Decididamente, trabajar en el mundo de las empresas no es algo que se aprenda en un manual. Ya lo dijo hace 30 años Mark McCormack en un libro titulado “Lo que no enseñan en Harvard”. Hoy, podría decirse algo parecido, pero diferente: “lo que no puede enseñar ninguna escuela de negocios” porque el liderazgo comienza en casa.
Para el profesor de conducta organizacional del INSEAD, Michael Jarrett, “el éxito en la función de liderar tiene que ver con la forma en que piensa la gente, en cómo siente y en cómo se comporta. Esto es más que carisma, es el comportamiento que traemos desde la cuna. La forma en que nos vemos, en que actuamos. La personalidad es un buen indicador del éxito empresarial.
Jarrett dice que hay un lado bueno y un lado malo en todo gerente. El lado bueno consiste en los cinco grandes factores de la personalidad: estabilidad emocional, extroversión, apertura a experiencias, sensibilidad emocional y la disposición al logro. Pero hay fallas psicológicas, como la introversión, la tendencia a pensar que todo tiene que ver con uno y también el micromanagement, o sea, la conducta obsesiva con las tareas. Estas son las cosas que conducen a un mal gerenciamiento.
Por lo anterior, no debería sorprender que la personalidad de un líder afecte el lugar de trabajo y, en consecuencia, el desempeño de la compañía. Si el líder es positivo y extrovertido y tiende a ver el mundo como un bello lugar, dice Jarrett, las investigaciones indican que ese entusiasmo se transmite a sus seguidores y eso lleva a mejor desempeño. Mientras que si el líder vive lamentándose y ve el mundo desde un ángulo oscuro, eso también tiene un impacto directo en los miembros de su equipo y en el desempeño de la organización.
Los cambios en el entorno global de las empresas sugieren que el ejecutivo de hoy está más solo que sus antecesores. Ya casi no se ve más el trabajo de por vida ni los empleos con beneficios. La lealtad del empleado hacia el empleador es baja y la tecnología significa que las habilidades deben actualizarse permanentemente mientras que negocios enteros pueden ser eclipsados de la noche a la mañana. La gente está sola para manejar su propia carrera y eso significa que la capacitación de líderes debe cambiar.
La capacitación ejecutiva individual lleva una inversión entre seis y doce meses, dice Jarrett. No es terapia, pero sí se enfoca en quiénes somos y cómo poner en práctica nuestro rol dentro de la organización. Las investigaciones sugieren que si el candidato adecuado recibe la capacitación justa, el resultado es impresionante. La gente sí cambia su conducta y eso tiene gran impacto en la organización.