Esperar excelencia no es una buena idea

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 Varios autores estiman que esperar siempre excelencia de los empleados puede ser contraproducente. Aparentemente el miedo a no ser perfectos restringe la innovación, la experimentación y el descubrimiento.

 “No quiero sorpresas; si traes un problema, tráeme también una solución”. Esa frase se repite en incansables reuniones de trabajo. Es que esperar excelencia de los empleados es hoy la norma pero, según autores como Jack Breeden, podría ser contraproducente porque restringe la innovación, la experimentación y el descubrimiento. Si la excelencia es no encontrarse nunca con alguna sorpresa, cuando llegue, puede ser demasiado tarde.

Lo cierto es que la innovación crece más dónde más desorganización hay: debe haber algo de desorden, tolerancia para los desaciertos y ganas de experimentar y perder para que la innovación encuentre lugar para crecer. De hecho, muchas veces es mejor lanzar una versión de un producto que cansarse de leer papeles sobre análisis de mercado. A la hora de comunicar una idea, al menos, es mucho más interesante saber la historia de triunfo y fracaso que una presentación de Power Point.

En su libro “Tipping Sacred Cows: Kick the Bad Work Habits That Masquerade as Virtues” Breedon describe un ejemplo claro de fracaso por omisión.

“Ella era responsable de Marketing para una compañía farmacéutica multinacional. Como graduada de Stanford con un MBA de Harvard tenía altos estándares para ella y su equipo. De hecho, solo había logrado campañas exitosas desde su inicio en la empresa. Pero un día su jefe la llamó para decirle que tendría una reseña negativa en su informe anual. Aparentemente el estrés que ella provocaba en sus colegas era tal que todos sentían los efectos de la tensión. De alguna manera el único criterio profesional que había impulsado su carrera- sus ganas de ser excelente- le había fallado”.

Lo cierto es que los empleados como ella muchas veces no ven el bosque porque el árbol se los tapa: los buenos líderes entienden que ser un maníaco de la excelencia puede, incluso, ser contraproducente y traer malos resultados.

Conviene, a los jóvenes profesionales, ser excelentes ocasionalmente. Puede no ser políticamente correcto pero en la historia de los grandes emprendedores se da así: se dan el espacio para hacer trabajo mediocre porque saben que, ocasionalmente, van a producir resultados sobresalientes. Si los malos gerentes presionan con el tema de “ser siempre excelente” lo único que van a lograr, como Ella, es producir un mal ambiente de trabajo que, posiblemente, no sea conductor de innovación o cambios significativos.

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