domingo, 22 de diciembre de 2024

Ambiente y empresarios una década después

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En 2009, como lo muestra la nota que sigue, uno de cada cinco empresarios ponía el ambiente como tercer tema relevante después de la crisis financiera y energética.

Sin embargo, al día de hoy, noviembre 2019, cuando han pasado de eso ya diez años completos, no se advierten medidas capaces de frenar y reparar los graves daños causados al medio ambiente. Una demostración más de que “del dicho al hecho hay un largo trecho”.

No era cuestión de convertirse súbitamente en “verdes”. No era una posición ideológica. Pero los empresarios estaban entendiendo a gran velocidad que no podían mirar la representación desde la butaca. Les gustará o no, también eran actores.

Había distintas ópticas –y riesgos– en consideración. Desde los asuntos que podían dañar reputación y credibilidad, hasta los que provocaban pérdidas económicas por bruscas oscilaciones en el valor de las acciones. Pero, sobre todo, los que percibían las ventajas del desarrollo sustentable, de las asociadas a una cuidadosa política ambiental, del buen clima de convivencia que lograban con los stakeholders (todos los involucrados en la vida de la empresa, personal, proveedores, comunidad, accionistas) se adelantaban a los demás impulsando políticas ambientales de modo proactivo.

Por último, y no menos importante en el análisis, estaba la cuestión de la responsabilidad de la empresa y de los directivos. Para la empresa podía significar afrontar el pago de ingentes sumas en compensaciones. Para los directivos descuidados, podía traducirse en años de cárcel.

Es decir que “ser verdes” se había convertido en una corriente central, dominante, en el pensamiento del momento y que permanece en la actualidad.

Estimulados por esta tendencia, Mercado, junto con DatosClaros, impulsó un estudio para indagar las opiniones y perspectivas de las empresas respecto al cuidado del ambiente y las acciones que realizan orientadas a este fin.

Para ello, se solicitó un estudio cuantitativo online para analizar –entre otros temas– cuál era la percepción del tópico, cuáles eran las acciones concretas que toman las empresas y precisar cuál era la situación en torno a la norma ISO 14000 que se ocupa precisamente del cuidado ambiental.

La investigación se realizó entre empresas medianas y grandes con actividad en el territorio nacional. Se obtuvieron 134 contactos con directivos de empresas vinculados al sector de gestión de calidad o bien del área de relaciones institucionales, obviamente con buen grado de conocimiento sobre las gestiones en torno a cuidado ambiental que lleva adelante la empresa.

En cuanto a la metodología, se realizó un estudio cuantitativo online aplicando un cuestionario de 10 minutos de duración en donde se incluyeron preguntas cerradas pre-codificadas y preguntas abiertas. Se utilizó el sistema Opino, que permite enviar un link de acceso directo a la encuesta a los distintos contactos entrevistados. Todo el trabajo de campo se realizó desde el 25 de mayo al 9 de junio de 2009.

Principales conclusiones  

No era el tema que más preocupaba a los empresarios locales como los que estarían en la agenda pública en los dos próximos años. El primero, central, era la crisis financiera y económica global que concentró 34% de las respuestas. El segundo, abastecimiento y crisis energética, con 23%.

Recién en tercer lugar, con 18% de menciones, aparecía el cuidado del medio ambiente. No estaba al tope de las inquietudes, pero ya figuraba en un tercer lugar, posición inimaginable pocos años atrás.

Desde la perspectiva empresarial, los actores más preocupados y que más hacían por el ambiente eran las organizaciones no gubernamentales. 62% de la muestra consideraba que las ONG contribuyen mucho o bastante al cuidado ambiental.

Por lo demás, el resto de los actores obtenía una puntuación muy baja. Por ejemplo, las empresas, con 22%. Menos puntuación todavía obtuvieron la sociedad civil y las reparticiones de gobierno.

De la encuesta surge una contradicción. Una abrumadora proporción del universo encuestado cría que todos los sectores de la compañía deberían estar involucrados en las acciones que se llevaban a cabo. A pesar de ello, más de la mitad de los empresarios consideraba que el Estado es el principal responsable de las políticas de cuidado del medio ambiente.

Un magro 20% pensaba que la certificación de calidad (ISO 14000) debe ser un paso prioritario en la actividad de las empresas. Más abajo aún, apenas 17%, sospechaba que las preferencias de los consumidores se orientaban a productos y servicios que cuiden o estén en sana convivencia con el ambiente.

Qué es lo que hacen las empresas

La gran mayoría de las empresas consultadas manifiesta que ha realizado acciones de cuidado del ambiente durante el 2008 (76%). Este porcentaje aumenta a casi la totalidad cuando se trata de organizaciones internacionales (ya sean estas filiales, casas centrales o cabeceras de país), o cuando se trata de empresas ubicadas en el Conurbano Bonaerense y con amplia infraestructura (más de 400 empleados).

