Ambryx es una nueva empresa de biotecnología dedicada específicamente a desentrañar los misterios moleculares del olfato y del gusto; los científicos tratan de averiguar por qué algunos olores atraen y otros repugnan.
Ubicados en La Jolla, California, a miles de kilómetros de Grasse, Francia, la Meca mundial del perfume, Ambryx espera utilizar esta información para convertir al negocio de las fragancias en una ciencia más que en un arte.
Todo comenzó hace tres años cuando Lubert Stryer, profesor de neurobiología de la Universidad de Stanford en California quedó muy intrigado con el sentido del olfato, en parte gracias a dos científicos que descubrieron una familia de genes cuyos receptores del olfato y el gusto se excitan en la base de la nariz. Los humanos tienen 1.000 de esos genes (25% de los cuales son funcionales) que tienen receptores similares a los que participan en la visión, especialidad de Stryer.
Esto llevó a Stryer a realizar su propia investigación estudiando el sentido del olfato en los peces. “El olfato y el gusto son realmente la nueva frontera de la neurobiología”, dice Stryer, agregando rápidamente que su amor por la buena comida y el buen vino es el motivo principal de su búsqueda.
Stryer, de 62 años, también comprendió su potencial en aplicaciones comerciales. Un emprendedor maduro, había colaborado con la fundación de Affymetrix en 1993, para vender una invención que ayudó a desarrollar, un chiputilizado para analizar las secuencias de ADN que se convirtió en una herramienta importante en el desarrollo de nuevas drogas. En julio, tomó una licencia y formó Ambryx con Paul Grayson, de 35 años, que encabezó el desarrollo de Aurora Biosciences, empresa que analiza grandes cantidades de potenciales drogas para usar en enfermedades objetivas.
Ambryx sería un emprendimiento completamente diferente. Stryer y Grayson decidieron no transitar los caminos de la mayoría de las empresas de biotecnología. En lugar de fabricar drogas, utilizarán las herramientas de alta tecnología de los chips genéticos, el análisis de alto rendimiento, la química combinatorial (la mezcla y combinación rápida de productos químicos) y la bioinformática (software que analiza los datos) para desarrollar compuestos completamente diferentes. Podrían producir nuevas combinaciones de esencias (jasmanilla, por ejemplo) o un endulzante para mejorar el gusto de la leche de soja. Stryer y Grayson hasta ubicaron a un experto culinario en el directorio como asesor científico: Harold McGee, autor de On Food & Cooking y The Curious Cook.
Grayson también quiere contratar a una “nariz” para oler las nuevas “notas”.
La industria de las fragancias comprendió inmediatamente la idea. “Uniendo la tecnología de computación con la ciencia del olfato, podemos acelerar la creación de nuevos compuestos y podríamos terminar incursionando en territorios nunca imaginados”, dice Arman Ansari, vicepresidente de asuntos técnicos de Quest International, una unidad de ICI que desarrolló el éxito Tommy Girl de Estée Lauder para Tommy Hilfiger.
Pero los inversores se detuvieron allí. Los capitalistas de riesgo, asustados por las inversiones anteriores en biotecnología, retiraron el apoyo a Ambryx. ¿Moléculas para vender? “Era un poco indefinido para quienes querían saber cuáles eran los productos”, dice Lori Robson, vicepresidente de Bay City Capital, que finalizó colocando US$ 3 millones.
Algunas empresas comprendieron el hecho de que Ambryx, a diferencia de las empresas de biotecnología con orientación médica, no tendría que invertir 12 años y US$ 300 millones para que un compuesto químico superara todas las etapas de reglamentación. Espera trabajar con empresas de fragancias y sabores, vender u obtener la licencia de nuevos ingredientes químicos y aditivos para Roche, International Flavors and Fragances y Quest. En octubre, Ambryx reunió US$ 12 millones; sus fundadores colocaron US$ 500.000.
Ambryx ha ganado licencias exclusivas para bibliotecas de olfato y gusto de las Universidades Johns Hopkins, la de Rockefeller, Harvard y San Diego en California. También espera comprar bibliotecas de compuestos a empresas como CombiChem de DuPont, Pharmacopeia y Ar-Qule. Luego, el trabajo de analizar millares de receptores y compuestos para saber cuáles se combinan –y qué patrones de receptores se exictan con las gardenias. Los resultados serán verdaderamente algo que valga la pena oler.
