En el Burj Al Arab hotel, un imponente rascacielos de vidrio con forma de vela
hinchada al viento que se levanta en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), la
habitación más barata cuesta US$ 666 por noche y una suite estándar
para dos personas, US$ 2.231. En opinión de muchos visitantes el hotel
–cuyo nombre quiere decir Torre de Arabia – es el más grandioso del mundo.
Pero no es el único. Hay una franja de nuevos hoteles lujosos, superiores
en muchos sentidos a los actuales cinco estrellas y que reclaman para sí
por lo menos una categoría más alta.
Según David Beer, uno de los fundadores de Brennan Beer Gorman Architects,
un estudio de arquitectura que ha diseñado varios de los más grandes
hoteles de lujo del mundo, se ha producido tanta expansión en la última
década que hay necesidad de agregar una estrella más para describir
a la crème de la crème.
“Cinco estrellas es una categoría que puede comprender desde un
muy lindo Sofitel o un Westin hasta el Mandarin Oriental en Hong Kong o el Gritti
Palace en Venecia, y no son la misma cosa. Los dos últimos merecen seis
estrellas.
¿Quién califica?
Los estándares no son claros y las fuentes autorizadas difieren según
el lugar. En Estados Unidos hay dos guías, la Mobil y la AAA; en Europa
circulan Michelin y Red Guides. Todas, respetadas y criticadas a la vez. Pero
además de esas guías, hay una amplia zona gris donde la asignación
de estrellas puede ser indiscriminada y arbitraria. Ésa es una de las
razones por las cuales los especialistas aconsejan tomar los rankings con pinzas
y comparar beneficios.
Si la galaxia hotelera sumara una estrella a su ranking, la diferencia entre
cinco y seis habría que medirla, opina Beer, en servicio personal, ubicación
y exclusividad. “En un hotel seis estrellas no hay locales de venta de
productos, por más finos que éstos sean. Tampoco se celebran fiestas
de casamiento ni se ve a los novios fotografiándose en las escaleras.
Aunque el precio no es el factor definitivo, esos hoteles son para huéspedes
que pagan entre US$ 700 y 800 la noche. Un hotel seis estrellas es un lugar
donde la cocina nunca está cerrada, ni siquiera a las 3 de la mañana”.
El negocio global de hotelería está dominado por no más
de 10 cadenas internacionales, la mayoría de las cuales ha desarrollado
marcas que caen en cuatro o cinco categorías que aproximadamente corresponden
a la calificación por estrellas. El sistema, en Estados Unidos, funciona
más o menos así: Accor Hoteles tiene una cadena de una estrella
llamada Motel 6, y también tiene la marca Sofitel de cinco estrellas.
Uno de los grandes jugadores en el nivel tres estrellas es Courtyard de Marriott,
que pertenece a Marriott International, que también posee la cadena Ritz-Carlton
de cinco estrellas.
Los dos grandes sistemas clasificatorios en Estados Unidos son las Mobil Travel
Guides, que otorga estrellas, y las guías de viajes AAA, que otorga diamantes.
Las calificaciones en esas guías, que promocionan principalmente entre
los viajeros por turismo, están basadas en evaluaciones realizadas por
equipos de inspectores que visitan los hoteles munidos de largas y detalladas
checklists. Para conseguir tres estrellas de un inspector de Mobil, por ejemplo,
un hotel debe cumplir con una larga lista de requisitos, que incluyen “room
service completo”, dos teléfonos y cuadros o alguna característica
arquitectónica interesante en la habitación.
En sus calificaciones correspondientes a 2004, Mobil da cinco estrellas a sólo
30 entre 50.000 hoteles en Estados Unidos. AAA da cinco diamantes a sólo
68 hoteles nacionales. Tanto Mobil como AAA dicen que sus métodos de
calificación son estrictos; no ocurre lo mismo, dice Mobil, con la forma
caprichosa y fluctuante con que se asignan estrellas en otras partes, especialmente
en los sitios de Internet que clasifican a los hoteles al tiempo que les venden
sus habitaciones.
“Las guías no son biblias, son sólo guías” dice
Peter Greenberg, especialista en turismo en el programa “Today” de
la NBC. “Para los hoteleros, en cambio, las guías — y la calificación
que obtienen en ellas — son importantes porque les permiten justificar sus
precios. Es lo mismo que ocurre en cine con los premios de la Academia: cuando
alguien saca un Oscar, después cobra mucho más su actuación”.
Según especialistas norteamericanos, Europa es un caos en cuanto a calificación
hotelera. En algunos países, dicen, los hoteles son clasificados por
agencias turísticas estatales, que hacen una simple evaluación
de la propiedad edilicia (si el baño está en la habitación
o en el hall, por ejemplo). “Las evaluaciones se basan en criterios exclusivamente
objetivos, pero son individuales y emotivas”, admite en su sitio la Asociación
alemana de restaurantes y hoteles.
Greenberg opina que fuera de Estados Unidos “un hotel cinco estrellas puede
significar nada más que uno está hospedado en el hotel más
caro de la ciudad”. “A ojo de buen cubero”, aconseja un experto
en Nueva York , “para deducir la jerarquía del hotel, hay que calcular
100 dólares por estrella”.
