En esencia, The Power of Habit dice lo siguiente: la clave para poder hacer ejercicios físicos regularmente, para perder peso, para criar hijos excepcionales, para ser más productivos, o crear empresas revolucionarias y movimientos sociales o lograr el éxito en cualquier actividad está en entender cómo funcionan los hábitos. Si entendemos eso, dice, podremos transformar nuestros negocios, nuestras comunidades y nuestras vidas.
“Toda nuestra vida es una masa de hábitos”, dijo el psicólogo funcional William James en 1892. Muchas de las elecciones que tomamos cada día pueden parecer producto de una decisión muy bien estudiada, pero no lo son. Son hábitos. Y aunque cada uno significa relativamente poco por sí solo, con el tiempo, las comidas que pedimos, si ahorramos o gastamos, la frecuencia con que hacemos ejercicios y la forma en que organizamos nuestros pensamientos y hacemos nuestras rutinas tiene un impacto enorme en nuestra salud, productividad, seguridad financiera y felicidad.
Una investigación publicada por la Duke University descubrió que más de 40% de la acciones que la gente hacía cada día no eran verdaderas decisiones, sino hábitos. James, como muchísimos otros pensadores desde Aristótles en adelante, pasó mucho tiempo de su vida tratando de entender por qué existen los hábitos. Pero sólo en las dos últimas décadas científicos y marketineros comenzaron a entender cómo funcionan, y, lo más importante, cómo cambian. En algún punto, todos decidimos conscientemente cuánto comemos y en qué nos concentramos cuando llegamos a la oficina, cuánto bebemos o cuándo salimos a caminar. Luego dejamos de tomar la decisión y la conducta se vuelve automática. Es una consecuencia natural de nuestra neurología. Y, al entender cómo ocurre, podemos reconstruir esos patrones en lo que queramos.
¿Somos responsables de nuestros hábitos?
Los hábitos no son tan simples como parecen. Pero incluso cuando ya se han enraizado en nuestras mentes, no son necesariamente nuestro destino. Podemos elegir nuestros hábitos una vez que sabemos cómo hacerlo, dice Duhigg. Todo lo que conocemos sobre hábitos, desde los neurólogos que estudian amnésicos hasta expertos organizacionales que reorganizan compañías, es que cualquiera de ellos se pueden cambiar si comprendemos cómo funcionan.
Los cientos de hábitos que influyen en nuestros días deciden las forma en que nos vestimos en la mañana, que hablamos con nuestros hijos y dormimos por la noche: influyen en lo que comemos para el almuesrzo, en cómo negociamos, si hacemos ejercicios o tomamos cerveza después del trabajo. Cada uno de ellos tiene un disparador diferente y ofrece una recompensa única. Algunos son sencillos y otros complejos. Pero todos son maleables. La compañía más disfuncional puede transformarse.
Sin embargo, para modificar un hábito, hace falta una decisión consciente. Hay que aceptar la dura tarea de identificar los disparadores y recompensas que impulsan las rutinas y encontrar alternativas. Hay que saber que que uno está en control.
Una vez que comprendemos que los hábitos pueden cambiar, tenemos la libertad y la responsabilidad de rehacrlos. Una vez que entendemos que los hábitos de pueden rehacer, su poder se vuelve más fácil de comprender y la única opción que queda es ponerse a trabajar. Si creemos que podemos cambiar – si convertimos eso en un hábito — el cambio se vuelve real. Este es el verdadero poder del hábito, dice Duhigg: el conocimiento de que nuestros hábitos son lo que nosotros elegimos que sean.