domingo, 22 de diciembre de 2024

¿Hasta qué punto es global la economía en Internet?

spot_img

En el auge bursátil de las puntocom y la “nueva economía”, último lustro del siglo XX, se veía en Internet una innovación técnica comparable con la electricidad. Desde 2001, el péndulo se fue al otro extremo.

Día por medio salen libros cuyos temas son el derrumbe de emprendimientos
en el ciberespacio, la neurosis entre emprendedores click, la caída de
jóvenes y audaces CEO, etc. Como sus antecesores, que exaltaban lo que
hoy se denosta, pocos de esos tomos exhiben profundidad o sagacidad en los enfoques,
según pudo apreciarse durante una reciente conferencia sobre reorientación
de estrategias, basada en nuevos textos, organizada en Filadelfia por la escuela
de negocios Wharton.

En ese marco, un panel se dedicó a analizar The global Internet economy,
colección de ensayos -tecnología, sociedad, negocios- compilada
por Bruce Kogut y centrada no tanto en la génesis sino en los retos de
la crisis que vive la Red. Hasta hace poco, Kogut actuaba en la universidad de
Pennsilvania; pero la selección de trabajos abarca expertos de otras casas
norteamericanas, suecas, francesas, indias, alemanas, surcoreanas y japonesas.

Hay un hilo conductor: Kogut y sus colegas sostienen que Internet es un fenómeno
cultural, más que una oportunidad de negocios. "Estamos ante una tecnología
intrínsecamente global pues, una vez conectado, cada país interactúa
en el mismo espacio de los demás. Pero, luego, la Red se desarrolla o evoluciona
dentro de la geografía nacional, en lo social y físico", explicaba
el analista en pleno debate. A su criterio, Internet surgió como fenómeno
internacional sólo porque "la explosión de la Web fue paralela
a una etapa donde operaban fuerzas globalizantes en finanzas, varios sectores
económicos -la ola de fusiones y adquisiciones- y comercio.

El marco político deriva, claro, de la licuación del bloque soviético
y el fin de las economías centralmente planificadas, salvo China".

Esos factores operaban simultáneamente sobre los países, sus instituciones,
leyes, convenciones, estilos empresarios, marcos económicos, financieros
y cambiarios. Todo ocurrió velozmente y casi al mismo tiempo". En
el libro, sus colegas francés y sueco coinciden en que "tecnológicamente,
Internet es global. Pero su proyección en la economía o los negocios
sigue contenida en moldes locales".

Los resultados son claros, aunque recién se noten a partir de 2001. Las
diferencias locales determinaron que, por ejemplo, en Estados Unidos la Web pareciera
encajar naturalmente en el modelo local de negocios. Pero, por eso mismo, en Alemania
-para citar un caso- la tradición corporativa impuso otro ritmo "porque
empresas y trabajadores constituyen asociaciones profesionales fuertes, en tanto
bancos e industrias están ligados casi en holdings múltiples. Por
su parte, el estado es garante del contrato social y, claro, factor activo aun
en el ciberespacio".

A grandes rasgos, Japón y Surcorea parecen modelos más próximos
al alemán que al norteamericano. Sin embargo, la economía presupone
grupos -zaibatsu, keiretsu- que compiten entre sí, estructuras sindicales
a menudo fragmentadas, baja tributación relativa y segmentación
de programas sociales. Por el contrario, India es "una economía clásicamente
dual, con franjas adelantadas y retrasadas en cada sector y un contraste marcado
entre comercio minorista anacrónico, industrial relativamente moderna y
bolsones de vanguardia en diseño de software".

Algunos casos locales

La compilación de Kogut y su propio aporte tratan de responder dos preguntas
claves. La primera es "¿cuánto ha contribuido la economía
de la Red al desarrollo de una país"; la segunda, "¿qué
orientaciones locales se han seguido para estructurar una economía click?".

