Contra la fantasía de cambiar el pasado

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Adaptar el pasado a nuestras percepciones implica cambiarlo a la vista de otros.

Por Luis Cudmani (*)

Todos tenemos claro que el pasado no puede cambiarse, ni los hechos incontrastables, ni siquiera la percepción de lo acontecido. Sin embargo, invertimos una considerable cantidad de tiempo y energía en tratar de modificar las percepciones que del pasado tienen otras personas.

 

Este hecho parece humano, y particularmente argentino, y se manifiesta en muchísimas discusiones presentes, tales como Rosistas y antirosistas; defensores y opositores a Sarmiento, yrigoyenistas, y no yrigoyenistas radicales, y fundamentalmente peronistas y antiperonistas.

 

Si ya es difícil identificar qué es el peronismo, mucho más es identificar los diferentes sectores. Aun así, se gasta muchísima tinta y largas noches en discusiones totalmente estériles.

Del pasado solo podemos extraer, en algunos pocos casos, experiencias que podrían evitar repetir errores, pero la historia de corto plazo nos demuestra que ni siquiera esto es eficaz (“adelanto y atraso del tipo de cambio”, “un poco de inflación está bien”, “solo se sale con la hiperortodoxia”, entre muchas otras experiencias que aun cuando se discuten permanentemente no evitan repetir los errores).

Es como si quisiéramos tomar nuestra percepción de lo acontecido en el pasado, eligiendo lo que mejor nos cabe, olvidando muchas otras cuestiones y utilizarlo para extrapolar el futuro.

En realidad, adaptar el pasado a nuestras percepciones implica “cambiar el pasado” a la vista de otros. Qué diferente serían las decisiones, si partieran de un análisis crudo del cómo estamos hoy, sin autoengaños. Y a partir de ello definir un plan de cambio de mediano plazo desprovisto de sesgos originados en nuestra particular manera de discutir y “cambiar la historia”.

Este sesgo general, es muy peligroso cuando se aplica a la toma de decisiones en las empresas. Por las mismas razones anteriores, más la tendencia a evitar el conflicto, a veces se barre la basura bajo la alfombra y se toman decisiones suponiendo que algunos hechos no existen.

En muchos casos, este sesgo genera planes que no se cumplen y se vuelve a reescribir la historia, olvidando lo que omitimos cuando analizamos el presente.

 

Como es bien sabido, planes que parten de una situación mal descripta, pueden generar buenos resultados solo por casualidad. Es necesario ampliar el concepto de “si no sabemos adónde vamos, nunca vamos a llegar” con “si no sabemos de dónde partimos no podemos trazar un camino, aunque sea claro adonde queremos ir.

Estas palabras son para invitar a todos a revisar el presente de manera objetiva, sin autoengaños ni sesgos personales, y a partir de allí buscar el camino más adecuado para llegar donde aspiramos. No será fácil, pero es necesario……

(*) Director de la consultora OBC.

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