En el Burj Al Arab hotel, un imponente rascacielos de vidrio con forma de vela
hinchada al viento que se levanta en Dubai (Emiratos Árabes Unidos), la
habitación más barata cuesta US$ 666 por noche y una suite estándar
para dos personas, US$ 2.231. En opinión de muchos visitantes el hotel
–cuyo nombre quiere decir Torre de Arabia – es el más grandioso del mundo.
Pero no es el único. Hay una franja de nuevos hoteles lujosos, superiores
en muchos sentidos a los actuales cinco estrellas y que reclaman para sí
por lo menos una categoría más alta.
Según David Beer, uno de los fundadores de Brennan Beer Gorman Architects,
un estudio de arquitectura que ha diseñado varios de los más grandes
hoteles de lujo del mundo, se ha producido tanta expansión en la última
década que hay necesidad de agregar una estrella más para describir
a la crème de la crème.
“Cinco estrellas es una categoría que puede comprender desde un
muy lindo Sofitel o un Westin hasta el Mandarin Oriental en Hong Kong o el Gritti
Palace en Venecia, y no son la misma cosa. Los dos últimos merecen seis
estrellas.
¿Quién califica?
Los estándares no son claros y las fuentes autorizadas difieren según
el lugar. En Estados Unidos hay dos guías, la Mobil y la AAA; en Europa
circulan Michelin y Red Guides. Todas, respetadas y criticadas a la vez. Pero
además de esas guías, hay una amplia zona gris donde la asignación
de estrellas puede ser indiscriminada y arbitraria. Ésa es una de las
razones por las cuales los especialistas aconsejan tomar los rankings con pinzas
y comparar beneficios.
Si la galaxia hotelera sumara una estrella a su ranking, la diferencia entre
cinco y seis habría que medirla, opina Beer, en servicio personal, ubicación
y exclusividad. “En un hotel seis estrellas no hay locales de venta de
productos, por más finos que éstos sean. Tampoco se celebran fiestas
de casamiento ni se ve a los novios fotografiándose en las escaleras.
Aunque el precio no es el factor definitivo, esos hoteles son para huéspedes
que pagan entre US$ 700 y 800 la noche. Un hotel seis estrellas es un lugar
donde la cocina nunca está cerrada, ni siquiera a las 3 de la mañana”.
El negocio global de hotelería está dominado por no más
de 10 cadenas internacionales, la mayoría de las cuales ha desarrollado
marcas que caen en cuatro o cinco categorías que aproximadamente corresponden
a la calificación por estrellas. El sistema, en Estados Unidos, funciona
más o menos así: Accor Hoteles tiene una cadena de una estrella
llamada Motel 6, y también tiene la marca Sofitel de cinco estrellas.
Uno de los grandes jugadores en el nivel tres estrellas es Courtyard de Marriott,
que pertenece a Marriott International, que también posee la cadena Ritz-Carlton
de cinco estrellas.
Los dos grandes sistemas clasificatorios en Estados Unidos son las Mobil Travel
Guides, que otorga estrellas, y las guías de viajes AAA, que otorga diamantes.
Las calificaciones en esas guías, que promocionan principalmente entre
los viajeros por turismo, están basadas en evaluaciones realizadas por
equipos de inspectores que visitan los hoteles munidos de largas y detalladas
checklists. Para conseguir tres estrellas de un inspector de Mobil, por ejemplo,
un hotel debe cumplir con una larga lista de requisitos, que incluyen “room
service completo”, dos teléfonos y cuadros o alguna característica
arquitectónica interesante en la habitación.
En sus calificaciones correspondientes a 2004, Mobil da cinco estrellas a sólo
30 entre 50.000 hoteles en Estados Unidos. AAA da cinco diamantes a sólo
68 hoteles nacionales. Tanto Mobil como AAA dicen que sus métodos de
calificación son estrictos; no ocurre lo mismo, dice Mobil, con la forma
caprichosa y fluctuante con que se asignan estrellas en otras partes, especialmente
en los sitios de Internet que clasifican a los hoteles al tiempo que les venden
sus habitaciones.
“Las guías no son biblias, son sólo guías” dice
Peter Greenberg, especialista en turismo en el programa “Today” de
la NBC. “Para los hoteleros, en cambio, las guías — y la calificación
que obtienen en ellas — son importantes porque les permiten justificar sus
precios. Es lo mismo que ocurre en cine con los premios de la Academia: cuando
alguien saca un Oscar, después cobra mucho más su actuación”.
Según especialistas norteamericanos, Europa es un caos en cuanto a calificación
hotelera. En algunos países, dicen, los hoteles son clasificados por
agencias turísticas estatales, que hacen una simple evaluación
de la propiedad edilicia (si el baño está en la habitación
o en el hall, por ejemplo). “Las evaluaciones se basan en criterios exclusivamente
objetivos, pero son individuales y emotivas”, admite en su sitio la Asociación
alemana de restaurantes y hoteles.
Greenberg opina que fuera de Estados Unidos “un hotel cinco estrellas puede
significar nada más que uno está hospedado en el hotel más
caro de la ciudad”. “A ojo de buen cubero”, aconseja un experto
en Nueva York , “para deducir la jerarquía del hotel, hay que calcular
100 dólares por estrella”.