domingo, 22 de diciembre de 2024

Copia, copia, que algo queda

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Crece en el mundo la imitación, falsificación y hasta robo de propiedad intelectual. Quienes dependen de la creatividad para asegurar su futuro se preocupan por la indiferencia generalizada ante una práctica que amenaza sus marcas.

En televisión, los canales copian los programas exitosos. En los kioscos
de revistas aparecen de pronto revistas competidoras con tapas que hay que mirar
dos veces para ver cuál es cual. Los diarios se copian estilos. En los
supermercados aparecen marcas con una similitud tan grande con otra ya existente
y triunfadora que dieron origen a complicados pleitos en las cortes.

En el mundo de la moda, la organización francesa que representa a diseñadores
de alta costura y de pret- á-porter reclama que se detenga la imitación
de modelos que luego aparecen en Zara ( de origen español) o Top Shop (de
origen británico) a sólo días del desfile en que aparecieron
los modelos originales.

Hay básicamente dos preguntas que se hacen todos los negocios que dependen
de la creación y explotación comercial de propiedad intelectual:
¿ la sociedad acepta cada día más la copia de creatividad?
¿Eso es algo que debería preocuparnos?

De cualquier manera, hay distingos grados de copia. Está la piratería,
que es falsificación lisa y llana. La Federation Against Copyright Theft,
que representa a productores de películas y videos, calcula que el negocio
británico perdió más de £ 9.000 millones por rono de
propiedad intelectual en 2002, sin cinluir transgresiones de derechos en Internet.

Sin embargo, y a pesar de que la piratería implica métodos complejos,
el tema es relativamente simple. Hay otro mucho más sutil en el que es
más difícil encontrar y juzgar a los responsables: son los casos
de “influencia”, “préstamo” o “uso de ideas exitosas
en circulación” para su aprovechamiento comercial.

Con la creciente indiferenciación de los mercados, todas las marcas comienzan
a parecerse entre sí. No se sabe, en definitiva, por qué ocurre
esto, pero sí que hay una serie de factores que contribuyen. La nueva tecnología
facilita y agiliza la transferencia de información. Así, las fotos
de los nuevos modelos en la pasarela del desfile están en los sitios web
en cuestión de minutos y pueden ser bajador por los equipos de diseño
de las grandes casas comerciales.

La moda es, tal vez, el ejemplo más acabado de cómo un negocio que
se apoya en la creatividad puede, sin embargo, fomentar la homogeneización
. Este negocio, dice Alistair O´Neill, del London College of Fashion, es
siempre una derivación. Usan a su manera un puñado de ideas centrales
que se discuten en unos pocos centros y luego se retiran para elaborarlas cada
uno a su estilo. Pero la prensa de la moda, siempre deseosa de decir “este
año se lleva…” decide ignorar las diferencias y concentrarse en
los parecidos. Los piratas de las grandes tiendas observan los modelos, eligen
los más comercializables y salen a copiarlos usando técnicas de
producción just-in-time.”

Muchas de estas prácticas parecen perfectamente lógicas y sería
difícil argumentar que a los consumidores se les priva de opciones para
elegir. Por lo demás, si la originalidad es aprovechada por la gran masa
de la sociedad, ¿habría que preocuparse?

La respuesta depende del sector. En publicidad, por ejemplo, la creatividad es
un bien muy preciado, y sin embargo los “creativos” a menudo atacan
películas, obras de arte arte, la naturaleza y otros avisos en busca de
inspiración.