Sin duda la posibilidad de que las empresas implementen acciones de protección del ambiente está ligada a una decisión impulsada desde el ámbito de conducción de la compañía. Tal impulso parte de la convicción personal de los directivos (33%) y/o a partir de un mandato corporativo (29%). Con menores porcentajes se observa que la preferencia de los clientes (19%) o la atención de los medios masivos sobre el tema (10%) son factores que también impulsan el accionar por el cuidado del ambiente.

Ahorro energético, disminución de generación de residuos y reutilización de los mismos o la reducción del uso del papel son las acciones empresarias por el cuidado del medio ambiente que concentran la mayor cantidad de menciones.

La mitad de las empresas que realizaron acciones de protección del medio ambiente afirma haber comunicado las mismas, principalmente a través de la publicación de informes especiales (30%) o a través de información suministrada en los sitios web de las compañías (20%).

Si bien son pocas las empresas que manifiestan no haber realizado acciones de cuidado del medio ambiente, su argumentación es interesante. Creen que no deben hacer nada puesto que no tienen responsabilidad directa en la generación de residuos peligrosos o en cualquier tipo de contaminación. Es decir, la responsabilidad de proteger el ambiente es para quienes lo degraden en forma evidente. Intervenir para mejorar la situación general no parece necesario.

Casi la mitad de los entrevistados recuerda alguna acción de cuidado del ambiente implementada por otras empresas. Entre las principales se menciona la utilización de bolsas no descartables (Disco). En total se mencionan casi 30 empresas cuyas acciones son recordadas por los entrevistados.

Otras acciones mencionadas como valiosas desde la perspectiva ambiental, son:

• Concientización en general.

• Implementación de la Norma ISO 14001 y OSHA 18000.

• Cero emisión de agua al alcantarillado por reutilización de la misma.

• Manejo técnico de residuos peligrosos y no peligrosos.

• Uso de bolsas oxibiodegradables.

• Uso de productos verdes para reducir el impacto ambiental.

• Recolección de pilas usadas en los domicilios de los empleados.

• Adhesión a campañas benéficas de reciclado de plástico.

• Implementación de diseño de plaquetas con soldaduras sin plomo.

• Participación en Olimpíadas del medio ambiente.

• Elaboración de vehículos no contaminantes.

• Reutilización de papel y bolsas de polietileno.

La gestión ambiental certificada

Solo 30% de los empresarios consultados admitía que su empresa había implementado la certificación ISO 14000. Las empresas no tenían mucha trayectoria con esta norma, básicamente porque su creación había sido reciente. En efecto, otra vez 31% de las empresas certificadas mencionaban que esta se produjo entre 2000 y 2005 y 26% dice que fue con posterioridad a 2005. Por otro lado, existe un 26% que manifestaba que la certificación estaba en trámite. Lo que da lugar a considerar que era un proceso que recién estaba ingresando en la Argentina.

Para las empresas certificadas, la mejora del comportamiento ambiental y el desarrollo de una mayor responsabilidad frente a consumidores y agencias gubernamentales son los beneficios más visualizados. Este dato resulta significativo debido a que se manifiesta la imposibilidad de ver aún el proceso como generador de nuevas oportunidades de beneficio económico o de desarrollo de un know how tecnológico. Esto podría indicar nuevamente la falta de convencimiento pero también lo prematuro de la temática en la agenda de las empresas.

Entre las empresas que no implementaron la certificación, solo 24% manifiesta que estaba planificando hacerlo. Este bajo porcentaje se explicaba, entre otras cosas, a partir de considerar que la actividad de la compañía no perjudicaba el ambiente. En segundo lugar, se considera la falta de recursos económicos para implementar la norma.

Lo cierto es que en la década de los 90, muchos países del mundo comenzaron a considerar como un factor importante la problemática ambiental. En un principio se implementaron normas ambientales propias en cada país, las que variaban mucho entre sí. Frente a esta disparidad se consideró necesario contar con un indicador universal que evaluara los esfuerzos de una organización por alcanzar una protección ambiental confiable y adecuada.

En 1992, la Organización Internacional para la Estandarización (ISO) se comprometió a crear normas ambientales internacionales de gestión ambiental las que fueron comunicadas en 1996 bajo el rótulo de ISO 14000.

Los estándares ISO 14000 establecen herramientas y sistemas enfocados a los procesos de producción al interior de una empresa u organización considerando los efectos que de estos se derivan al ambiente.

El contenido de la nota precedente que, repetimos, tiene diez años de antigüedad, muestra a las claras la gran distancia entre lo que se dice y lo que se hace. Actualmente, son muy pocos los que no coinciden en que el cuidado del medio ambiente tiene gran relevancia y que es una preocupación global para todas las empresas. Pero la dificultad evidente en cumplir siquiera con las metas mínimas del Acuerdo de París pone de manifiesto que la preocupación no se traduce en acción suficiente.

 

 

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