Varias renuncias fueron aceptadas este fin de semana, mientras la borrasca interna ponía en aprietos las relaciones entre Francia y Alemania. También involucraba a Polonia y Gran Bretaña. En el caso germano, el gobierno no es accionista, como lo es París (15%), pero sí cliente clave de Airbus –que también da trabajo a 40.000 alemanes- y la canciller Angela Merkel perdía la paciencia.
Thierry Bréton, ministro francés de Economía, optó por una propuesta de accionistas minoritarios, la germana DaimlerChrysler (22,5%) y el grupo editorial Lagardère (7,5%, con su propia crisis sectorial, el periódico “Libération”). Por ende la nueva cúpula –quizás temporaria- la forman Louis Gallois, ex ferrocarriles estatales, Thomas Enders y Manfred Bischoff, ya copresidentes (alemanes).
Forgéard fue duramente cuestionado por una discutible venta de acciones, como quedó claro en una fracasada reunión de mandos en Mónaco, hace una semana. Más operador político que ejecutivo sectorial, Forgéard hizo una buena gestión en su puesto anterior, o sea en Airbus, y logró que la empresa le quitase la primacía en aviación comercial a Boeing. Estos antecedentes no parecen hoy suficientes para sacarlo de aprietos, mientras en el gabinete francés se barajaba lo que acabó sucediendo: un despido liso y llano, dejando a cargo transitoriamente a los otros copresidentes. Eso ocurre justamente mientras Eads negocia la recompra del 20% que retiene en el paquete la británica BAE Systems (resabio de otro sonado fracaso, el del Concorde).
El problema de Forgéard fue que convergieran sobre su figura duras objeciones parlamentarias, sindicales y de los accionistas. Para colmo, asesores del vacilante presidente Jacques Chirac señalaron que éste no se sentía con fuerzas para acudir en auxilio del directivo, ex colaborador y amigo suyo.
En suma, como indican medios en París, Fráncfort, Londres y Nueva York, “la cuestión no era si Forgéard se iba, sino más bien cuándo y cómo”. El silencio de su costoso y prebendario aparato internacional de prensa es todo un síntoma. También presionaba el eventual reemplazante: Gallois, otro operador político, otrora a cargo de la estatal Société Nationale des Chemins de Fer. Como ya formaba parte del directorio en Eads, se dedicó a esmerilar la figura de Forgéard.
Los problemas del copresidente se agravaron hace dos semanas, luego de que Eads (80% del paquete Airbus) admitiera más demoras en el lanzamiento del A380, primera nave mayor que el Boeing 747 en la historia. Los retrasos reducirán a US$ 2.500 millones las utilidades operativas programadas. Pero lo peor es que Forgéard, parientes y ”socios” suyos hayan vendido acciones Eads en marzo, poco antes de que Lagardère y DaimlerChrysler hiciesen lo mismo (7,5% del paquete cada uno).
Esto ha abierto investigaciones administrativas y judiciales en torno de la maniobra, que el acusado define como “desgraciada coincidencia” y varios analistas de mercado como “insider’s trading”. Por si faltase algo, el copresidente había desencadenado una campaña contra colegas y subordinados, culpándolos de los retrasos. Entretanto, el denso aparato de marketing y propaganda en el exterior no sabía a qué santo encomendarse.
Los papeles de Eads acumulaban hasta el viernes pérdidas cercanas a 30%, mientras se cuestionaba el anacrónico sistema francés de management en empresas públicas o con participación estatal. Al respecto, muchos creen que cambiar a Forgéard por Gallois, otro producto del sistema, no modificará ciertas malas costumbres (como se vio en 2005 con el asunto Alstom).
Otros modelos Airbus están pagando las consecuencias. El viernes, Singapore Airlines anunció que había ordenado veinte unidades Boeing 787 “Dreamliner”, por US$ 4.500 millones, en lugar del A350, un mediano con desventajas respecto de su competidor norteamericano. “Subestimamos al 787 y no preveíamos las dificultades en la producción del A380”, confesó Gustav Humbert, jefe de Airbus enfrentado con Forgéard en una dura interna (que acaba de ganar).
