Partiendo de aquel consejo de la Primera Dama de Estados Unidos, Jen Lawrence extrae seis ideas para desarrollar coraje en el trabajo.
- Diferenciar entre riesgo inteligente y riesgo tonto. Un riesgo inteligente nos lleva suavemente fuera de nuestra zona de control sin empujar a los demás fuera de la suya. Un riesgo tonto es entrar a una reunión sin prepararse o dar un ultimátum al jefe. Entre los riesgos inteligentes figura pedir un aumento o pedir más autoridad.
- Tener una fuerte visión de lo que uno quiere. Tenga una idea muy clara de lo que quiere, escríbalo. Los riesgos que hay que tomar a diario para llegar a donde queremos no parecerán tan feos si los vemos escritos.
- Practicar, practicar y practicar. El coraje se practica corriendo riesgos menores regularmente. Esto podría significar de3sde pedir participar en un proyecto nuevo a escribir un artículo para una publicación especializada y ofrecerse para asesorar a un empleado nuevo. Se empieza por metas pequeñas y luego se las sube. Habrá que trepar, saltar o pedir una escalera. Cuando más lo haga más se acostumbrará a sentir coraje.
- Tomar prestado el coraje, si es necesario. El coraje se puede tomar prestado. El rodearnos de gente corajuda puede ayudarnos a sentir valor.
- Practicar el coraje en la vida privada. Si le genera nervios el correr un riesgo, comienza creando músculo en casa. Tome un micrófono u ofrézcase para una comisión escolar.
- Evaluar el riesgo. Una de las razones por las cuales una acción se ve peligrosa es lo que podría generar de negativo. Antes de hacer algo valiente, contemple todo lo que podría salir mal y sus causas, luego vea cómo podría impedirlas o minimizar su impacto. Es fácil dar un salto de confianza cuando uno está bastante seguro de que no va a conducir a un desastre.