El segundo interrogante domina el libro, vía una serie de capítulos
que encaran respuestas país por país. En el caso estadounidense,
Martin Kennedy (universidad de California) compara el impacto de la Web con
el del telégrafo, hace más de un siglo y medio. Admite que "la
manía de Internet" típica de los 90 fue una desmesura -"quien
no está conectado no existe", decían el gurú Nicholas
Negroponte y su apóstol argentino, Alejandro Piscitelli- y se quemó
mucho capital, el país sigue dominando casi todas las áreas atinentes
a la Red, salvo la telefonía móvil. Eso queda demostrado en la
penetración de Amazon.com a eBay.

Marie Sako (Oxford), analiza la economía click en Japón. "A
fines de 2000, 47 millones de usuarios -34% de la población total- estaban
en la Red, contra 16,1% en 1999. Si bien su tasa de adopción no puede
compararse con las de EE.UU. o algunos países escandinavos, Japón
es el primer mercado donde se ofrecieron dispositivos de tercera generación…
en octubre de 2001. El éxito de los servicios en modo Internet de NTT
DoCoMo demuestra que, pese al predominio norteamericano en negocios click, algunas
franjas especializadas deparan mejores oportunidades en otras economías".

Entretanto, "la economía alemana en general se ha desarrollado espectacularmente
en la posguerra, pero no en la vanguardia tecnológica", sostiene
Steven Casper (Cambridge). No obstante, desde fines de los 80 el área
de tecnología informática es de mayor dinamismo en ese país:
ha estado creciendo a más de 10% anual. Con un producto bruto sectorial
"cercano a US$ 250.000 millones en 2001, es el mayor de la Unión
Europea y el tercero del mundo, después de EE.UU. y Japón. Mucho
de esto se debe a su impresionante estructura".

Proveedores e intermediarios

Entre los ensayos más controvertidos figura uno de John McDuffie (Wharton),
en colaboración con Susan Helper, dedicado a los portales mayoristas
-es decir, business-to-business, B2B- en la industria automotriz y cómo
los afectó sus relaciones la aparición de sitios de intercambio
en línea, al estilo de Covisint.

Aparte de analizar diferencias entre el sector automotor norteamericano y el
japonés, los autores encaran problemas tanto técnicos como organizativos.
Su deducción clave es que los portales de intercambio B2B tienden por
naturaleza a la evolución, no a los cambios o las innovaciones repentinas.
Por ende, son proclives a profundizar o consolidar modalidades comerciales existentes.

Otro aporte interesante corre a cargo de Dennis Yao (también de Wharton).
Este experto en efectos de políticas públicas sobre los negocios
analiza estrategias y regulaciones de e-commerce originadas fuera del propio
mercado en Estados Unidos. Lo mismo hace respecto del contexto normativo en
la Unión Europea. A su juicio, si bien nunca es fácil regular
plazas dinámicas, confiar totalmente en los mercados tampoco es buena
solución (en esto, el analista rompe con toda una biblioteca que exalta
el B2B como algo que no precisa contralores públicos).

Yao sostiene que "los mercados no regulados suelen ser imperfectos, sea
en la economía física, sea en la virtual. Aunque nuevas tecnologías
ofrezcan oportunidades de autocorrección en beneficio de los consumidores,
también pueden fomentar de burlar normas y perjudicar al público".

Al cabo de ensayos por momentos contrapuestos, Kogut concluye que "la economía
global de Internet aún debe emerger, más allá de sus formas
locales. En este sentido, la primera fase de comercialización y marketing
ha acelerado cambios institucionales y ha definido más claramente los
papeles que cada agente desempeña en la cadena internacional de proveedores
informáticos".

Simultáneamente, empero, "surgen comunidades globales cuya capacidad
de difundir conocimientos, distribuir datos o coordinar operaciones tendrá
compleja implicancias en el largo plazo. Así ha ocurrido y ocurre con
el movimiento Linux de fuente abierta o el fenómeno Napster entre pares.
Su eliminación vía judicial simplemente ha multiplicado émulos.
A medida que la Web evolucione -prevé el compilador de The Global
Internet
Economy-, ese tipo de redes, proveedores e intermediarios
universales irá multiplicándose. De por sí, esto les abrirá
a académicos e investigadores un campo fascinante".

