¿De qué hablamos cuando hablamos de creatividad si está creada por un algoritmo? ¿De quién es la responsabilidad sobre un contenido generado bajo estas condiciones? ¿Alguien es su dueño? Estos interrogantes y sus respuestas se plantea la consultora Trendsity que dirige Mariela Mociulsky.
Las tecnologías de IA están cada vez más involucradas en la creación, por ejemplo, de música (una IA creó hace poco una nueva canción de la banda Nirvana), amplían las fronteras del periodismo y de las obras de arte, y hasta escriben poemas (por ejemplo, al estilo que lo haría Shakespeare).
Lo que esto suscita no es solamente una transformación en la concepción de “creatividad” sino un dilema legal, ¿existe el derecho de autor en obras generadas por IA? Parecería ser que las ideas de “compositor”, “autor” e “inventor”, “patentes”, “diseños”, serán transformadas, aunque no queda claro cómo.
Existen movimientos que apuntan a pensar que los datos no deben tener categorías de propiedad, es más, deben ser libres y gratuitos para que sobre ellos se desarrollen otras aplicaciones nuevas y alimentar ecosistemas digitales.
Por otro lado, quienes argumentan a favor de derechos de propiedad sobre intangibles entienden que estos incentivan la creación de nuevos conocimientos y aseguran una competencia leal. En 2020 un tribunal de China ha determinado que un artículo escrito por un algoritmo debía recibir la misma protección a nivel de derechos de autor o “copyright”’ que los textos creados por seres humanos.
Los datos y los algoritmos desafían la propiedad intelectual: ¿cómo se crean derechos de propiedad en un algoritmo que cambia constantemente? Por otro lado ¿Cómo los creadores pueden obtener valor de su trabajo en este contexto? ¿En qué etapa se le atribuye el valor al origen humanos de datos con los que una IA crea una canción u obra de arte?
Si bien no hay una respuesta unánime, parecería que es necesario que esos dos enfoques puedan conciliarse, es decir, tener abierta la posibilidad de canales de datos abiertos, circulares, fluidos pero también buscar maneras de garantizar algún tipo de incentivo para la creación de nuevos conocimientos. Seguramente, todos estos planteos, junto con la cuestión de la seguridad de los datos personales y sus implicancias vean nacer nuevas categorías para repensar el concepto de creación y propiedad intelectual.