Una de las mejores series policiales nuevas que se ven por cable se llama “CSI Miami” (Sony); es decir “crime scene investigation” (investigaciones en la escena del crimen). Réplica de su original homónima, que ocurre en Las Vegas, se ve los domingos en Buenos Aires. Los capítulos son flamantes y el del 29 de diciembre, a las ocho de la noche, lo confirma: gira en torno de ejecutivos que cometen fraude contable, vacían una empresa y son citados por la Securities & Exchange Commission (SEC).
Residentes en Miami, vuelan a Washington en un avión de la firma. Junto con ellos va la secretaria del CEO, también a bordo. Esta profesional se había dado cuenta de los delitos cometido por su jefe y los demás. El contexto es similar a los Enron, WorldCom, Global Crossing o Adelphia, aunque la falta de escrúpulos acerca el argumento al último caso.
La delegación lleva un informe. Pero la secretaria había preparado otro, con la verdad. De algún modo, el CEO se entera, tiene un altercado con ella en el avión, forcejea, consigue abrir la escotilla y arrojarla. Pero uno de sus zapatos penetra en un motor y hace que el avión se estrelle en los pantanos de Florida. Sólo sobrevive el CEO.
La mecánica de la serie se basa en una cuidadosa investigación de restos, humanos inclusive, muy bien montada. Van surgiendo divergencias entre la declaración del CEO y los indicios que descubren los investigadores. Por fin, queda claro que (a) la secretaria había remitido su propio informe a la SEC antes de tomar el avión y (b) el CEO la asesinó. Cuando la policía llega a su residencia, lo encuentra colgado. Hasta ahora, es la primera vez que una serie norteamericana toma como tema los escándalos contables vividos durante 2002.
En lo tocante a las “whistleblowers” (soplonas) Cynthia Cooper (WorldCom), Sherron Watkins (Enron) y Coleen Rowley (FBI), son las “mujeres del año” y fueron objeto de tratamiento en este sitio, hace varios meses. Conociendo el sesgo conservador y paternalista de Time, es todo un homenaje a quienes tuvieron el valor de denunciar fraudes e irregularidades de empresarios hasta entonces “intocables”. Uno de ellos –Kenneth Lay de Enron- estrechamente ligados al entorno de los Bush.
A diferencia de la TV, estos escándalos no ha deparado asesinatos (sólo el inexplicable suicidio, en Houston, de un contador ligado a Enron y Arthur Andersen, del cual no se sabe nada desde 2001). No por casualidad, otra señal (AXN, lunes a viernes, 6 pm) rescata una miniserie de los 80, “Wiseguy” donde se abordan delitos de guante blanco, ejecutivos delincuentes, lavado de dinero, tráficos negrísimos, banqueros tolerantes y otros ingredientes hoy tan comunes.
Una de las mejores series policiales nuevas que se ven por cable se llama “CSI Miami” (Sony); es decir “crime scene investigation” (investigaciones en la escena del crimen). Réplica de su original homónima, que ocurre en Las Vegas, se ve los domingos en Buenos Aires. Los capítulos son flamantes y el del 29 de diciembre, a las ocho de la noche, lo confirma: gira en torno de ejecutivos que cometen fraude contable, vacían una empresa y son citados por la Securities & Exchange Commission (SEC).
Residentes en Miami, vuelan a Washington en un avión de la firma. Junto con ellos va la secretaria del CEO, también a bordo. Esta profesional se había dado cuenta de los delitos cometido por su jefe y los demás. El contexto es similar a los Enron, WorldCom, Global Crossing o Adelphia, aunque la falta de escrúpulos acerca el argumento al último caso.
La delegación lleva un informe. Pero la secretaria había preparado otro, con la verdad. De algún modo, el CEO se entera, tiene un altercado con ella en el avión, forcejea, consigue abrir la escotilla y arrojarla. Pero uno de sus zapatos penetra en un motor y hace que el avión se estrelle en los pantanos de Florida. Sólo sobrevive el CEO.
La mecánica de la serie se basa en una cuidadosa investigación de restos, humanos inclusive, muy bien montada. Van surgiendo divergencias entre la declaración del CEO y los indicios que descubren los investigadores. Por fin, queda claro que (a) la secretaria había remitido su propio informe a la SEC antes de tomar el avión y (b) el CEO la asesinó. Cuando la policía llega a su residencia, lo encuentra colgado. Hasta ahora, es la primera vez que una serie norteamericana toma como tema los escándalos contables vividos durante 2002.
En lo tocante a las “whistleblowers” (soplonas) Cynthia Cooper (WorldCom), Sherron Watkins (Enron) y Coleen Rowley (FBI), son las “mujeres del año” y fueron objeto de tratamiento en este sitio, hace varios meses. Conociendo el sesgo conservador y paternalista de Time, es todo un homenaje a quienes tuvieron el valor de denunciar fraudes e irregularidades de empresarios hasta entonces “intocables”. Uno de ellos –Kenneth Lay de Enron- estrechamente ligados al entorno de los Bush.
A diferencia de la TV, estos escándalos no ha deparado asesinatos (sólo el inexplicable suicidio, en Houston, de un contador ligado a Enron y Arthur Andersen, del cual no se sabe nada desde 2001). No por casualidad, otra señal (AXN, lunes a viernes, 6 pm) rescata una miniserie de los 80, “Wiseguy” donde se abordan delitos de guante blanco, ejecutivos delincuentes, lavado de dinero, tráficos negrísimos, banqueros tolerantes y otros ingredientes hoy tan comunes.