Este jefe de cazadores de talento de una de las empresas más antiguas en
la especialidad tiene una teoría para explicar el pasado, presente y futuro
de las mujeres en el mundo de los negocios. Y para hacerlo, va y viene una y otra
vez de la época de las cavernas a la sala actual del directorio de una
empresa.
Cuando ya se habían elaborado varias preguntas de la entrevista con
Mercado y llegó la referida a cómo le va a la mujer en la competencia
por los cargos ejecutivos, Chris Clarke sonríe, hace una pausa, y pide
pista para explayarse. La empresa que maneja, Boyden International, se especializa
en la búsqueda de ejecutivos de primer nivel y es evidente que el tema
no sólo está en el tapete sino que le ha obligado a reflexionar
mucho y profundamente. La respuesta que se prepara para dar no es una más.
Es casi una teoría que elabora sobre la base del material genético
y la evolución de la especie humana.
Nada bien les ha ido hasta ahora a las mujeres en la carrera por los puestos
de mayor jerarquía, dice a modo de evaluación introductoria. Y
esto vale igual para la Argentina, para América latina y para Estados
Unidos. Los países escandinavos tienen mejor tradición, pero hasta
en ellos es poco común encontrar presidentas de empresa y directoras
ejecutivas. Pero todo eso va a cambiar.
Clarke propone un viaje hacia el pasado para explorar por qué las cosas
son así y por qué cree que van a cambiar. Comienza explicando
que 97-98% de nuestro material genético es idéntico al de los
simios: “Si usted observa la conducta de los monos verá que siempre
hay un macho grande y dominante, casi siempre rodeado de un grupo de otros simios
obsecuentes y que todos ellos juntos son algo así como los reyes de la
manada. Algo muy parecido ocurre en las salas de muchos directorios”.
Saltando al área de la biología humana, explica que quienes se
han dedicado a observar a las comunidades que viven aisladas en rincones remotos
de Nueva Guinea, Australia, África o América del Sur, todos con
material genético idéntico al nuestro, comprueban que son grupos
de cazadores-recolectores. Muestran hoy el mismo comportamiento que aquellos
primeros pobladores humanos que vivían de la recolección de vegetales
y de la cacería de animales. Y son los hombres los que salen de cacería
y se ayudan unos a otros mientras las mujeres cuidan de la prole y juntan todo
lo comestible que encuentran a su alrededor. “Así viven y así
han vivido durante 10.000 años”.
Advirtiendo que ha logrado despertar el interés de quienes lo escuchan,
el británico continúa, entusiasmado: Nosotros, los evolucionados
miembros de las ciudades actuales, somos genéticamente iguales a los
de esas comunidades. Si creemos que somos superiores por educación o
circunstancias, que nos larguen solos en la jungla a ver cuánto tiempo
vivimos. La única diferencia está en las habilidades de unos y
otros”.
La evolución de la economía mundial
Para resumir la actividad económica de la humanidad desde la edad de
piedra hasta nuestros días, Clarke propone observarla teniendo en cuenta
ese origen genético de cazadores-recolectores que se fue reproduciendo
de generación en generación. Durante los primeros 10.000 años,
explica, el producto bruto del mundo creció poco. De pronto, allá
por el 1500 más o menos, comenzó a despegar a causa de varios
factores. Avances en agricultura, revolución industrial, descubrimiento
de América, con minas de oro y plata; luego llegaron ferrocarriles, maquinarias,
automóvil y ahora estamos en la revolución electrónica.
“Sin embargo”, continúa quien a estas alturas habla como el
profesor universitario que también es, “esa sucesión de cambios
en el mundo material no se correspondió con cambios equivalentes en términos
biológicos y de evolución de la especie; además, tampoco
pasó tanto tiempo como para que los seres humanos sean hoy radicalmente
diferentes de los de antaño”.
“Cuando se reúnen en sesión los miembros del directorio de
una empresa de nuestros días, se comportan como un grupo de cazadores-recolectores.
Hombres que se juntan, se ayudan, se protegen. Hablan en términos de
deportes, que vienen a ser el sustituto moderno de la guerra; y también
hablan de guerra.”
