El expreso italiano, que llevó la fama cafetera del país a todos los rincones del planeta, fue inventado en 1901 por Luigi Bezzera cuando se le ocurrió la idea de colar el café con agua presurizada. Por eso se llamó expreso y también porque se hacía expresamente para cada cliente en el momento en que lo pedía.
Los italianos que visitan Estados Unidos no pueden creer el variado menú en el que cada variedad viene acompañada de ingredientes, como chocolate rallado, canela, crema o especias. Pero más allá de la variedad, creen que Estados Unidos, un país que hace todo a lo grande y que está acostumbrado a exportar sus costumbres mediante cadenas comerciales, adultera la verdadera naturaleza del expreso.
Como la globalización no sabe de orgullos nacionales (y Estados Unidos desconoce rechazos) el año próximo se instalará un local de Starbucks en Italia, más precisamente en Milán. Las diferencias culturales se manifiestan en esta puja sorda por imponer al mundo un estilo de beber café. ¿La nota curiosa? En ninguno de esos dos países se cultiva un solo grano de café.