Día por medio salen libros cuyos temas son el derrumbe de emprendimientos
en el ciberespacio, la neurosis entre emprendedores click, la caída de
jóvenes y audaces CEO, etc. Como sus antecesores, que exaltaban lo que
hoy se denosta, pocos de esos tomos exhiben profundidad o sagacidad en los enfoques,
según pudo apreciarse durante una reciente conferencia sobre reorientación
de estrategias, basada en nuevos textos, organizada en Filadelfia por la escuela
de negocios Wharton.

En ese marco, un panel se dedicó a analizar The global Internet economy,
colección de ensayos -tecnología, sociedad, negocios- compilada
por Bruce Kogut y centrada no tanto en la génesis sino en los retos de
la crisis que vive la Red. Hasta hace poco, Kogut actuaba en la universidad de
Pennsilvania; pero la selección de trabajos abarca expertos de otras casas
norteamericanas, suecas, francesas, indias, alemanas, surcoreanas y japonesas.

Hay un hilo conductor: Kogut y sus colegas sostienen que Internet es un fenómeno
cultural, más que una oportunidad de negocios. "Estamos ante una tecnología
intrínsecamente global pues, una vez conectado, cada país interactúa
en el mismo espacio de los demás. Pero, luego, la Red se desarrolla o evoluciona
dentro de la geografía nacional, en lo social y físico", explicaba
el analista en pleno debate. A su criterio, Internet surgió como fenómeno
internacional sólo porque "la explosión de la Web fue paralela
a una etapa donde operaban fuerzas globalizantes en finanzas, varios sectores
económicos -la ola de fusiones y adquisiciones- y comercio.

El marco político deriva, claro, de la licuación del bloque soviético
y el fin de las economías centralmente planificadas, salvo China".

Esos factores operaban simultáneamente sobre los países, sus instituciones,
leyes, convenciones, estilos empresarios, marcos económicos, financieros
y cambiarios. Todo ocurrió velozmente y casi al mismo tiempo". En
el libro, sus colegas francés y sueco coinciden en que "tecnológicamente,
Internet es global. Pero su proyección en la economía o los negocios
sigue contenida en moldes locales".

Los resultados son claros, aunque recién se noten a partir de 2001. Las
diferencias locales determinaron que, por ejemplo, en Estados Unidos la Web pareciera
encajar naturalmente en el modelo local de negocios. Pero, por eso mismo, en Alemania
-para citar un caso- la tradición corporativa impuso otro ritmo "porque
empresas y trabajadores constituyen asociaciones profesionales fuertes, en tanto
bancos e industrias están ligados casi en holdings múltiples. Por
su parte, el estado es garante del contrato social y, claro, factor activo aun
en el ciberespacio".

A grandes rasgos, Japón y Surcorea parecen modelos más próximos
al alemán que al norteamericano. Sin embargo, la economía presupone
grupos -zaibatsu, keiretsu- que compiten entre sí, estructuras sindicales
a menudo fragmentadas, baja tributación relativa y segmentación
de programas sociales. Por el contrario, India es "una economía clásicamente
dual, con franjas adelantadas y retrasadas en cada sector y un contraste marcado
entre comercio minorista anacrónico, industrial relativamente moderna y
bolsones de vanguardia en diseño de software".

Algunos casos locales

La compilación de Kogut y su propio aporte tratan de responder dos preguntas
claves. La primera es "¿cuánto ha contribuido la economía
de la Red al desarrollo de una país"; la segunda, "¿qué
orientaciones locales se han seguido para estructurar una economía click?".

El segundo interrogante domina el libro, vía una serie de capítulos
que encaran respuestas país por país. En el caso estadounidense,
Martin Kennedy (universidad de California) compara el impacto de la Web con
el del telégrafo, hace más de un siglo y medio. Admite que "la
manía de Internet" típica de los 90 fue una desmesura -"quien
no está conectado no existe", decían el gurú Nicholas
Negroponte y su apóstol argentino, Alejandro Piscitelli- y se quemó
mucho capital, el país sigue dominando casi todas las áreas atinentes
a la Red, salvo la telefonía móvil. Eso queda demostrado en la
penetración de Amazon.com a eBay.