Para contestar a la pregunta de cómo se inserta entonces la mujer en
este esquema hace, a su vez, una serie de preguntas. “¿Quiénes
venden verduras y frutas en los mercados de un país en desarrollo? Las
mujeres. ¿Quiénes manejan el dinero? Las mujeres. ¿Quiénes
saludan, atienden y conversan con los clientes? Las mujeres. Porque en este
proceso evolutivo las mujeres no solamente aprendieron a criar hijos sino que
también adquirieron habilidades en comunicación, en comercio y
en manejo de dinero. Las mujeres son emprendedoras naturales”.
El management en el siglo XXI
Han cambiado las necesidades. En lugar de un gorila grande y dominante ahora
se busca “inteligencia emocional”; o sea, alguien que reconoce sus
propias limitaciones, que se comunica bien con los demás, que advierte
y atiende necesidades propias y ajenas. “Allí entra la mujer, con
enormes ventajas frente a su colega varón”. Clarke relata, para
confirmar lo que dice, dos experimentos científicos que demuestran que
puestos hombre y mujer ante la necesidad de resolver el mismo grupo de situaciones,
la mujer reconoce más rápido y con más facilidad no sólo
facciones humanas sino también emociones. Esa habilidad es inmensamente
útil en el manejo de los recursos humanos, por ejemplo.
Y, de hecho, en Estados Unidos el área de recursos humanos está
dominada por el género femenino. “En una empresa como la nuestra,
de búsqueda de personal ejecutivo, los mejores desempeños provienen
de búsquedas hechas por mujeres. ¿Por qué? Porque son mucho
mejores para evaluar a las personas, para detectar cómo sienten. Y porque
no tienen un estilo amenazador, entre muchas otras cosas”.
La pregunta obligada entonces, es si son tan buenas, si reúnen características
que hoy busca el management moderno, ¿por qué todavía no
se las ve en mayor número?: “Porque tenemos a estos tipos, que han
sido criados como cazadores-recolectores, que funcionan en equipo y que ni siquiera
con la mejor voluntad del mundo pueden negar esa biología”.
“Pero todo esto está cambiando. Ya hay leyes en Escandinavia, en
Europa, en Estados Unidos, que exigen tratamiento igualitario y patrones igualitarios
de contratación. Las empresas nos piden a nosotros, los encargados de
buscar ejecutivos, que les presentemos una lista de candidatos con determinado
número de mujeres. Y, a veces, cuando el desequilibrio es muy grande,
nos piden sólo mujeres. Por otro lado, cada vez hay más facilidades
para que las mujeres ejecutivas puedan solucionar el cuidado de sus hijos y
de su hogar para poder –si así lo desean– desarrollar simultáneamente
la carrera y la familia”.
En pos del equilibrio
En sus muchos años entrevistando a candidatos para puestos ejecutivos
Clarke detectó una diferencia psicológica interesante entre ambos
sexos. “Cuando a un hombre se le pide que defina su vida, siempre empieza
hablando de su carrera y mucho de lo que dice después está relacionado
con lo que ha estudiado y con lo que ha hecho profesionalmente; finalmente,
casi a modo de broche final, menciona que está casado y con hijos. Cuando
en cambio se le pregunta a una mujer sobre su vida, la respuesta casi siempre
es más equilibrada. Hoy, en el mundo de los negocios tenemos un concepto
que llamamos ‘equilibrio de la vida total’ según el cual sólo
los maniáticos sacrifican lo privado para triunfar en lo profesional;
la gente sana mantiene un equilibrio: hogar, familia, relaciones. Las mujeres
siempre han tenido esa visión equilibrada de las cosas. Y esto nos lleva
también a una situación de huevo o gallina.
Precisamente por esa visión equilibrada de la vida –que necesariamente
implica hacer malabarismos con tareas simultáneas– algunas mujeres
no quieren llegar a CEO. Ésa es otra razón por la que no vemos
tantas mujeres en los cargos de mayor jerarquía. A veces las empresas
nos piden que busquemos una mujer para CEO y descubrimos que la reserva de talento
que se nos presenta no es tan grande. Pero igualmente mi vaticinio es que, en
el futuro, vamos a ver muchas más mujeres en management, incluso aquí
en la Argentina.”
