
En un plano muy distinto, a los dolores de cabeza gerenciales que Coca-Cola Company sufre en Estados Unidos, se agregan reveses en Argentina, Perú y Turquía. En los tres mercados, la cadena Burger King abandona la línea de gaseosas Coca-Cola y se pasa a Pepsi.
Arguyendo ventajas de precios, las máquinas de BK ofrecen ahora Pepsi, PepsiMax, SevenUp y Mirinda. A partir de esta decisión y al menos en Buenos Aires, quizá surja un problema: la línea Pepsi es notoriamente más dulce que su rival y, por ende, parte del público podría rechazarlas. Eso ocurre generalmente en la cadena pizzera Ugi’s pero, por razones que las autoridades reguladoras no explican, ofrece la opción de tomar cerveza.
Según gente de la publicidad, Isenbeck lanzó la campaña una tapita propia más una de Quilmes a cambio de una botella de la marca alemana. O sea, previó una ofensiva, quizá conociendo la escasa proclividad al humor y la ironía en el foro.
Cuando, días atrás, prosperó una demanda de Quilmes y un juez vedó la mención explícita a la marca líder, ya estaba listo el plan B. Ahora, en vez de la tradicional marca, aunque con su diseño, Isenbeck desafía a “¡Pip!”. Fiel al viejo divorcio entre el castellano y los creativos publicitarios, la marca reza “Pip!”, sin abrir el signo de exclamación. Por supuesto, hay una segunda demanda en marcha,
Entretanto, Quilmes se embarcó en una campaña poco imaginativa y, a veces, difícil de entender. Por ejemplo ¿a quién se le ocurre que un grupo de porteños iría de tapas por España tomando una cerveza argentina? Primero, es un mensaje dirigido a gente adinerada –no cualquiera puede pagarse ese turismo-, grupo al cual no se orienta la Quilmes común. Segundo, las tapas van con vino o sidra, no con una bebida de cuño teutón.
Naturalmente, gente de Quilmes califica de infantil la contraofensiva de Isenbeck. A su vez, los de Warsteiner sostienen que, durante la primera campaña, las ventas aumentaron 40% sobre igual lapso de 2003. “A tall order”, dirían en Madison Avenue.
En tomo menos salpimentoso, el estudio jurídico que asesora a Isenbeck temía que la nueva campaña tuviese dificultades, pues, en la anterior, algunos canales de TV parecían haber sido presionados para no pasar el aviso “transgresor”. Curiosamente, algunos gurúes se veían molestos por la “agresión a Quilmes”.
Ahora bien, la campaña de Warsteiner contra Quilmes fue inmediatamente posterior al lanzamiento de una Isenbeck en apariencia orientada a jóvenes, franja donde no debiera promoverse su consumo. Es una mezcla de cerveza con jugo de naranja –no recomendable para paladares conservadores- y su “target” podría ser objeto de alguna campaña publicitaria irónica, si la cerveza dominante en plaza tuviese imaginación.
En un plano muy distinto, a los dolores de cabeza gerenciales que Coca-Cola Company sufre en Estados Unidos, se agregan reveses en Argentina, Perú y Turquía. En los tres mercados, la cadena Burger King abandona la línea de gaseosas Coca-Cola y se pasa a Pepsi.
Arguyendo ventajas de precios, las máquinas de BK ofrecen ahora Pepsi, PepsiMax, SevenUp y Mirinda. A partir de esta decisión y al menos en Buenos Aires, quizá surja un problema: la línea Pepsi es notoriamente más dulce que su rival y, por ende, parte del público podría rechazarlas. Eso ocurre generalmente en la cadena pizzera Ugi’s pero, por razones que las autoridades reguladoras no explican, ofrece la opción de tomar cerveza.