Ambryx es una nueva empresa de biotecnología dedicada específicamente a desentrañar los misterios moleculares del olfato y del gusto; los científicos tratan de averiguar por qué algunos olores atraen y otros repugnan.
Ubicados en La Jolla, California, a miles de kilómetros de Grasse, Francia, la Meca mundial del perfume, Ambryx espera utilizar esta información para convertir al negocio de las fragancias en una ciencia más que en un arte.
Todo comenzó hace tres años cuando Lubert Stryer, profesor de neurobiología de la Universidad de Stanford en California quedó muy intrigado con el sentido del olfato, en parte gracias a dos científicos que descubrieron una familia de genes cuyos receptores del olfato y el gusto se excitan en la base de la nariz. Los humanos tienen 1.000 de esos genes (25% de los cuales son funcionales) que tienen receptores similares a los que participan en la visión, especialidad de Stryer.
Esto llevó a Stryer a realizar su propia investigación estudiando el sentido del olfato en los peces. “El olfato y el gusto son realmente la nueva frontera de la neurobiología”, dice Stryer, agregando rápidamente que su amor por la buena comida y el buen vino es el motivo principal de su búsqueda.
Stryer, de 62 años, también comprendió su potencial en aplicaciones comerciales. Un emprendedor maduro, había colaborado con la fundación de Affymetrix en 1993, para vender una invención que ayudó a desarrollar, un chiputilizado para analizar las secuencias de ADN que se convirtió en una herramienta importante en el desarrollo de nuevas drogas. En julio, tomó una licencia y formó Ambryx con Paul Grayson, de 35 años, que encabezó el desarrollo de Aurora Biosciences, empresa que analiza grandes cantidades de potenciales drogas para usar en enfermedades objetivas.
Ambryx sería un emprendimiento completamente diferente. Stryer y Grayson decidieron no transitar los caminos de la mayoría de las empresas de biotecnología. En lugar de fabricar drogas, utilizarán las herramientas de alta tecnología de los chips genéticos, el análisis de alto rendimiento, la química combinatorial (la mezcla y combinación rápida de productos químicos) y la bioinformática (software que analiza los datos) para desarrollar compuestos completamente diferentes. Podrían producir nuevas combinaciones de esencias (jasmanilla, por ejemplo) o un endulzante para mejorar el gusto de la leche de soja. Stryer y Grayson hasta ubicaron a un experto culinario en el directorio como asesor científico: Harold McGee, autor de On Food & Cooking y The Curious Cook.
Grayson también quiere contratar a una “nariz” para oler las nuevas “notas”.
La industria de las fragancias comprendió inmediatamente la idea. “Uniendo la tecnología de computación con la ciencia del olfato, podemos acelerar la creación de nuevos compuestos y podríamos terminar incursionando en territorios nunca imaginados”, dice Arman Ansari, vicepresidente de asuntos técnicos de Quest International, una unidad de ICI que desarrolló el éxito Tommy Girl de Estée Lauder para Tommy Hilfiger.
Pero los inversores se detuvieron allí. Los capitalistas de riesgo, asustados por las inversiones anteriores en biotecnología, retiraron el apoyo a Ambryx. ¿Moléculas para vender? “Era un poco indefinido para quienes querían saber cuáles eran los productos”, dice Lori Robson, vicepresidente de Bay City Capital, que finalizó colocando US$ 3 millones.
Algunas empresas comprendieron el hecho de que Ambryx, a diferencia de las empresas de biotecnología con orientación médica, no tendría que invertir 12 años y US$ 300 millones para que un compuesto químico superara todas las etapas de reglamentación. Espera trabajar con empresas de fragancias y sabores, vender u obtener la licencia de nuevos ingredientes químicos y aditivos para Roche, International Flavors and Fragances y Quest. En octubre, Ambryx reunió US$ 12 millones; sus fundadores colocaron US$ 500.000.
Ambryx ha ganado licencias exclusivas para bibliotecas de olfato y gusto de las Universidades Johns Hopkins, la de Rockefeller, Harvard y San Diego en California. También espera comprar bibliotecas de compuestos a empresas como CombiChem de DuPont, Pharmacopeia y Ar-Qule. Luego, el trabajo de analizar millares de receptores y compuestos para saber cuáles se combinan –y qué patrones de receptores se exictan con las gardenias. Los resultados serán verdaderamente algo que valga la pena oler.