Varias renuncias fueron aceptadas este fin de semana, mientras la borrasca interna ponía en aprietos las relaciones entre Francia y Alemania. También involucraba a Polonia y Gran Bretaña. En el caso germano, el gobierno no es accionista, como lo es París (15%), pero sí cliente clave de Airbus –que también da trabajo a 40.000 alemanes- y la canciller Angela Merkel perdía la paciencia.
Thierry Bréton, ministro francés de Economía, optó por una propuesta de accionistas minoritarios, la germana DaimlerChrysler (22,5%) y el grupo editorial Lagardère (7,5%, con su propia crisis sectorial, el periódico “Libération”). Por ende la nueva cúpula –quizás temporaria- la forman Louis Gallois, ex ferrocarriles estatales, Thomas Enders y Manfred Bischoff, ya copresidentes (alemanes).
Forgéard fue duramente cuestionado por una discutible venta de acciones, como quedó claro en una fracasada reunión de mandos en Mónaco, hace una semana. Más operador político que ejecutivo sectorial, Forgéard hizo una buena gestión en su puesto anterior, o sea en Airbus, y logró que la empresa le quitase la primacía en aviación comercial a Boeing. Estos antecedentes no parecen hoy suficientes para sacarlo de aprietos, mientras en el gabinete francés se barajaba lo que acabó sucediendo: un despido liso y llano, dejando a cargo transitoriamente a los otros copresidentes. Eso ocurre justamente mientras Eads negocia la recompra del 20% que retiene en el paquete la británica BAE Systems (resabio de otro sonado fracaso, el del Concorde).
El problema de Forgéard fue que convergieran sobre su figura duras objeciones parlamentarias, sindicales y de los accionistas. Para colmo, asesores del vacilante presidente Jacques Chirac señalaron que éste no se sentía con fuerzas para acudir en auxilio del directivo, ex colaborador y amigo suyo.
En suma, como indican medios en París, Fráncfort, Londres y Nueva York, “la cuestión no era si Forgéard se iba, sino más bien cuándo y cómo”. El silencio de su costoso y prebendario aparato internacional de prensa es todo un síntoma. También presionaba el eventual reemplazante: Gallois, otro operador político, otrora a cargo de la estatal Société Nationale des Chemins de Fer. Como ya formaba parte del directorio en Eads, se dedicó a esmerilar la figura de Forgéard.
Los problemas del copresidente se agravaron hace dos semanas, luego de que Eads (80% del paquete Airbus) admitiera más demoras en el lanzamiento del A380, primera nave mayor que el Boeing 747 en la historia. Los retrasos reducirán a US$ 2.500 millones las utilidades operativas programadas. Pero lo peor es que Forgéard, parientes y ”socios” suyos hayan vendido acciones Eads en marzo, poco antes de que Lagardère y DaimlerChrysler hiciesen lo mismo (7,5% del paquete cada uno).
Esto ha abierto investigaciones administrativas y judiciales en torno de la maniobra, que el acusado define como “desgraciada coincidencia” y varios analistas de mercado como “insider’s trading”. Por si faltase algo, el copresidente había desencadenado una campaña contra colegas y subordinados, culpándolos de los retrasos. Entretanto, el denso aparato de marketing y propaganda en el exterior no sabía a qué santo encomendarse.
Los papeles de Eads acumulaban hasta el viernes pérdidas cercanas a 30%, mientras se cuestionaba el anacrónico sistema francés de management en empresas públicas o con participación estatal. Al respecto, muchos creen que cambiar a Forgéard por Gallois, otro producto del sistema, no modificará ciertas malas costumbres (como se vio en 2005 con el asunto Alstom).
Otros modelos Airbus están pagando las consecuencias. El viernes, Singapore Airlines anunció que había ordenado veinte unidades Boeing 787 “Dreamliner”, por US$ 4.500 millones, en lugar del A350, un mediano con desventajas respecto de su competidor norteamericano. “Subestimamos al 787 y no preveíamos las dificultades en la producción del A380”, confesó Gustav Humbert, jefe de Airbus enfrentado con Forgéard en una dura interna (que acaba de ganar).