Internet: avisadores tras las huellas que dejan los navegantes

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Quien use el motor de búsqueda Yahoo para informase sobre utilitarios deportivos, ingresará sigilosamente a la categoría de “navegantes concientes”. Es un nuevo recurso en marketing conductista y puede ser peligroso.

Meses atrás, Yahoo en efecto incorporó un sistema informático que emplea complejos modelos para analizar la conducta de sus 500 millones de usuarios en la Red, basados en sus clics. O sea, qué buscan, qué páginas leen, qué avisos miran. Acto seguido, se le disparan tandas de avisos dirigidas directamente a sus proyectos, deseos y preferencias. Se supone que esa invasión publicitaria influirá en sus decisiones de compra.

Yahoo, Google, MSN, America OnLine y muchas otras firmas tienen o están desarrollando siste,as similares. Todas sostienen que no recogen direcciones, nombres ni otros datos personales. Pero ese supuesto anonimato quedó en tela de juicio cuando, días atrás, una lista de 657.000 usuarios de AOL, recopilada en tres meses de seguimiento, comenzó a circular por la web.

En un plano general, las búsquedas de una persona por la Red pueden generar un retrato turbadoramente íntimo.Vale decir, algo que los defensores de la privacidad sostienen no debiera, en primer término, armarse ni mucho menos almacenarse.

Sin embargo, las compañías en Internet continúan refinando técnicas para introducirse en el ámbito personal. La publicidad invasora vía motores de búsqueda es ya un negocio de US$ 14.000 millones anuales en Estados Unidos, porque ese tipo de avisos puede vincularse a lo que presumiblemente el público desea. La conducta se interpreta, entonces, como preludio de una decisión compradora. Sistemas como el de Yahoo usan las búsquedas y acciones parecidas para seleccionas avisos “personalizados” y disparárselos a la gente cuando ésta revisa correos electrónicos o mira páginas web.

La variante que desarrolla AOL despliega avisos de productos o servicios ligados a los antecedentes de un navegante en la Red. MSN –o sea, Microsoft- acaba de incorporar una tecnología similar. Otras empresas reúnen datos sobre usuarios recorriendo muchos sitios, en lo que se llama “apuntar a conductas”. Su idea es que a un marketinero le interesa qué hace la gente en línea, no su edad ni su ocupación.

Las actitudes de búsqueda son, por hoy, lo más próximo a una ventana sobre la vida que los avisadores tienen. Cuando alguien junta información para adoptar decisiones, es que en algún momento gastará dinero (no concebir otros objetos de búsqueda en un típico error de marketing). Claro, en semejante
contexto ¿con cuáles propósitos alguien, en China, buscará datos sobre cualquier cosa, sabiendo que Google o Yahoo pueden delatarlo al gobierno?

Muchos navegantes ignoran que los registros de sus actividades están siendo recogidos, clasificados y usados. Podrían descubrirlo sólo fijándose en la letra chica de los sitios. Pero, como es fácil, la diseminación de datos hecha por AOL impulsa a defensores de la privacidad y legisladores a exigir nuevos límites a los datos personales que sitios y avisadores guardan o emplean.

No todo el marketing conductista involucra motores de búsqueda. LA tecnología de operadores como DoubleClick o Advertising.com (AOL, nuevamente) permite que los mensajes publicitarios sigan a la gente por la web. Esto avisos suelen encontrar clientes en los lugares menos pensados, como verbigracia MySpace, un portal de encuentros sociales. Cingular Wireless emplea un método parecido par dispararle avisos a gente que etsá por comprar un celular.

En su mayoría, estos recursos de marketing usan cookies (“galletitas”, porque se hornean de ambos lados), o sea números que un sitio puede entrar en una computadora y permiten detectar visitantes que vuelven. Igual sistema emplean firmas como Advertising.com para poner avisos que siguen a los visitantes de un sitio a otro.

A fines de los años 90, las protestas ante una anterior ola de marketing invasivo –cookies inclusive- generó algunas restricciones en materia de compartir datos entre sitios. En teoría, permitirían al usuario especificar cuando no deseaba que se recogieran datos personales. Pero la opción es lo bastante engorrosa como para que casi nadie la emplee.

Yahoo y casi todos los demás no venden perfiles personales a terceros, como suelen hacerlo editores de revistas y emisores de tarjetas. Pero casi todos acostumbran a intercambiar información entre sí. Por ejemplo, Seevast –una agencia publicitaria virtual- paga a sitios web para colgar sus cookies en las computadores de los usuarios. Así, la compañía sabrá más sobre ellos al momento de seleccionar avisos para desplegar en su red.

En privado, Google, Yahoo y otros admiten que caminan sobre el filo de la navaja. Si se bombardea la gente con avisos sobre camionetas, acabarán por asustarse aunque inicialmente estuviese interesada en ellas. En realidad, lo que esas empresas quieren es aumentar utilidades publicitarias colocando material que, de otro modo, no interesaría a los avisadores. En realidad, se venden personas, no páginas web.