Marie Sako (Oxford), analiza la economía click en Japón. "A
fines de 2000, 47 millones de usuarios -34% de la población total- estaban
en la Red, contra 16,1% en 1999. Si bien su tasa de adopción no puede
compararse con las de EE.UU. o algunos países escandinavos, Japón
es el primer mercado donde se ofrecieron dispositivos de tercera generación…
en octubre de 2001. El éxito de los servicios en modo Internet de NTT
DoCoMo demuestra que, pese al predominio norteamericano en negocios click, algunas
franjas especializadas deparan mejores oportunidades en otras economías".

Entretanto, "la economía alemana en general se ha desarrollado espectacularmente
en la posguerra, pero no en la vanguardia tecnológica", sostiene
Steven Casper (Cambridge). No obstante, desde fines de los 80 el área
de tecnología informática es de mayor dinamismo en ese país:
ha estado creciendo a más de 10% anual. Con un producto bruto sectorial
"cercano a US$ 250.000 millones en 2001, es el mayor de la Unión
Europea y el tercero del mundo, después de EE.UU. y Japón. Mucho
de esto se debe a su impresionante estructura".

Proveedores e intermediarios

Entre los ensayos más controvertidos figura uno de John McDuffie (Wharton),
en colaboración con Susan Helper, dedicado a los portales mayoristas
-es decir, business-to-business, B2B- en la industria automotriz y cómo
los afectó sus relaciones la aparición de sitios de intercambio
en línea, al estilo de Covisint.

Aparte de analizar diferencias entre el sector automotor norteamericano y el
japonés, los autores encaran problemas tanto técnicos como organizativos.
Su deducción clave es que los portales de intercambio B2B tienden por
naturaleza a la evolución, no a los cambios o las innovaciones repentinas.
Por ende, son proclives a profundizar o consolidar modalidades comerciales existentes.

Otro aporte interesante corre a cargo de Dennis Yao (también de Wharton).
Este experto en efectos de políticas públicas sobre los negocios
analiza estrategias y regulaciones de e-commerce originadas fuera del propio
mercado en Estados Unidos. Lo mismo hace respecto del contexto normativo en
la Unión Europea. A su juicio, si bien nunca es fácil regular
plazas dinámicas, confiar totalmente en los mercados tampoco es buena
solución (en esto, el analista rompe con toda una biblioteca que exalta
el B2B como algo que no precisa contralores públicos).

Yao sostiene que "los mercados no regulados suelen ser imperfectos, sea
en la economía física, sea en la virtual. Aunque nuevas tecnologías
ofrezcan oportunidades de autocorrección en beneficio de los consumidores,
también pueden fomentar de burlar normas y perjudicar al público".

Al cabo de ensayos por momentos contrapuestos, Kogut concluye que "la economía
global de Internet aún debe emerger, más allá de sus formas
locales. En este sentido, la primera fase de comercialización y marketing
ha acelerado cambios institucionales y ha definido más claramente los
papeles que cada agente desempeña en la cadena internacional de proveedores
informáticos".

Simultáneamente, empero, "surgen comunidades globales cuya capacidad
de difundir conocimientos, distribuir datos o coordinar operaciones tendrá
compleja implicancias en el largo plazo. Así ha ocurrido y ocurre con
el movimiento Linux de fuente abierta o el fenómeno Napster entre pares.
Su eliminación vía judicial simplemente ha multiplicado émulos.
A medida que la Web evolucione -prevé el compilador de The Global
Internet
Economy-, ese tipo de redes, proveedores e intermediarios
universales irá multiplicándose. De por sí, esto les abrirá
a académicos e investigadores un campo fascinante".

Compartir:

spot_img
spot_img
spot_img
spot_img
spot_img

Noticias

CONTENIDO RELACIONADO