<p>La idea es que la reacción del público frene eventualmente a falsificadores e imitadores. Otras marcas caras llegan a los tribunales. Así, Versace -no justamente el pináculo del buen gusto- obtuvo hace poco veinte millones en por daños y perjuicios. En su caso, por copias.<br />
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Pero los artistas de la falsificación no tienen prisa en abandonar el campo. Simplemente, bajan la mira, como revelaba hace poco el <em>New York Times</em>. Por ejemplo, circulan cada vez más imitaciones de carteras <em>Kooba </em>(US$ 290/300) y botitas <em>Ugg </em>(150), en lugar de artículos de Louis Vuitton (US$ 2.800). <br />
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Es decir, florecen buenas imitaciones de rubros no ya estelares, especialmente en Internet. Primero, porque los originales y copias de marcas líderes resultan caros. Segundo, porque las compañías afectadas pleitean. Tercera, porque las mercancías de semilujo son más fáciles de colocar por la Red.<br />
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Otra ventaja de esa gama intermedia reside en que sus precios se aproximan mucho a los de los productos originales. Mientras un comercio minorista sabe que un artículo realmente caro no puede ser verdadero si se vende a valores demasiado bajos, las falsificaciones de rubros intermedios se ofrecen a precios creíbles. Así, una imitación de la cartera <em>Kooba</em> (US$ 300) puede costar 190, o sea lo bastante para que un comprador en línea crea que es genuina.<br />
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Dedicarse a copias baratas, otro recurso de los falsificadores
Christian Loubotin ilustra cómo marcas de lujo deben reaccionar ante las falsificaciones. Este sello de calzados y carteras hace la guerra por Internet, exponiendo sitios que venden malos émulos de zapatos cuyos originales cuestan US$ 600 o más.