Meses atrás, Yahoo en efecto incorporó un sistema informático que emplea complejos modelos para analizar la conducta de sus 500 millones de usuarios en la Red, basados en sus clics. O sea, qué buscan, qué páginas leen, qué avisos miran. Acto seguido, se le disparan tandas de avisos dirigidas directamente a sus proyectos, deseos y preferencias. Se supone que esa invasión publicitaria influirá en sus decisiones de compra.

Yahoo, Google, MSN, America OnLine y muchas otras firmas tienen o están desarrollando siste,as similares. Todas sostienen que no recogen direcciones, nombres ni otros datos personales. Pero ese supuesto anonimato quedó en tela de juicio cuando, días atrás, una lista de 657.000 usuarios de AOL, recopilada en tres meses de seguimiento, comenzó a circular por la web.

En un plano general, las búsquedas de una persona por la Red pueden generar un retrato turbadoramente íntimo.Vale decir, algo que los defensores de la privacidad sostienen no debiera, en primer término, armarse ni mucho menos almacenarse.

Sin embargo, las compañías en Internet continúan refinando técnicas para introducirse en el ámbito personal. La publicidad invasora vía motores de búsqueda es ya un negocio de US$ 14.000 millones anuales en Estados Unidos, porque ese tipo de avisos puede vincularse a lo que presumiblemente el público desea. La conducta se interpreta, entonces, como preludio de una decisión compradora. Sistemas como el de Yahoo usan las búsquedas y acciones parecidas para seleccionas avisos “personalizados” y disparárselos a la gente cuando ésta revisa correos electrónicos o mira páginas web.

La variante que desarrolla AOL despliega avisos de productos o servicios ligados a los antecedentes de un navegante en la Red. MSN –o sea, Microsoft- acaba de incorporar una tecnología similar. Otras empresas reúnen datos sobre usuarios recorriendo muchos sitios, en lo que se llama “apuntar a conductas”. Su idea es que a un marketinero le interesa qué hace la gente en línea, no su edad ni su ocupación.

Las actitudes de búsqueda son, por hoy, lo más próximo a una ventana sobre la vida que los avisadores tienen. Cuando alguien junta información para adoptar decisiones, es que en algún momento gastará dinero (no concebir otros objetos de búsqueda en un típico error de marketing). Claro, en semejante
contexto ¿con cuáles propósitos alguien, en China, buscará datos sobre cualquier cosa, sabiendo que Google o Yahoo pueden delatarlo al gobierno?

Muchos navegantes ignoran que los registros de sus actividades están siendo recogidos, clasificados y usados. Podrían descubrirlo sólo fijándose en la letra chica de los sitios. Pero, como es fácil, la diseminación de datos hecha por AOL impulsa a defensores de la privacidad y legisladores a exigir nuevos límites a los datos personales que sitios y avisadores guardan o emplean.

No todo el marketing conductista involucra motores de búsqueda. LA tecnología de operadores como DoubleClick o Advertising.com (AOL, nuevamente) permite que los mensajes publicitarios sigan a la gente por la web. Esto avisos suelen encontrar clientes en los lugares menos pensados, como verbigracia MySpace, un portal de encuentros sociales. Cingular Wireless emplea un método parecido par dispararle avisos a gente que etsá por comprar un celular.

En su mayoría, estos recursos de marketing usan cookies (“galletitas”, porque se hornean de ambos lados), o sea números que un sitio puede entrar en una computadora y permiten detectar visitantes que vuelven. Igual sistema emplean firmas como Advertising.com para poner avisos que siguen a los visitantes de un sitio a otro.

A fines de los años 90, las protestas ante una anterior ola de marketing invasivo –cookies inclusive- generó algunas restricciones en materia de compartir datos entre sitios. En teoría, permitirían al usuario especificar cuando no deseaba que se recogieran datos personales. Pero la opción es lo bastante engorrosa como para que casi nadie la emplee.

Yahoo y casi todos los demás no venden perfiles personales a terceros, como suelen hacerlo editores de revistas y emisores de tarjetas. Pero casi todos acostumbran a intercambiar información entre sí. Por ejemplo, Seevast –una agencia publicitaria virtual- paga a sitios web para colgar sus cookies en las computadores de los usuarios. Así, la compañía sabrá más sobre ellos al momento de seleccionar avisos para desplegar en su red.

En privado, Google, Yahoo y otros admiten que caminan sobre el filo de la navaja. Si se bombardea la gente con avisos sobre camionetas, acabarán por asustarse aunque inicialmente estuviese interesada en ellas. En realidad, lo que esas empresas quieren es aumentar utilidades publicitarias colocando material que, de otro modo, no interesaría a los avisadores. En realidad, se venden personas, no páginas web.

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