<p>Hoy todo aquel que se precie de hacer las cosas bien en publicidad debe poder mostrar que puede medir casi todo: cuánta gente ve un aviso determinado, cuándo lo ve, quiénes son, etc. Todo eso es fácil en Internet, y cada vez se está haciendo más fácil en televisión y en medios gráficos. </p>
<p>Sin embargo, los carteles en vía pública son harina de otro costal. Ese canal sigue siendo una especie de reliquia del mundo de los viejos medios, y lo más que se puede adivinar sobre cuánta gente los mira proviene de registros de tránsito o información sobre circulación en autopistas, ninguno de los cuales puede garantizar que la gente que pasó estuviera realmente mirando el cartel, o que sean las personas a las que se busca llegar.</p>
<p>Sin embargo, ya hay algunos emprendimientos que introducen tecnología para resolver el problema. Están equipando los carteles con cámaras diminutas que juntan información sobre la gente que pasa delante: género, edad aproximada y cuánto tiempo se quedan mirando el cartel. Esos detalles son luego transmitidos a una base de datos central. </p>
<p>Detrás de esta tecnología hay pequeñas <em>start-up</em> que, dicen, no están almacenando las imágenes de los transeúntes, de manera de no generar preocupaciones sobre privacidad. Las cámaras usan software para determinar cuando una persona está detenida frente a un cartel, luego registra rasgos faciales (como altura de la mandíbula y la distancia entre nariz y mentón) para juzgar su sexo y su edad. Hasta ahora, no están usando la raza como parámetro, pero dicen que pronto podrán hacerlo. </p>
<p>El objetivo es, según ellas, poder llegar a adaptar lo que muestra la imagen a la persona que se para delante. Mostrar, por ejemplo, un aviso a una mujer blanca de mediana edad y otro diferente a un adolescente asiático. <br />
Falta conocer la actitud que adoptarán las ONG que se ocupan de vigilar temas relacionados con privacidad. </p>
<p>Hasta ahora, la práctica de vigilar los carteles es demasiado nueva y mínima para generar mucha oposición. Pero la colocación de cámaras disimuladas en lugares públicos ha dado lugar a mucha controversia, al menos en Londres y Manhattan, donde se las usaron para detectar terroristas.</p>
<p>Aunque ya la gente se ha acostumbrado a que haya cámaras en bancos, tiendas y edificios de oficinas, su presencia adopta una significación diferente cuando lo que se busca es vender productos más que prevenir el crimen. De modo que si bien la tecnología para carteleras puede resolver un problema para los anunciantes, también puede tropezar con temas de aceptación del público. </p>
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Carteles publicitarios: medir o no medir
En círculos publicitarios, los sistemas de cámara oculta en carteles callejeros significan una bienvenida respuesta al viejo problema de medir cuánto público los mira. Pero podrían generar otro más serio: la queja de la gente.