El eterno problema de los sueldos de los ejecutivos

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Según Standard & Poor´s, mientras las ganancias de las 500 empresas más grandes de Estados Unidos crecieron en 2003 un promedio de 9,6%, los sueldos de los principales ejecutivos lo hicieron 22%. A todas luces, se ignoran los reclamos de mesura.

Los reclamos se escuchan en boca de representantes de cuerpos reguladores, de la banca y de la empresa: William McDonough, presidente del Public Company Accounting Oversight Board (PCAOB, o sea la comisión de supervisión contable de empresas cotizantes); de Peter Peterson, presidente del Blackstone Group y de Warren Buffet, entre otros.

Algunos ven la aparente incapacidad para reducir sueldos como un fracaso
de los cambios introducidos en el gobierno de la empresa con posterioridad a
los escándalos iniciados por Enron en 2001. El tema hoy es decidir si
continuar con sueldos muy altos es un factor que debe preocupar o no.

Aunque en muchos aspectos se ha mejorado mucho el mecanismo de gobernar empresas, el tema de los sueldos ejecutivos es un área en la que los directores – que son los responsables de esa decisión — no se ha tocado mucho.

En los niveles más altos de la jerarquía, los paquetes remuneratorios en
Estados Unidos suman millones de dólares. Incluyen dinero en
efectivo, acciones, opciones accionarias y otras variantes de pago. Casi siempre el dinero en mano es la parte más pequeña del pago total.

Lo que sí se advierte en que, por lo general, las empresas procuran que, desde afuera, no se vean las remuneraciones como una manifestación más de la avaricia que hizo tantos estragos en los primeros años del siglo. Cambian
entonces dinero en efectivo por paquetes de remuneración donde juegan los
intereses de largo plazo de los ejecutivos al igual que los de los
inversores.

Pero sí hay cambios. Ahora muchas juzgan el desempeño de sus CEO de una manera mucho más exigente; en muchos lugares se eliminaron las opciones accionarias, tan populares en los ’90 cuando no se contabilizaban como gasto. Entonces se las veía como una forma de premiar a los gerentes sin afectar las ganancias de la compañía (en los estados financieros sólo figuraban como notas al pie). Según datos de S&P, en 1992 las opciones conformaron un promedio de 27% de la remuneración de un director ejecutivo. En 2000, eran 60%.
Ahora en general se responsabiliza a aquellas opciones por la ambición desmedida de muchos CEO de inflar a cualquier costo los balances de sus compañías. Más de 750 empresas ya comenzaron voluntariamente a asentar opciones como gastos.

De todos los cambios que comienzan a advertirse, muchos son instigados por accionistas institucionales que presionan a los directores para que actúen con firmeza. El nuevo lema es “el sueldo alto no es, en sí mismo, un motivo de preocupación. Pero sueldo alto combinado con mal desempeño sí lo es”.

Los reclamos se escuchan en boca de representantes de cuerpos reguladores, de la banca y de la empresa: William McDonough, presidente del Public Company Accounting Oversight Board (PCAOB, o sea la comisión de supervisión contable de empresas cotizantes); de Peter Peterson, presidente del Blackstone Group y de Warren Buffet, entre otros.

Algunos ven la aparente incapacidad para reducir sueldos como un fracaso
de los cambios introducidos en el gobierno de la empresa con posterioridad a
los escándalos iniciados por Enron en 2001. El tema hoy es decidir si
continuar con sueldos muy altos es un factor que debe preocupar o no.

Aunque en muchos aspectos se ha mejorado mucho el mecanismo de gobernar empresas, el tema de los sueldos ejecutivos es un área en la que los directores – que son los responsables de esa decisión — no se ha tocado mucho.

En los niveles más altos de la jerarquía, los paquetes remuneratorios en
Estados Unidos suman millones de dólares. Incluyen dinero en
efectivo, acciones, opciones accionarias y otras variantes de pago. Casi siempre el dinero en mano es la parte más pequeña del pago total.

Lo que sí se advierte en que, por lo general, las empresas procuran que, desde afuera, no se vean las remuneraciones como una manifestación más de la avaricia que hizo tantos estragos en los primeros años del siglo. Cambian
entonces dinero en efectivo por paquetes de remuneración donde juegan los
intereses de largo plazo de los ejecutivos al igual que los de los
inversores.

Pero sí hay cambios. Ahora muchas juzgan el desempeño de sus CEO de una manera mucho más exigente; en muchos lugares se eliminaron las opciones accionarias, tan populares en los ’90 cuando no se contabilizaban como gasto. Entonces se las veía como una forma de premiar a los gerentes sin afectar las ganancias de la compañía (en los estados financieros sólo figuraban como notas al pie). Según datos de S&P, en 1992 las opciones conformaron un promedio de 27% de la remuneración de un director ejecutivo. En 2000, eran 60%.
Ahora en general se responsabiliza a aquellas opciones por la ambición desmedida de muchos CEO de inflar a cualquier costo los balances de sus compañías. Más de 750 empresas ya comenzaron voluntariamente a asentar opciones como gastos.

De todos los cambios que comienzan a advertirse, muchos son instigados por accionistas institucionales que presionan a los directores para que actúen con firmeza. El nuevo lema es “el sueldo alto no es, en sí mismo, un motivo de preocupación. Pero sueldo alto combinado con mal desempeño sí lo es”.

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