viernes, 27 de diciembre de 2024

Goldman Sachs y la imagen de su marca

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En marzo, Greg Smith publicó un editorial en el New York Times titulado “Por qué me voy de Goldman Sachs” en el que denuncia la cultura de la empresa por descuidar a sus clientes y poner en primer lugar sus propios intereses financieros.

<p>El titular cay&oacute; como una bomba en el mundo financiero y en pocos d&iacute;as hab&iacute;a hecho desaparecer US$ 2.200 millones de la capitalizaci&oacute;n de mercado de Goldman. <br />
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Algunos interpretaron que la importancia del editorial radic&oacute; en aprovechar la ola de indignaci&oacute;n popular con lo que se llama la codicia corporativa. Pero en su n&uacute;cleo, el editorial puede ser interpretado como una campa&ntilde;a de advertencia para el cuidado de la marca y las consecuencias que pueden sobrevenir cuando no se hace bien. Lo que sali&oacute; mal en el caso de Goldman Sachs, al menos desde el punto de vista del director saliente, fue la brecha entre imagen que Goldman Sachs vend&iacute;a a sus clientes y la realidad de sus operaciones.<br />
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Esto es tanto un problema de branding como un problema cultural. La marca de una compa&ntilde;&iacute;a no se define por la imagen que proyecta en sus materiales de marketing. Se define, en cambio, por sus clientes y su mercado. McDonalds podr&iacute;a gastar millones promocion&aacute;ndose como una cadena de restaurantes de lujo, pero si no ofreciera mantel de lino y cubiertos de plata, seguir&iacute;a siendo lo que es: una verdadera marca donde se come en poco tiempo hamburguesas baratas. Las marcas son una funci&oacute;n de las percepciones externas y fomentan y celebran los aspectos m&aacute;s positivos de esas percepciones . De lo contrario, ajustan sus operaciones de negocios para lograr la reputaci&oacute;n a que aspiran. <br />
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Un desajuste entre la imagen y la marca definida por el mercado no se puede sostener por mucho tiempo. Fomenta frustraci&oacute;n en clientes y empleados porque la desconexi&oacute;n se siente como hipocres&iacute;a. La furia que se percibe en el editorial sobre Goldman Sachs proviene no de la implacable b&uacute;squeda de ganancias de la firma sino de que se obtenga en modos opuestos a los compromisos p&uacute;blicos de la compa&ntilde;&iacute;a referidos a poner al cliente en primer lugar. <br />
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La publicaci&oacute;n de ese editorial deber&iacute;a se&ntilde;alar al management el peligro de desconectar la propia imagen con la realidad de la marca. Los disconformes ya no s&oacute;lo se desahogan en privado como hasta hace poco sino que lo publican en blogs, en diarios o en las redes sociales. Los resultados son devastadores. <br />
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Para diagnosticar problemas, las grandes empresas deber&iacute;an hacer auditor&iacute;a interna para comprobar la adecuaci&oacute;n entre los valores pregonados y los reales. Los contratos de empleados de alto rango deber&iacute;an contener cl&aacute;usulas que limiten su accionar y los obliguen a rendir cuentas adem&aacute;s de prever una estrategia de comunicaci&oacute;n al momento de alejarse de la compa&ntilde;&iacute;a. <br />
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En pocas palabras, la lecci&oacute;n que deja el episodio del editorial es que cuanto m&aacute;s se distancia la imagen que una compa&ntilde;&iacute;a tiene de s&iacute; misma de la marca, m&aacute;s peligro se cierne sobre la compa&ntilde;&iacute;a.</p>
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