El mundo contiene el aliento ante las reiteradas noticias acerca de la desaceleración del crecimiento en el país más grande del Asia. Pero, hay por lo menos tres motivos para la tranquilidad mundial, por lo menos por tres motivos. Primero, el consumo de China ha venido creciendo a mucha màs velocidad que el de cualquier otro país del mundo en términos absolutos. Segundo, con que el nivel de consumo vuelva a lograr 43%, el nivel que tenía en 1995, lograría un gran impacto en el reequilibrio económico. Y por último, los números son imprecisos. El gasto de los consumidores son casi imposibles de medir en una economía tan complicada y tan grande. Combinar un número vago con otros dos números vagos (inversión y exportaciones ntas) es hacer matemáticas torpes. Hasta que los economistas no comiencen a poner cálculos incertidumbre en sus estimaciones, los porcentajes relativos no merecen atención.
Lo cierto es que cada día la clase media china compra más. Compran dentro de su país y compran en el exterior, especialmente en Europa. Su poder de compra decide el futuro de las marcas de lujo y crece con la expansión de la clase media china.
El profesor de historia Karl Gerth es autor del libro “As China goes, so does the world: How chineses consumers are transforming everything”. Gerth compara a los chinos con los norteamericanos: quieren de todo, más grande, mejor, más caro. Totalmente lo opuesto a la mentalidad de conservación de los europeos. Según él el sueño chino es como el sueño americano más 10%.
Él ve el consumo de la clase media china como un gigantesco test de Rorschach: muestra manchas positivas y negativas. Las manchas positivas son sin duda la manera en que estimulan el consumo mundial y las negativas, la polución del aire generada por modos de producción y los centenares de miles de automóviles que transitan las ciudades.