Este jefe de cazadores de talento de una de las empresas más antiguas en
la especialidad tiene una teoría para explicar el pasado, presente y futuro
de las mujeres en el mundo de los negocios. Y para hacerlo, va y viene una y otra
vez de la época de las cavernas a la sala actual del directorio de una
empresa.
Cuando ya se habían elaborado varias preguntas de la entrevista con
Mercado y llegó la referida a cómo le va a la mujer en la competencia
por los cargos ejecutivos, Chris Clarke sonríe, hace una pausa, y pide
pista para explayarse. La empresa que maneja, Boyden International, se especializa
en la búsqueda de ejecutivos de primer nivel y es evidente que el tema
no sólo está en el tapete sino que le ha obligado a reflexionar
mucho y profundamente. La respuesta que se prepara para dar no es una más.
Es casi una teoría que elabora sobre la base del material genético
y la evolución de la especie humana.
Nada bien les ha ido hasta ahora a las mujeres en la carrera por los puestos
de mayor jerarquía, dice a modo de evaluación introductoria. Y
esto vale igual para la Argentina, para América latina y para Estados
Unidos. Los países escandinavos tienen mejor tradición, pero hasta
en ellos es poco común encontrar presidentas de empresa y directoras
ejecutivas. Pero todo eso va a cambiar.
Clarke propone un viaje hacia el pasado para explorar por qué las cosas
son así y por qué cree que van a cambiar. Comienza explicando
que 97-98% de nuestro material genético es idéntico al de los
simios: “Si usted observa la conducta de los monos verá que siempre
hay un macho grande y dominante, casi siempre rodeado de un grupo de otros simios
obsecuentes y que todos ellos juntos son algo así como los reyes de la
manada. Algo muy parecido ocurre en las salas de muchos directorios”.
Saltando al área de la biología humana, explica que quienes se
han dedicado a observar a las comunidades que viven aisladas en rincones remotos
de Nueva Guinea, Australia, África o América del Sur, todos con
material genético idéntico al nuestro, comprueban que son grupos
de cazadores-recolectores. Muestran hoy el mismo comportamiento que aquellos
primeros pobladores humanos que vivían de la recolección de vegetales
y de la cacería de animales. Y son los hombres los que salen de cacería
y se ayudan unos a otros mientras las mujeres cuidan de la prole y juntan todo
lo comestible que encuentran a su alrededor. “Así viven y así
han vivido durante 10.000 años”.
Advirtiendo que ha logrado despertar el interés de quienes lo escuchan,
el británico continúa, entusiasmado: Nosotros, los evolucionados
miembros de las ciudades actuales, somos genéticamente iguales a los
de esas comunidades. Si creemos que somos superiores por educación o
circunstancias, que nos larguen solos en la jungla a ver cuánto tiempo
vivimos. La única diferencia está en las habilidades de unos y
otros”.
La evolución de la economía mundial
Para resumir la actividad económica de la humanidad desde la edad de
piedra hasta nuestros días, Clarke propone observarla teniendo en cuenta
ese origen genético de cazadores-recolectores que se fue reproduciendo
de generación en generación. Durante los primeros 10.000 años,
explica, el producto bruto del mundo creció poco. De pronto, allá
por el 1500 más o menos, comenzó a despegar a causa de varios
factores. Avances en agricultura, revolución industrial, descubrimiento
de América, con minas de oro y plata; luego llegaron ferrocarriles, maquinarias,
automóvil y ahora estamos en la revolución electrónica.
“Sin embargo”, continúa quien a estas alturas habla como el
profesor universitario que también es, “esa sucesión de cambios
en el mundo material no se correspondió con cambios equivalentes en términos
biológicos y de evolución de la especie; además, tampoco
pasó tanto tiempo como para que los seres humanos sean hoy radicalmente
diferentes de los de antaño”.
“Cuando se reúnen en sesión los miembros del directorio de
una empresa de nuestros días, se comportan como un grupo de cazadores-recolectores.
Hombres que se juntan, se ayudan, se protegen. Hablan en términos de
deportes, que vienen a ser el sustituto moderno de la guerra; y también
hablan de guerra.”
