Los estudiantes de las escuelas de negocios de élite son muy homogéneos y por eso para ellos un problema se resuelve siempre con más negocios. No cuestionan nunca las grandes ideas que han producido inequidad, degradación ambiental y polarización política. Ésa es la hipótesis que plantea John Benjamin en el New Republic.
Esta crítica, que se refiere casi específicamente a las escuelas de negocios norteamericanas, dice que tienen la capacidad para entrenar a personas competentes e intelectualmente receptivas que “van a ayudar a resolver los problemas de una economía global.” Pero lo que en verdad ocurre, dice Benjamin, es que detrás de esa fachada son instituciones ideológicas comprometidas a una estricta mezcla de liberalismo social y conservadurismo económico.
El aprendizaje que se imparte en esos foros está orientado a fomentar dos tipo de soluciones a los grandes problemas que surgen en la sociedad: o mayor innovación o mercados más libres. Toda propuesta que no necesariamente implique “más negocios” es descartada.
Es en este círculo ideológico cerrado que los aspirantes a dueños del universo se esfuerzan por pensar con claridad sobre el bien común o lo que se necesita para lograrlo. Los programas actuales de MBA (Master en administración de empresas), en la medida en que producen graduados sujetos a esta visión del mundo, limitan la visión de los futuros líderes en un momento en que la insatisfacción del público con las empresas y las instituciones vuelve peligrosa esta complacencia.