En este sentido, una de las claves es repensar los tiempos de su negocio, dejar atrás lo que hasta ahora seguía aplicando por costumbre, y avanzar hacia un esquema de agilidad organizacional, que sea el motor para navegar en estos tiempos turbulentos y volátiles.
Bajo el paraguas de la agilidad organizacional, palabras como cambio, compromiso, colaboración, personas, incertidumbre, aceleración y agilidad están por encima en jerarquía de otras como certidumbre, lentitud, planificación excesiva, silos, recursos humanos y objetivos definidos.
Las primeras se sumaron a nuestro vocabulario en los últimos tiempos, las otras deberían quedar en un segundo plano por el bien de la organización.
Para saber si una organización es ágil o no, es necesario plantearse las siguientes preguntas: ¿Cuánto tiempo se utiliza en planificar escenarios? ¿Cuánto tiempo lleva explicar por qué no se cumplieron los objetivos? ¿Las personas colaboran entre sí o existen silos? ¿El Excel domina el tiempo?
Un par de preguntas más: ¿Cuánto tarda cada sector en generar respuestas a otro? ¿Los clientes resuelven sus problemas rápidamente? ¿Las decisiones son concentradas? ¿Se permite la co-creación de conocimiento? ¿Existe aprendizaje para liberar talento? ¿Los mandos medios aceptan la diversidad?
Si el día a día de la organización y las personas que la integran es pesado, aburrido y lo expuesto es evidente, es necesario cambiar el eje, y hacernos amigos de lo impredecible, inseguro y turbulento y eliminar de raíz, el “siempre lo hicimos así”.
La agilidad organizacional empieza por comprender que resistirse al entorno y no cambiar rápido, traerá ineficiencia, lentitud y pérdida de competitividad. Por eso, el saber hacer se somete a juicio, se cambian las recetas y se crean nuevas para identificar cómo nos vamos a mover frente a cada situación que se plantea.
¿Cómo desarrollar una cultura de agilidad?
–Ser participativos, inclusivos y poner a conversar a los equipos. Es necesario que los actores principales compartan, debatan, expresen y creen nuevas formas o procesos para agilizar las respuestas y liberar creatividad, después de todo, son ellos los que están en la línea de combate.
–Achicar los tiempos de “reuniones estratégicas” y reemplazarlo por “gastar suela de zapatos” en el terreno, ya sea colaborando con los clientes o analizando la operación;
–Revisar el exceso de tareas y eliminar aquellas que no agregan valor. Menos diagnóstico y más acción; eliminar el exceso de control y documentación para mejorar la productividad.
–Acortar procesos y sus tiempos de ciclo. Empoderar a las personas para que tengan más autonomía y resuelvan de inmediato. Cliente en el centro, siempre.
–Motivar a los equipos, crear espacios de trabajo donde las personas tengan ganas de ir, que quieran hacer el trabajo y no que “deban hacerlo”. Trabajar con cada una de ellos, no son recursos humanos, son personas que tienen problemas que resolver, que necesitan ser escuchados y motivados.
La agilidad llegó para quedarse y la clave es aprovechar la inteligencia colectiva para, en este año complejo y difícil, salir ganando.
(*) Entrenador de negocios y coach certificado por el John Maxwell Team de EE.UU.