“Ya está bueno”, dice John Macdonald en Calling a Halt to Mindless Change. El mundo de la empresa está cambiando, pero eso ha ocurrido siempre. Además, ese cambio es evolucionario y no revolucionario. En lugar de ir detrás de soluciones rápidas a todos los problemas, los responsables de las empresas deberían volver a las bases del gerenciamiento con sentido común.
Sentido común
Los grandes popes y gurúes dicen que vivimos tiempos tormentosos de gran cambio constante. Señalan, por ejemplo, el acelerado ritmo de los avances tecnológicos y la creciente globalización de las empresas para luego augurar que sólo sobrevivirán las que sepan cambiar a tiempo.
Los cambios revolucionarios que afectan al ambiente empresario actual no son, en su mayor parte, revolucionarios en absoluto. Son cambios que evolucionan lentamente y que cualquier empresario avezado y eficiente debe estar en condiciones de anticipar sin necesidad de implementar cambios drásticos en sus empresas.
Ahora bien, si el cambio es tan lento, ¿cómo puede ser que tantas veces no se lo vea venir?
La respuesta es que hay demasiadas personas que pierden el contacto con la realidad. Pierden contacto con sus mercados, con sus clientes y hasta con sus empleados. Concentradas en los temas del día a día, ignoran los cambios de largo plazo que se van materializando a su alrededor.
Finalmente, esa complacencia y miopía los atrapa. Y, tomados por sorpresa, les ataca el pánico y toman grandes medidas, como el achicamiento feroz o la reingeniería de procesos. Pero la mejor fórmula para triunfar es la del gerenciamiento sensato.
Una empresa es algo simple. No la complique.
Los ejecutivos, gerentes y demás empleados jerárquicos tienen las mejores intenciones. Quieren conducir, o ayudar a conducir, sus empresas hacia el éxito. Son, por lo general, personas inteligentes y trabajadoras.
Y sin embargo en todas partes las empresas son tan mal manejadas que llega un punto en que para salvarlas es preciso someterlas a dolorosos programas de cambio profundo.
¿Por qué abunda tanto el mal manejo? La primera razón, dice Macdonald, es que la tarea de dirigir una empresa se ha ido complicando cada vez más debido a la entronización de una serie de “dioses falsos”. Son éstos temas y actividades que distraen la atención de los gerentes y la apartan de las responsabilidades centrales de la dirección. En lugar de prestar atención al cliente, se dedican a atraer la atención del público, a controlar los riesgos legales o a aumentar las ganancias para tener contentos a los accionistas.
Ninguna de esas actividades forma parte de los tres procesos fundamentales de una empresa:
Dedicación al cliente: Definir las necesidades y expectativas de los clientes y luego diseñar productos y servicios que no sólo cumplan con esas expectativas sino que además las superen. A cargo de esto, un gerente de marketing.
Estrategia de la compañía: Definir la dirección estratégica de la organización. A cargo de esto, el – o la – CEO.
Entrega: Crear los productos o servicios y entregarlos al público. A cargo de esto, el – o la – gerente de producto u operaciones.
El falso dios de las ganancias. El objetivo de maximizar las ganancias de corto plazo. Obtener ganancias es un objetivo legítimo. El problema aparece cuando una ganancia de corto plazo se obtiene sacrificando resultados futuros. Si la empresa se orienta hacia la superación de las expectativas de los clientes y hacia el desarrollo de las potencialidades de su personal, las ganancias vendrán solas.
El falso dios de las finanzas. El creciente poder del departamento financiero ha debilitado a muchas empresas. Es éste un departamento que detesta los riesgos ( una actitud que inhibe la innovación), piensa en los números más que en la gente y no se interesa por la satisfacción del cliente.
El falso dios de los recursos humanos. Ésta es otra función a la que se le permitió inmiscuirse en las decisiones empresarias. Los profesionales especializados pueden ayudar en el reclutamiento, capacitación y evaluación de la gente. Sin embargo, son los gerentes de línea los que en última instancia toman las decisiones en este terreno.
Aprender a adaptar – no adoptar – ideas nuevas.
El problema con las nuevas ideas está en cómo se las incorpora a la empresa. El método revolucionario aconseja tirar todo lo anterior por la borda para adoptar nuevas culturas y valores.
Un enfoque evolucionario, en cambio, aconseja examinar una nueva técnica o filosofía para ver si encaja y se adecua a la organización. Desde esta perspectiva, las empresas toman lo que les sirve y descartan lo que no. No descartan ni lo viejo ni lo nuevo. Toman lo mejor de ambos adaptando las nuevas ideas a sus viejos métodos y filosofías.
A no asustarse: el cambio es evolucionario
Hay mucha gente que exagera sobre el alcance y el ritmo del cambio. El mundo está cambiando, pero siempre hay tiempo de anticiparse y responder a los cambios.
Hay seis claras evoluciones que están cambiando la naturaleza de los negocios, la estructura de las organizaciones y las conductas y actitudes de gerentes y empleados:
Evolución demográfica. Los cambios demográficos que se producen en el mundo tienen un efecto profundo en los negocios. En los países ricos la población envejece y en los pobres cae la mortalidad infantil y aumenta la población en edad de trabajar. El resultado, fuerza laboral barata en países pobres que atraen las operaciones de manufactura.
Evolución competitiva. Ésta es en realidad dos evoluciones. Una es la globalización de los negocios. La segunda es la casi unánime aceptación de las economías de mercado en oposición a las economías colectivistas de los países anteriormente comunistas. Esto condujo a que todos los mercados, en casi todos los países del mundo se convirtieran en “presa de ataque”. La evolución competitiva aplica más presión sobre las empresas. Las industrias nacionales, anteriormente protegidas por el Estado, deben pelear contra invasores extranjeros, por ejemplo.
Evolución educativa. El mundo de los negocios estuvo alguna vez dividido entre “pensadores” y “hacedores”. La tecnología y la creciente complejidad de los procesos de trabajo volvieron obsoleta esa división. Educación y capacitación debe ser una prioridad para que las empresas atraigan el tipo de trabajadores que necesitan.
Evolución del conocimiento. La aparición del trabajador de conocimiento ha cambiado las prácticas gerenciales. Los nuevos trabajadores tienen poder y a menudo trabajan en equipos.
Evolución de expectativas crecientes. La gente exige mejor calidad de vida, y esas exigencias se reflejan en el lugar de trabajo. A aquellos profesionales que mayor participación tienen en el desarrollo de su carrera laboral, no les interesa tanto ascender en la escala jerárquica si eso se traduce en menos tiempo para su vida privada.
Evolución tecnológica. La tecnología cambia la forma en que vivimos y trabajamos. Sin embargo, el temor sobre el ritmo del cambio hace que muchos gerentes sobreactúen. A veces adoptan tecnología simplemente por temor a quedarse rezagados.
Extractado de Calling a Halt to Mindless Change John Macdonald (Amacom, New York) 1998