En realidad, aunque hay toda una batería de legislación que cubre
marcas comerciales y patentes que deberían poder defender el material original,
las partes que litigan en busca de protección podrían terminar llevarse
una desagradable sorpresa. Niri Shan, del estudio legal Taylor Nessing, dice:
“La triste verdad es que la ley sólo puede proteger contra copiones
flagrantes. La copia de un formato televisivo, de una película o del diseño
de una tela tiene que ser muy exacta para poder impedirse. Y además, para
cuando el afectado hace juicio, existe la posibilidad de que ya haya pasado el
momento comercial”

En televisión, los canales copian los programas exitosos. En los kioscos
de revistas aparecen de pronto revistas competidoras con tapas que hay que mirar
dos veces para ver cuál es cual. Los diarios se copian estilos. En los
supermercados aparecen marcas con una similitud tan grande con otra ya existente
y triunfadora que dieron origen a complicados pleitos en las cortes.

En el mundo de la moda, la organización francesa que representa a diseñadores
de alta costura y de pret- á-porter reclama que se detenga la imitación
de modelos que luego aparecen en Zara ( de origen español) o Top Shop (de
origen británico) a sólo días del desfile en que aparecieron
los modelos originales.

Hay básicamente dos preguntas que se hacen todos los negocios que dependen
de la creación y explotación comercial de propiedad intelectual:
¿ la sociedad acepta cada día más la copia de creatividad?
¿Eso es algo que debería preocuparnos?

De cualquier manera, hay distingos grados de copia. Está la piratería,
que es falsificación lisa y llana. La Federation Against Copyright Theft,
que representa a productores de películas y videos, calcula que el negocio
británico perdió más de £ 9.000 millones por rono de
propiedad intelectual en 2002, sin cinluir transgresiones de derechos en Internet.

Sin embargo, y a pesar de que la piratería implica métodos complejos,
el tema es relativamente simple. Hay otro mucho más sutil en el que es
más difícil encontrar y juzgar a los responsables: son los casos
de “influencia”, “préstamo” o “uso de ideas exitosas
en circulación” para su aprovechamiento comercial.

Con la creciente indiferenciación de los mercados, todas las marcas comienzan
a parecerse entre sí. No se sabe, en definitiva, por qué ocurre
esto, pero sí que hay una serie de factores que contribuyen. La nueva tecnología
facilita y agiliza la transferencia de información. Así, las fotos
de los nuevos modelos en la pasarela del desfile están en los sitios web
en cuestión de minutos y pueden ser bajador por los equipos de diseño
de las grandes casas comerciales.

La moda es, tal vez, el ejemplo más acabado de cómo un negocio que
se apoya en la creatividad puede, sin embargo, fomentar la homogeneización
. Este negocio, dice Alistair O´Neill, del London College of Fashion, es
siempre una derivación. Usan a su manera un puñado de ideas centrales
que se discuten en unos pocos centros y luego se retiran para elaborarlas cada
uno a su estilo. Pero la prensa de la moda, siempre deseosa de decir “este
año se lleva…” decide ignorar las diferencias y concentrarse en
los parecidos. Los piratas de las grandes tiendas observan los modelos, eligen
los más comercializables y salen a copiarlos usando técnicas de
producción just-in-time.”

Muchas de estas prácticas parecen perfectamente lógicas y sería
difícil argumentar que a los consumidores se les priva de opciones para
elegir. Por lo demás, si la originalidad es aprovechada por la gran masa
de la sociedad, ¿habría que preocuparse?

La respuesta depende del sector. En publicidad, por ejemplo, la creatividad es
un bien muy preciado, y sin embargo los “creativos” a menudo atacan
películas, obras de arte arte, la naturaleza y otros avisos en busca de
inspiración.

En realidad, aunque hay toda una batería de legislación que cubre
marcas comerciales y patentes que deberían poder defender el material original,
las partes que litigan en busca de protección podrían terminar llevarse
una desagradable sorpresa. Niri Shan, del estudio legal Taylor Nessing, dice:
“La triste verdad es que la ley sólo puede proteger contra copiones
flagrantes. La copia de un formato televisivo, de una película o del diseño
de una tela tiene que ser muy exacta para poder impedirse. Y además, para
cuando el afectado hace juicio, existe la posibilidad de que ya haya pasado el
momento comercial”

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