La fabricante de semiconductores ve caer sus ventas, sus márgenes y su ingreso neto. Aún así, todavía vende una increíble cantidad de chips de silicio y amasó US$ 18.900 millones en operaciones el año pasado. Muchas empresas morirían por tener los problemas de Intel.
Pero las cifras dadas a conocer la semana pasada podrían indicar un mal fin para el mandato del actual CEO Paul Otellini. Si las ventas del actual trimestre arrojan, como dicen los pronósticos, resultados por debajo de las expectativas, serían una muy mala noticia que llega justo antes de su anunciado retiro en mayo.
Otellini ocupó su cargo en 2005 y ha sobrevivido años difíciles. Luchó contra los reguladores en Europa y Estados Unidos sobre temas relacionados con AMD, su rival de todos los tiempos. Luchó frente a AMD y terminó consiguiendo enormes ganancias en el centro de datos. Convirtió a Intel en una verdadera usina de software con adquisiciones de alto perfil.
Lo que no hizo fue entregar a tiempo un producto creíble al mercado de los dispositivos móviles. Ese solo error debilitó casi todos los demás éxitos de la compañía durante su mandato como CEO. Por eso fue que todos sus éxitos quedaron neutralizados.
En uno de estos días Intel va a nombrar al sucesor de Otellini. El próximo CEO tendrá por lo menos una posibilidad de encarar una segunda fase de inversiones. Los nuevos chips de bajo consumo que salen ahora podrían ser competitivos con los de Qualcomm, Nvidia y otros. Si lo logran, Intel volverá a estar en la carrera de los teléfonos inteligentes y tabletas . Otellini se va sin ver el resultado de estas apuestas.