Su libro, Supercommunicator, está escrito justamente con el propósito de mostrar la necesidad de simplificar ideas complejas para que las entienda el público en general.
Explica así por qué lo escribe: “Todos los días se descartan grandes ideas porque no fueron bien explicadas. Para triunfar en un mercado cada vez más competitivo, es preciso articular un mensaje en forma clara y entendible. Financistas, gerentes, miembros de directorio, reguladores, clientes, analistas y empleados, piden claridad. En estos tiempos nadie, en el mundo de los negocios, tiene el interés ni la paciencia para navegar por comunicaciones complicadas.”
Pietrucha se ocupa no sólo de la comunicación escrita sino también de cómo hacer una buena presentación. El objetivo de comunicar en cualquiera de las formas, dice, no es dar al público solo información sino darles significados. Queremos, casi siempre, persuadirlos de algo. Para persuadirse deberán entender, y para entender el mensaje debe ser transparente y poderoso.
Pietrucha insiste, a lo largo del libro, en la importancia de informarse lo más posible sobre el nivel de conocimientos del público para saber el nivel de claridad que debemos buscar.
Algunas ideas extraídas del libro que valdrá la pena recordar:
Nada mata una buena idea como un texto mal escrito. Uno puede haber encontrado la cura para el cáncer o una energía alternativa, pero si no puede articular claramente el concepto, le va a resultar muy difícil que la gente le crea.
En nuestro apuro por obtener más información, tenemos menos paciencia con los obstáculos que nos impiden llegar al meollo del asunto. “No me frenen con grandes palabras grandilocuentes”, o “No usen jerga que solo entienden los técnicos”. Eso es lo que está pensando la mayoría de los ciudadanos digitales.
Las palabras complicadas no surten efecto si el público está pensando más en el vocabulario que en lo que usted tiene para decir.
Usar jerga excluye a la gente. Comunicar lo complicado debe incluir, no excluir.