En pocas palabras, la procrastinación sería el hábito de aplazar las cosas que deberíamos hacer, enredándonos en tareas menos importantes o incluso gastando nuestro tiempo deliberadamente en cosas que nos obligamos a creer que son más perentorias. Todo ello por miedo, por pereza, porque analizar demasiado algo nos lleva a la parálisis y porque nuestro cerebro está diseñado para ello. En efecto, un estudio de 2014 publicado en el jornal Psychological Science presentó evidencias de cómo los genes influyen en la procrastinación. En el estudio se ve como los gemelos idénticos tienen muchas similaridades respecto a cómo encaran el trabajo y el tiempo de ocio. Pero no todo es genética, y ciertamente la procrastinación se puede combatir, pero no es lo que ha estado sucediendo en los últimos años. Un estudio publicado en el psychological bulletin de la Universidad de Calgary demostró que de 1978 a 2007 el número de procastinadores crónicos pasó del 5% al 26%. Se estima que hoy ronda el 20%. Las empresas y el Estado también se benefician y perjudican. Se cree que a grandes rasgos a una empresa le cuesta 10.000 dólares al año tener un procastinador crónico en su plantel. Este mismo estudio afirma que los Estados pueden ganar hasta 400 millones de dólares en parte de impuestos porque los procastinadores no hacen sus papeles en tiempo y forma. ¿Cómo evitar todo esto?
Aprender a pre-comprometerse
El rush de adrenalina y energía que se siente cuando se termina un proyecto pendiente con el tiempo justo es lo que disfrutan muchos procastinadores. Esa sensación es la que los lleva a trabajar y en efecto terminar sus proyectos en lugar de dejarlos caducos. Existe una forma de controlar este sentimiento y usarlo a nuestro favor. StickK es una aplicación que nos obliga a pre-comprometernos a hacer algo. Es realmente muy ingeniosa, ya que nos obliga a tener un deadline aunque no exista uno en la realidad. ¿Cómo lo hace? Proponemos una meta, como terminar una presentación, y ponemos dinero en la aplicación a través de alguna cartera electrónica. Si no terminamos a tiempo la aplicación traba ese dinero y lo envía a una fundación de caridad que odiemos o una persona que odiemos, todo anónimamente. También se puede programar para enviar un mail que afirme que entregaremos el trabajo tal día a tal horario a una lista de correo electrónico. ¿Es un mail del jefe enojado porque no cumplimos con lo prometido estímulo suficiente?
Ponerse grandes metas en pequeñas cuotas
Soñar en grande es una gran fuente de motivación, que es la enemiga natural de la procastinación. Pero,a su vez, soñar en grande puede hacernos sentir apabullados por la cantidad de trabajo que se avecina y jugarnos en contra a la hora de no procrastinar. La clave está en combinar ambas. Soñar en grande nos motiva pero para no desesperar hay que también planificar ese gran plan maestro en pequeñas cuotas. Si tenemos que escribir un largo informe sobre algún proyecto que queremos llevar a cabo o una propuesta de envergadura para la empresa en que la que trabajamos, puede ser una buena idea tener la meta de escribir 100 palabras por día o una hoja por día. De esa manera mantenemos controlada tanto la productividad como la motivación.
Ser productivo incluso mientras se procrastina
Ser demasiado duro con uno mismo puede ser contraproducente en la lucha contra la procrastinación. Por eso, en los peores días, es mejor redigirir la frustración en hacer algo que no sea demasiado complicado o lleve demasiado tiempo. La cuestión es no perder productividad. Una buena idea es realizar un plan de trabajo para el día siguiente y preparar todo para llevarlo a cabo si estamos seguros que nos venció la procrastinación y hoy es un día perdido.