Para contestar a la pregunta de cómo se inserta entonces la mujer en
este esquema hace, a su vez, una serie de preguntas. “¿Quiénes
venden verduras y frutas en los mercados de un país en desarrollo? Las
mujeres. ¿Quiénes manejan el dinero? Las mujeres. ¿Quiénes
saludan, atienden y conversan con los clientes? Las mujeres. Porque en este
proceso evolutivo las mujeres no solamente aprendieron a criar hijos sino que
también adquirieron habilidades en comunicación, en comercio y
en manejo de dinero. Las mujeres son emprendedoras naturales”.
El management en el siglo XXI
Han cambiado las necesidades. En lugar de un gorila grande y dominante ahora
se busca “inteligencia emocional”; o sea, alguien que reconoce sus
propias limitaciones, que se comunica bien con los demás, que advierte
y atiende necesidades propias y ajenas. “Allí entra la mujer, con
enormes ventajas frente a su colega varón”. Clarke relata, para
confirmar lo que dice, dos experimentos científicos que demuestran que
puestos hombre y mujer ante la necesidad de resolver el mismo grupo de situaciones,
la mujer reconoce más rápido y con más facilidad no sólo
facciones humanas sino también emociones. Esa habilidad es inmensamente
útil en el manejo de los recursos humanos, por ejemplo.
Y, de hecho, en Estados Unidos el área de recursos humanos está
dominada por el género femenino. “En una empresa como la nuestra,
de búsqueda de personal ejecutivo, los mejores desempeños provienen
de búsquedas hechas por mujeres. ¿Por qué? Porque son mucho
mejores para evaluar a las personas, para detectar cómo sienten. Y porque
no tienen un estilo amenazador, entre muchas otras cosas”.
La pregunta obligada entonces, es si son tan buenas, si reúnen características
que hoy busca el management moderno, ¿por qué todavía no
se las ve en mayor número?: “Porque tenemos a estos tipos, que han
sido criados como cazadores-recolectores, que funcionan en equipo y que ni siquiera
con la mejor voluntad del mundo pueden negar esa biología”.
“Pero todo esto está cambiando. Ya hay leyes en Escandinavia, en
Europa, en Estados Unidos, que exigen tratamiento igualitario y patrones igualitarios
de contratación. Las empresas nos piden a nosotros, los encargados de
buscar ejecutivos, que les presentemos una lista de candidatos con determinado
número de mujeres. Y, a veces, cuando el desequilibrio es muy grande,
nos piden sólo mujeres. Por otro lado, cada vez hay más facilidades
para que las mujeres ejecutivas puedan solucionar el cuidado de sus hijos y
de su hogar para poder –si así lo desean– desarrollar simultáneamente
la carrera y la familia”.
En pos del equilibrio
En sus muchos años entrevistando a candidatos para puestos ejecutivos
Clarke detectó una diferencia psicológica interesante entre ambos
sexos. “Cuando a un hombre se le pide que defina su vida, siempre empieza
hablando de su carrera y mucho de lo que dice después está relacionado
con lo que ha estudiado y con lo que ha hecho profesionalmente; finalmente,
casi a modo de broche final, menciona que está casado y con hijos. Cuando
en cambio se le pregunta a una mujer sobre su vida, la respuesta casi siempre
es más equilibrada. Hoy, en el mundo de los negocios tenemos un concepto
que llamamos ‘equilibrio de la vida total’ según el cual sólo
los maniáticos sacrifican lo privado para triunfar en lo profesional;
la gente sana mantiene un equilibrio: hogar, familia, relaciones. Las mujeres
siempre han tenido esa visión equilibrada de las cosas. Y esto nos lleva
también a una situación de huevo o gallina.
Precisamente por esa visión equilibrada de la vida –que necesariamente
implica hacer malabarismos con tareas simultáneas– algunas mujeres
no quieren llegar a CEO. Ésa es otra razón por la que no vemos
tantas mujeres en los cargos de mayor jerarquía. A veces las empresas
nos piden que busquemos una mujer para CEO y descubrimos que la reserva de talento
que se nos presenta no es tan grande. Pero igualmente mi vaticinio es que, en
el futuro, vamos a ver muchas más mujeres en management, incluso aquí
en la Argentina.”