A medida que los costos de acceder a la educación superior aumentan la brecha entre los que pueden estudiar y los que no se agranda más. Los cursos online podrían solucionar este problema: hoy las plataformas que permiten la educación a distancia le dan a millones de personas alrededor del mundo la oportunidad de escuchar y aprender de los mejores. ¿Puede esto reducir la inequidad?
Algunos piensan que sí. De hecho, han aparecido startups que piensan no solo en hacer una diferencia sino en ganar dinero de esta nueva tendencia. Después de todo, ¿quién dijo que no se puede mejorar el mundo y, al mismo tiempo, crear un negocio? Coursera es un ejemplo de esto. Se trata de un sistema creado por Ng y Daphne Koller, dos científicos de computación de la universidad de Standford. Desde su plataforma cuatro universidades — su Alma Mater, Stanford, pero también la universidad de Michigan, de Pensilvania y la prestigiosa Princetone- pueden brindar cursos online en áreas como matemática, ciencia y humanidades.
Otra startup es Udacity. Lanzada hace menos de un año, en febrero, ofrece cursos en programación y diseño de software. Para no quedarse atrás Harvard y MIT anunciaron una alianza para el proyecto edX de cursos online que comenzará en este próximo ciclo lectivo.
¿Por qué es necesario cambiar del modelo físico de asistencia a otro más virtual? Según los expertos se trata de cambiar o morir. Muchas universidades están en el medio de crisis financieras y de cambios en los planes de estudios. Cambios como éste se harán presentes en las universidades de manera creciente en la próxima década.
Las críticas vienen del lado de la calidad. ¿Se puede ofrecer educación exclusiva a las masas sin caer en una simplificación de la curricula? ¿No despreciaría eso la legitimidad de los certificados emitidos por esas instituciones, cambiando su posicionamiento?
Son preguntas legítimas que comenzaron aparecer hace ya casi una década. Después de todo, no es la primera vez que este modelo se intenta aplicar. El proyecto de la universidad de Columbia no pudo mantenerse en el tiempo y cerró no mucho después de su lanzamiento en 2003. AllLearn, un esfuerzo similar de Yale, Princeton y Stanford, fue fundado en 2000 y cerrado en 2006. ¿Funcionará esta vez?
Dicen que sí. En parte, porque la tecnología ha evolucionado y transmitir por streaming audio y video de calidad es cada vez más fácil y barato. La posibilidad de transmitir y discutir información también se ha masificado y existen más canales para hacerlo. El acceso a las bibliotecas online también ha mejorado notablemente.
Además, el fracaso de experiencias pasadas sumó conocimiento para el mejor diseño de cursos online. Coursera, por ejemplo, divide los cursos en fragmentos de 15 minutos y ofrece exámenes rápidos para cada tema. Desde el lado de los estudiantes, el acceso también es más sencillo: no se necesita ser un experto en computación para tomar un curso y saber cómo discutirlo en un canal social. Esto es posible, en parte, por que la generación Y se ha sumado con entusiasmo a la fuerza laboral y también a la educación superior formal. Los estudiantes hoy quieren tomar clases y aprender pero no niegan el confort y la conveniencia.
La necesidad de un título universitario se hace cada vez más grande, especialmente en momentos de dificultad económica. La aparición de cursos online ayuda a achicar la brecha entre quienes pueden o no acceder a la universidad.